Un vino para besarse con la boca llena de peces vivos

“Sabes de dónde vengo, de Finca Garbet”, me dice. Y me lo dice porque sabe que la considero una de las fincas más bonitas del mundo. “He estado con Enric Soler, que quizás lo conoces”, añade, siempre con su tono amable, pero pícaro. Sonrío, porque no le conozco, Enric Soler, pero sé quién es: un grandísimo viticultor, que hace vinos en el Penedès que me encantan, como Improvisación.

Es el Delfí Sanahuja, quien me explica esto, antes de ponerse a hablar de su vino de hoy. Se llama Obsequio (y como me gusta que los nombres catalanes, de fincas, de historias, de personas, viajen por el mundo a través de las etiquetas de los vinos) porque es el vino que se ofrece a personalidades ilustres que van a cantar en el Festival de Peralada oa visitar el castillo. Está en el mercado desde hace un año. “Siempre intentamos darles algo curioso, y el coupage de este vino nunca lo habíamos hecho”, explica Delfín.

Veámoslo, el coupage. Es un sesenta por ciento de garnacha blanca y un cuarenta de sauvignon blanc. La garnacha es una variedad autóctona, mediterránea, así que encontraremos el hinojo, la pera... En cambio, el sauvignon blanc es floral y herbal. “Me gusta decir “herbal”, más que “herbácea”, hace Delfín. Y creo que es un matiz extraordinario, porque “herbal” es elogio, y “herbáceo”, no siempre. Es un vino creado para el centenario de Peralada, que resume, de alguna forma, la evolución de los vinos que hacen. Un vino que equilibra la parte grasa y la parte fresca, que tiene flores y juventud, que llena la boca, que tiene un sabor largo. Los vinos que saben largo (después del trago, el recuerdo) son como los besos. Cortázar (como por favor) dice a Rayuela: “Nos besábamos como si tuviéramos la boca llena de peces vivos”.

Una botella con mil vidas

Un vino así, claro, se puede maridar con pescado, y tanto, y con pasta, y tanto. Pero también es un obsequio para los primeros platos, como las ensaladas “adornadas” que se realizan en verano. Ensaladas con fruta, fresca o seca. Y hay otra cosa que vale la pena contar de este vino. Si se miran la botella verán que tiene un diseño muy bonito. El cristal es rugoso. Y esto es por una razón. Todas las botellas son recicladas. Una botella lisa, cuando tiene un golpe, sólo que se haya escarbotado ligeramente, debe volver a ponerse en el horno, porque eso que llamamos “el mercado” no lo acepta. Pero todas estas botellas, que van a un molde rugoso, pueden utilizarse más de una vez. La cápsula tampoco es “complejo”, que se llama, porque el plástico tarda muchas vidas en descomponerse, es de papel y deja el tapón desnudo, por arriba. Ha salido al mercado, por cierto, con su pareja: el Anfitrión negro.

Como ahora, quien más quien menos, ya está preparando vendimias, le pido al Delfín cómo irá la cosecha de Garbet, el icono de la bodega. "La cosecha irá bien, como nos han llovido casi 600 litros y bien llovidos... La viña no sufre y controlamos el mildiu". Sonríe y añade: “Venga, y te diré algo...”. Yo también sonrío porque está a punto de darme eso que llamamos “una exclusiva”, y ya sabemos que en el mundo —tan divertido y loco— del periodismo gastronómico, hay algunos que pondrían a sus hijos en Wallapop, para tener una. "En Garbet plantaremos uvas blancas, para hacer un blanco de Garbet, de alta gama", hace. ¿Qué uva? Se lo está pensando. Garnacha blanca y roja, tal vez. Y como se trata de contar cosas del futuro, ya barrena el futuro Ex-Ex, que será el 15. Ahora, en el mercado está el 14, que es una garnacha tinta que enamora. ¿Qué experimento excepcional será, el Ex-Ex 15? Piensen en algún tipo de vino que Delfín nunca haya hecho, en toda la vida de los Ex-Ex. No le dice "por si no sale bien". Pero esto es imposible.

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