El consultorio

Los beneficios de pintarse el cuerpo

Se aprende a canalizar emociones como la agresividad o la impulsividad

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Niños con el cuerpo pintado

GeronaCuando los niños se pintan el cuerpo, se ponen en juego una serie de sensaciones. Colorear no es un gesto cualquiera –y si lo hacen no es para darnos más trabajo–. Entre los 2 y 4 años es habitual verlos inmersos en esta actividad creativa, una etapa en la que, precisamente, todavía no tienen desarrollado el pensamiento lógico y muchas cosas las experimentan a través de los sentidos, como el tacto. Según Laia Casals Escardó, arteterapeuta, "la piel es la frontera entre el mundo interior y el exterior". Por eso, a la hora de pintarse se activan temas como los límites, la identidad, la construcción del yo y la capacidad de diálogo con nuestras emociones.

¿Por qué tienen ese impulso?

Simplemente, es como una caricia. "Les gusta y experimentan sensaciones diferentes", detalla esta experta, que desde hace 17 años codirige Moixaina, Espai Familiar (una cooperativa que apoya a las familias en la crianza). La mayoría de niños disfrutan. “Ves que existe un interés profundo en hacerlo. Incluso se concentran”. Según Casals, en la piel se reflejan “muchas cosas que llevamos dentro: emociones agradables y desagradables, recuerdos, dolores, necesidades o deseos. Cuando la pintamos, interactuamos con lo que está dentro y fuera y abrazamos lo que nos pasa dentro. La piel es nuestro envoltorio, protección y zona de contacto con el mundo”.

¿Qué beneficios tiene?

De entrada, el niño puede ver qué forma tiene el brazo o su pierna. Pero en sentido más profundo, pintarse ayuda a reconocer su propia identidad: “El proceso para comprender que somos seres individuales –separados del cuerpo de la madre y no fusionados con el entorno– es complejo y requiere tiempo. Hacia los dos años es cuando se les despierta y, entonces, empiezan a decir yo ya pintarse para reafirmarse”, señala Casals. Al pintarse, además, surge el juego simbólico, que, según ella, se convierte en “un espacio transicional, donde los niños tienen la oportunidad de madurar o sanar aspectos de su crecimiento”. Si el niño se colorea de color verde, ruge y dice que es un dragón, los demás reaccionarán, ya través de estas interacciones, también estará explorando sobre su propia sensación de grandeza, pequeñez, poder, docilidad… Por tanto, "en estos procesos exploran de forma creativa y desde un lugar seguro quiénes son y su relación con el mundo". Otros beneficios son que se reduce la ansiedad y el estrés. Se aprende a encauzar emociones como la agresividad o la impulsividad. Muchas culturas de todo el mundo, de hecho, utilizan el maquillaje y la pintura corporal para expresarse.

¿Pero todo vale?

El equilibrio debe existir. “De manera respetuosa, si no lo vemos bien, podemos decirle que esto no y, después, le buscamos otro sitio o utilizamos otro material o le ponemos una ropa diferente…”, propone como soluciones Casals, que insiste que “es importante que la criatura pueda tener espacios donde desarrollar esta forma de expresarse: en el cuerpo, el papel o donde sea”. Al mismo tiempo habrá que vigilar los extremos. Es decir, si el niño tiene una búsqueda impetuosa para ensuciarse o un rechazo exagerado, podría haber un desorden de integración sensorial: una hipersensibilidad o una hiposensibilidad. Por otra parte, si reprimimos este tipo de expresión o expresividad natural, "estaremos reduciendo su capacidad creativa y de expresión no sólo a nivel artístico sino en la vida misma".

¿Qué propuesta podemos hacer?

La solución es preparar un ambiente íntimo, seguro y tranquilo. Sin ropa, que sea sencillo de limpiar y con materiales adecuados, como barro blanco o harina de trigo, agua y colorantes alimenticios, así como maquillajes o pintura de dedos. Se puede pegar un papel de embalar con cinta adhesiva en el suelo. “No es necesario incitar o proponer. Es una actividad que suele salir y desarrollarse de forma natural y placentera. Cada persona tiene sus gustos y necesidades sensoriales”, indica Casals.

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