¿Cómo podemos evitar 'malas' influencias en nuestros hijos?
Autoestima, seguridad y comunicación son claves para que un joven sepa identificar si lo que le proponen sus amigos es perjudicial o peligroso
BarcelonaCuando se entra en la adolescencia, todo el mundo quiere sentirse aceptado e incluido en el grupo y sobre todo, no ser tildado de raro o distinto. Conseguirlo implica, a menudo, imitar a los demás, que normalmente son los que tienen unas dotes de mayor liderazgo y de los que se quita los comportamientos que están "bien vistos y bien valorados". Se sigue, pues, la forma de hacer de los más populares. Es un comportamiento habitual en esta etapa de la vida "de transición" de la niñez a la vida adulta. Tal y como explica Laura Cerdán, profesora colaboradora de los eestudios de psicología y ciencias de la educación de la Universidad Abierta de Cataluña (UOC), es una etapa de cambios y evolución en el terreno emocional y cognitivo y, también, social con una "fuerte presión social" que favorece la imitación de los iguales. Aunque cada adolescente vive a su manera todos estos cambios y los experimenta diferente, hay consenso en que son unos años en los que las amistades ganan mucho peso y los jóvenes buscan, por eso, identificarse con sus iguales.
¿Es normal que imite a sus amigos?
Para Cerdán, que los hijos e hijas imiten, es totalmente normal y considera que no debería ser negativo. "A veces es todo lo contrario, imitar o querer imitar va bien para aprender habilidades sociales, entender las normas y valores del grupo y acabar desarrollando tu propia identidad. Se pueden hacer vínculos más fuertes", asegura Cerdán.
Ahora bien, sí es necesario que las familias estén atentas, ya que la línea entre la normalidad y lo que se puede decir una "mala influencia" puede ser difícil de identificar y pueden ser nuestros hijos los que se dejan convencer para saltar de un balcón a otro, irse a tomar fotografías en lugares peligrosos o tomar determinadas. Cerdán sitúa en el peligro y el perjuicio, esta línea, y por tanto cree que hay que vigilar que las actitudes a imitar no comporten, pues, ni lo uno ni lo otro. Que un joven sepa identificar si lo que se le propone es perjudicial o peligroso depende de la autoestima, la confianza en sí mismo y el espíritu crítico. Y conseguir estos elementos, añade la psicóloga y psicopedagoga de la UOC, es un trabajo a lo largo de la crianza y no sólo de la etapa de adolescente.
¿Qué pueden hacer las familias?
"Para garantizar el espíritu crítico en un joven es necesario llegar a la adolescencia con el trabajo realizado, y el problema es que las familias a menudo llegamos tarde a esta etapa de la vida porque se nos hace bola", sentencia Cerdán. Con esto es contundente. Considera que es necesario trabajar los valores y la capacidad de razonar a la familia y, al mismo tiempo, promover que se cuestionen determinadas situaciones.
Pero no es suficiente. Cerdán insiste en que es necesario trabajar desde pequeños la comunicación. "La comunicación debe ser abierta, el adolescente no debe sentirse juzgado, sino cómodo y debe fomentar el pensamiento crítico", aconseja Cerdán, que lo ve como un muy buen ejercicio para las familias porque se acaba hablando de temas "que no quieren oírse". Para la psicóloga también es importante no confundir los roles. "Los progenitores deben tener cierta autoridad y mantenerse en el rol de educadores y, por eso, hay que poner límites claros y coherentes para que el joven vea y entienda qué comportamientos se aceptan y cuáles no", resume Cerdán.
Cerdán recuerda que existe la idea de que los adolescentes no escuchan lo que les dicen los padres, pero insiste en que otro trabajo a realizar por parte de las familias es "servir de ejemplo". "Si no queremos que fume no podemos decirle que no lo haga y luego fumar nosotros", ejemplifica la psicóloga, que insiste en que "lo que ven en casa" no lo trasladan de forma inmediata sino que va "calando" en el comportamiento de los hijos.
¿Y cómo se puede detectar si tiene 'malas' influencias?
Si nuestro hijo o hija está imitando una mala influencia, tener una buena comunicación nos ayudará a detectarlo, pero Cerdán añade que no hay que perder de vista otros detalles que nos darán señales de alerta. Los cambios de comportamiento brusco o de hábitos del sueño o de la alimentación, una bajada en el rendimiento académico o ir con nuevos compañeros y amigos sin explicar quiénes son ni presentarlos pueden ser, dice Cerdán, algunos de estos síntomas. Sin embargo, siempre hay que tener en cuenta que la adolescencia es una etapa con un alto componente de intimidad y de personalidad que también debe respetarse porque necesitan "su espacio" y no es necesario que nos lo expliquen todo. "Hay que encontrar el equilibrio", resume Cerdán.