Escuela

Hablar del conflicto de Gaza en las escuelas es un ejercicio arriesgado

El sindicato USTEC contra el genocidio en Gaza.
30/09/2025
2 min

TaradilloHace pocas semanas que hemos reanudado el curso. Los equipos de maestros iniciamos cada septiembre con un haz de intenciones y propósitos nuevos. A veces pensamos y escribimos tantos que no dejamos espacio ni para escuchar las identidades de los niños y jóvenes que tenemos delante ni para hablar de lo que ocurre más allá de los límites de la escuela, en el barrio, en el pueblo, en el mundo.

A veces nuestras intenciones son excesivamente técnicas, intelectualmente poco comprometidas, y acabamos siendo corresponsables de un modelo educativo más domesticador que emancipador. Nos preocupamos más por que los niños lean pronto y sepan comprender un texto que para tener delante niños y jóvenes con criterio propio, con ideas para decir, para escribir y para comunicar y debatir con los demás.

Esto lo explica muy bien Noam Chomsky en su libro La (des)educación (Ed. Crítica). Es un libro escrito en 2001, y ya hace referencias al tema de Israel en el capítulo que él titula Silencio obligado. Veinticinco años más tarde, pues, hay conflictos –como éste– que persisten y que incluso adquieren una dimensión mucho mayor. ¿Empezaremos este nuevo curso sin hablar a nuestros niños y jóvenes de lo que está pasando en la Franja de Gaza?

Los equipos de maestros somos conscientes de que hablar de esto en las escuelas es un ejercicio arriesgado. Ya vimos lo que pasó a nuestros colegas del Instituto El Palacio de San Andrés de la Barca cuando trataron de hablar de los hechos del 1 de octubre del 2017. Prefiero correr el riesgo de defenderme de acusaciones de adoctrinamiento que mirar los ojos normales sin ver el ojo de los niños y niñas que tenemos delante haciendo locales. No quiero ser un maestro que deseduca, un maestro cómplice con el que parece una estrategia pensada: una educación repleta de técnica, de enseñanzas dirigidas a obtener gestas o resultados fáciles de medir y evaluar.

Esto no es nada nuevo. Ya nos lo decían los maestros de la Escuela Nueva de Ferrière, maestros como Rosa Sensat o Ferrer y Guardia, cuando afirmaban que la educación debía arraigarse en la vida.

Por todo ello duele tan leer escritos y titulares donde se cuestiona el papel de la pedagogía como si fuera la responsable de la mediocridad de la educación, justamente cuando es más urgente que nunca intentar construir una escuela que no genere personas obedientes y conformistas. Podría muy bien que estas críticas formen parte de la estrategia que antes comentaba.

Educar en el pensamiento crítico pasa también por pedir a los niños y jóvenes que justifiquen el porqué de sus ideas, de sus afirmaciones, aceptando que las ideas se pueden modificar después de escuchar el punto de vista del otro. Educar es también creer en la plasticidad de sus propias ideas. No debemos tener miedo a hablar con los niños y jóvenes de cualquier tema porque no podemos permitirnos que de las escuelas e institutos salgan chicos y chicas con miedo a pensar y confrontar sus opiniones. La juventud que vive en estos tiempos tan complejos piden a las personas que educamos alguna luz que les permita comprender e interpretar lo que está pasando.

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