Ser madre y empresaria mexicana en Cataluña
Me siento especialmente orgullosa de haber transmitido la conciencia de la muerte de mi cultura en Itzel y Pau
BanyolesLlegué joven, enamorada e ilusionada en Salt en 1999. Nos conocimos con mi actual pareja y padre de mis hijos en México, estuvimos yendo y viniendo casi dos años, hasta que decidí emigrar, porque amor y las ganas de aventura eran más fuertes que todo lo conocido hasta entonces.
Llegar a Salt fue de las vivencias más potentes de mi vida. Ayer cumplió 25 años que llegué y recordaré siempre ese día gris, frío y lluvioso. La gente con abrigos negros largos y con las caras pálidas del invierno. Parecía que siempre tenían prisa, y en Girona me sentía en una película de cine europeo independiente; todo el mundo vestía más o menos igual, para mí incluso olían el mismo y se peinaban igual. Me miraban con curiosidad y me preguntaban de dónde estaba. Tenían curiosidad por el Cantinflas y por si la vida era como en las telenovelas. Era surrealista, todo ello, había mucha gente que pensaba que México seguía siendo como en la época de Pedro Infante.
Dudé de si Catalunya era mi sitio. ¿Encajaría o sería para siempre la mexicana con pareja catalana? Estuve a punto de tomar un vuelo de regreso, pero la primavera y la transformación social me animó, el negro daba paso al color y me di cuenta lo importante que era, así en general, el color en mi vida. En la calle había gente y en verano directamente las personas eran otras. Yo, de un país tropical, no había vivido lo de los cambios de estación y todo era nuevo y emocionante. Aprendí catalán y encontré trabajo bastante rápidamente, y en el 2003, cuando yo pensaba que ya estaba del todo adaptada e integrada, nació Itzel, mi primera hija.
Y venga, ¡nueva crisis vital! La forma de criar era tan opuesta a lo que yo había vivido que tenía el corazón dividido y roto. Las recomendaciones pediátricas eran que a los 2 meses durmiera sola, pecho cada 3 horas, a los 4 meses otros alimentos, no cogerla a hombros, porque se acostumbraría y la haría dependiente... Sufría y lloraba mucho porque eso era “lo primero mundo” y las recomendaciones “profesionales” me hacían sentir un fracaso de madre.
Entonces aterrizaron en Salt la madre y mi tía. Todo aquello por ellas era aberrante: "¡Un bebé no puede dormir solo!", "¡El pecho debe ser a demanda!", "Cogedla a hombros siempre que podáis!", "Necesita contacto y sentir el latido de su corazón !", "Duerma con ella!", "Olvídese de los pediatras, los padres sois vosotros, ¡no ellos!"
Tanto mexicanos como catalanes
Fuimos a México, y observaba cómo nunca otras madres cuidando bebés. Cómo les hablaban, cómo los cogían e incluso cómo los vestían me hizo dar cuenta de que la concepción de niño pequeño allí era diferente. Resumidamente, diría que allí les dejaban más tiempo para ser niños y que aquí había una prisa inconsciente por hacerles crecer. Me obsesioné con la conciliación y pasar el máximo tiempo con ellos mientras fueran pequeños y acabé plegando del trabajo cuando nació Pau. De toda esa revolución surgió también la empresa que tengo actualmente, donde hacemos todo lo posible por preservar la cultura de infancia.
Ir a México una vez al año durante los primeros 10 años de vida de mis hijos era prioritario. Tanto es así, que justo hace un año que pudimos acabar uno de los lavabos de casa! Para mí era vital que vivieran las dos culturas de forma inmersiva, que se sintieran tanto mexicanos como catalanes, que amaran sus dos culturas a partes iguales y que supieran ver y valorar las diferencias. Una importante es la conciencia de la muerte: me siento especialmente orgullosa de haber transmitido esta parte de mi cultura a Itzel y Paz. En casa, todos somos muy conscientes de que la muerte forma parte de la vida.
Naturalmente, cocinamos comida mexicana, celebramos el Día de los Muertos, escuchamos música mexicana, leemos escritores mexicanos, seguimos la cultura mexicana y procuramos estar al día de las noticias de allí. Y, aunque aquí sean los hijos de la mexicana y allá los primos catalanes, nosotros nos sentimos de ambos lugares y me hará muy feliz, si un día llega, hacer lo mismo con mis nietos.