Madres y padres de matrícula de honor

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Hijo y padres haciendo deberes

MadridAntes de que Esto no es Suecia nos mostrara en clave de comedia dramática las contradicciones a las que se enfrentaban Mariana y Samuel –interpretados por unos fantásticos Aina Clotet y Marcel Borràs– para ofrecer una crianza de matrícula de honor a sus hijos, otras fueron perfilando el escenario en el que se desenvuelve la familia actual. Lo hicieron Sarah Scheller y Alison Bell en la serie australiana The Letdown, estrenada en Netflix en 2016. Aquí pudimos ver, como si contempláramos el futuro, a una madre primeriza –encarnada por la propia Alison Bell– transitando las angustias, las dudas y, sobre todo, el cruel agotamiento de la maternidad. Algo parecido hizo Berto Romero en 2018 con la serie Mira lo que has hecho. Aquí, quizás con un punto más gamberro, ya intuimos los ramalazos de profesionalización de quienes se enfrentan hoy a la crianza de unos hijos y unas hijas convertidos casi en un producto gourmet.

Cada vez tenemos menos hijos y a edades más avanzadas, en un contexto de violenta hiperexigencia. Somos la generación de padres y madres más formada y exigente de todos los tiempos, lo que muchas veces, lejos de hacernos mejores, nos lleva a criar a nuestras criaturas en un mar de ansiedad, intentando controlarlo todo para asegurarnos su excelente salud y primorosa felicidad. Qué responsabilidad enorme sobre los hombros de familias exhaustas que tratan de llegar a fin de mes manteniendo un trabajo mal pagado, una casa inasumible y las promesas de futuros dorados que nunca llegan.

Un amoroso aprobado

No puede extrañarnos este miedo, esta exigencia. Es cierto que con muchos de nosotros no lo hicieron del todo bien. Buena prueba de ellos son la cantidad de horas de terapia que acarreamos. Y no solo: la falta de contacto con niños, su ausencia de las calles, las familias cada vez más pequeñas, más lejos, convierten a la infancia en un territorio inhóspito. ¿Cómo no tener miedo a no saber hacerlo bien? ¿Cómo no querer tener en casa una versión mejorada de nuestras propias infancias?

No es de extrañar que haya tantos “congresos de crianza”, cuentas en redes sociales y voces expertas que prometen ayudarte a lograr que consigas salir viva de esto. El sueño, la alimentación, las rabietas, el uso de pantallas o la gestión de las emociones son algunos de los grandes temas que también protagonizan los títulos que invaden en los últimos años las mesas de novedades de las librerías. Las leyes de la oferta y la demanda funcionan a la perfección aquí: tú quieres instrucciones, un manual de uso, y ahí lo tienes. El capitalismo te da la posibilidad de llenar los vacíos de este vivir individualista para que puedas alcanzar la excelencia en este trabajo sobrevenido que es la crianza según los estándares actuales.

En nuestro afán por ser madres y padres de matrícula de honor, olvidamos que la perfección es inalcanzable y que la crianza, como la vida misma, está llena de imperfecciones y errores. Quizás, al final del día, lo que más necesiten nuestros hijos sea vernos como seres humanos colocados en un amoroso aprobado.

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