Cada familia, un mundo

Maria Espín y Lluc Sauqué: el alfil y la torre de una familia sin artificios

La chef y propietaria del restaurante Brau y su pareja, Lluc, tienen dos hijos adolescentes y una hija de acogida

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Familias. Un día con Maria Espín, chef del restaurante Brau de Sant Cugat. - DANI RÍOS

CastellcirLlego a Castellcir y Maria Espín me abraza con fuerza. Me recibe como si me conociera de toda la vida y me hace sentir como en casa sin haber puesto nunca un pie en la suya. Se nota que la chef y propietaria del restaurante Brau está acostumbrada a acoger y hacer que cada cliente se sienta único porque enseguida me ofrece un café, agua, un asiento, una sonrisa y mucha confianza. Su energía se transmite también a su hogar, porque en todas partes vemos dibujos, una cocinita, una cesta de baloncesto y todo un collage de fotos familiares. Todo es sencillo y personal, sin lujos ni florituras. Su casa es como la mía y como la de cualquier familia numerosa: un espacio imperfecto y lleno de vida que transmite buenos momentos en familia.

Conozco muy pocas chefs mujeres porque la suya es una de las profesiones más difíciles de conciliar y más con dos adolescentes en casa (Leo, de 15 años, y Jana, de 13) y una niña de acogida (la Tiffani, de 6). Por eso la organización familiar es muy clara. El primer café lo toman solos en la cocina ella y su compañero, Lluc Sauqué y, una vez que los niños se han levantado, desayunan en familia. Fiambreras, mochilas, cantimploras y, durante el curso escolar, cuando Leo y Jana van hacia el instituto, Maria se encarga de llevar a Tiffani a la escuela. Luego ya se va hacia el restaurante, situado en Sant Cugat, aunque es consciente de que cada día es diferente y siempre valora las prioridades. "Para llegar a todo hay que saber delegar y tener claro que la familia va siempre delante".

La llegada de la Tiffani

El desplazamiento diario hacia el trabajo le supone unos cuarenta minutos en coche que le permiten tener su momento "sin móvil, ni hijos ni pareja". "El mío es un trabajo muy creativo y constantemente pienso en nuevos platos o en renovar el espacio. Necesito este tiempo para mí". Un tiempo que le facilita mucho Lucas, que, como ella dice, si fueran piezas de ajedrez ella sería el alfil y él, la torre. Precisamente los juegos de mesa y el ajedrez (la chef lleva un alfil tatuado) son un elemento clave para la familia, porque dedican muchas noches a compartir partidas y hacer vida en casa. Salvo los viernes y los sábados, Maria no ofrece servicio de noche para poder pasar la tarde con la familia y acompañar a los niños a inglés, a danza oa bicitrial. "En casa somos de pocas pantallas y los niños quedan mucho con amigos". ¿Y cocinar? Lluc se ríe y reconoce que, a pesar de vivir con una chef, el plato estrella de casa es su lasaña.

Conciliar a un restaurante con una familia numerosa es complicado. Lucas y María tienen dos hijos adolescentes, Leo y Jana, y una niña de acogida, Tiffani. Viven en Castellcir y aseguran que la vida de pueblo les facilita la crianza.

Lucas y María vienen de familias muy numerosas. Lucas tiene cinco hermanos y María siete. Ellos tenían claro que querían ser bastante pandilla ya la hora de ampliar la familia optaron por la acogida. Después de un largo proceso llegó Tiffani, con sólo dos años. "En el primer minuto ella se sintió como en casa. Aunque la idea era acoger a un niño mayor, aceptamos enseguida la propuesta. El proceso está mucho mejor gestionado de lo que pensaba –nos dice Maria–. S aseguran mucho que toda la familia esté preparada y psicológicamente estudian muy bien que el núcleo sea estable. ".

El reto de conciliar

María ha estado toda la vida vinculada a la gastronomía. Ha hecho de su pasión su profesión y fue la primera chef ejecutiva esposa de un hotel de cinco estrellas. Con el tiempo ha aprendido a gestionar mejor el tiempo y la desazón (cada día sirve 80 menús y puede llegar a dar 30.000 pasos sin salir del restaurante). "Me he pasado la vida sufriendo. Si estoy en el trabajo padezco por casa y si estoy en casa por el trabajo. Lo más importante siempre ha sido tener Lluc a mi lado, porque la pareja te debe entender y admirar . Él también me facilita que tenga tiempo de calidad y, aunque tengo horarios complicados, nunca hay ningún reproche".

Maria cuida de la misma manera a sus dos familias, la de casa y la del restaurante. "En el Brau somos doce y todos merecen tener tiempo personal. Tengan hijos, padres o una bicicleta. He sido al otro lado y sé que la gente se quema. Por eso intento ser lo más empática posible con el equipo y poner -me en la piel de los demás. Con los hijos hago lo mismo y pienso "¿Cómo era yo a los 15 años?" En ambos lugares intento transmitir la cultura de casa, del respeto a la diversidad y que todo el mundo se sienta implicado y se sienta suyo el proyecto, tanto el profesional como el familiar”.

Sobre la falta de mujeres al frente de restaurantes de Catalunya, ella es sincera y reconoce que le ha costado muchas horas y mucho esfuerzo llegar a donde está. "Durante mucho tiempo me consideraron la niña y era demasiado humilde. La clave fue creerlo y darme cuenta de que podía llevar un equipo. Diría que mi papel es más de líder que de ningún". Un trabajo que ha sido desde muy joven su vida y aún ahora lo mantiene ilusionado. "De cara al futuro me gustaría tener un restaurante pequeño y de cocina catalana tradicional, con pies de cerdo, empedrados, fricandó o una ensalada de lentejas". ¿Y el plato que más la representa? Sin duda, los canalones.

Maria Espín y su familia son como sus platos: de proximidad y sin artificios. Honestos y con producto de primera. Ella y Lluc han creado una receta propia y equilibrada para conseguir emplatar un proyecto familiar merecedor de estrella.

La cocinera Maria Espín fue la primera chef ejecutiva esposa de un hotel de cinco estrellas. Ahora lidera el restaurante Brau de Sant Cugat con un equipo formado por doce personas. "En el Brau intento transmitir la cultura de casa basada en el respeto y la empatía".
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