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Los peligros de ser padres 'quitad'

Quererles evitar las frustraciones puede hacer que los hijos acaben siendo miedosos y dependientes

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El padre corta una tortilla para comer de su hijo.

BarcelonaHacer los deberes con el hijo o hija sin dejar que se equivoque o prepararle la bolsa para el día siguiente para que no se olvide de nada aunque sea adolescente. Son dos ejemplos de acciones que realizan los progenitores bautizados con el nombre de quitanieves. Éste es un término que acuñó hace más de una década el historiador y ganador de dos premios Pulitzer David McCullough, y que se refiere a los padres o madres que intentan evitar hasta tal punto las frustraciones de los hijos que les acaban allanando el camino de forma extrema. Esta sobreprotecciónSin embargo, tiene consecuencias tanto para los hijos como para los progenitores.

¿Qué consecuencias tiene para el niño?

Pese a las buenas intenciones, evitar a sus hijos cualquier posible situación de dificultad o frustración supone un freno a su desarrollo. "Los infantiliza e impide de manera muy grave su desarrollo normativo, en cualquier aspecto. Da igual si es en la gestión de emociones desagradables como la frustración, la creatividad o la capacidad de resolución de problemas. Lo importante es que con toda la buena fe del mundo nos convertimos en su peor enemigo y frenamos su desarrollo", deja claro Enric Soler, profesor colaborador de los estudios de psicología y ciencias de la educación de la UOC. "Sobreproteger equivale a inutilizar y los padres quitanieves son fábricas de niños inútiles", explica.

Pero aparte del freno al desarrollo, existen otras consecuencias para los hijos, como que sean más inseguros y dependientes porque inconscientemente se les ha enseñado que solos no pueden hacer las cosas. "Serán niños, jóvenes y adultos a los que les costará tomar decisiones y tenderán a ir con otros niños más líderes", sostiene la psicopedagoga de la UOC Sylvie Pérez. Además, también pueden mostrar intolerancia a la frustración, lo que les impedirá que sean autosuficientes, y heredar miedos. "Si tengo miedo de algo y hablo de él como amenazante, mi hijo, para quien esto mismo podría ser algo neutro, seguramente lo acabará viendo como amenazante. Por ejemplo, si a los padres les da miedo dormir fuera de casa y lo manifiestan, el niño seguramente también tendrá miedo a irse de colonias oa casa de un amigo", apunta la experta.

Y a los ¿adultos cómo les afecta?

Según Soler, llevar al extremo el mito de la paternidad o maternidad perfecta, ilustrado en series como Esto no es Suecia, aparte de generar una ansiedad insoportable, hará haya progenitores que incluso se olviden de alimentar su relación de pareja. Pocas parejas –añade Soler– son conscientes de que tienen dos relaciones simultáneas: la conyugal y la crianza, además de otra consigo mismos como seres humanos individuales. La aparición de un nuevo miembro de la familia requiere adaptaciones, pero en ningún caso poner en riesgo las relaciones que ya existían antes. "Este entramado de relaciones debe estar en un equilibrio armónico", dice Soler.

Consejos para evitarlo

Según los dos expertos, la fórmula para no ser padres quitanieves es evitar los extremos y buscar el equilibrio entre una permisividad excesiva y un control excesivo. Para ello recomiendan promover la autonomía del niño para que tenga conciencia de la gestión de su propio tiempo, enseñarle a gestionar sus problemas, además de darse tiempo para descansar como pareja. Con frecuencia, explica Pérez, los padres sobreprotectores están cansados ​​porque la sobreprotección genera un desgaste al intentar controlarlo todo. "Si no puedo controlar el miedo que tengo a que mi hijo vuelva solo a casa, una opción es soltarlo solo y quedarme en la esquina. Se trata de ir comprobando que nuestros hijos salen adelante y, si no lo logran, ver en qué han fallado e intentar ayudarles. Para enseñarles a volar hay que darles alas", pone como ejemplo la experta.

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