El arte popular y cósmico de Maruja Mallo
El Centro Botín y el Museo Reina Sofía organizan en Santander la exposición más ambiciosa del artista gallega
SantanderSalvador Dalí dijo de Maruja Mallo que era "mitad ángel, mitad marisco". Ramón Gómez de la Serna la definió como una "brujita" y una "artista de catorce almas". Y Federico García Lorca aseguró que sus pinturas eran las que había visto pintadas "con mayor imaginación y sensualidad". A Maruja Mallo (Viveiro, 1902 - Madrid, 1995) la recuerdan como una figura inclasificable: era culta, cosmopolita, charlatán y divertida y, al mismo tiempo, una artista humilde, meticulosa y rigurosa. A lo largo de su trayectoria, Mallo –de nombre real Ana María Gómez González– era un talento inalcanzable, tal y como puede verse en la gran exposición que el Centro Botín de Santander le dedica hasta el 14 de septiembre, titulada Maruja Mallo. Máscara y compás. Pinturas y dibujos de 1924 a 1982.
Con los cinco estupendos cuadros de verbenas que abren el recorrido, que se han vuelto a reunir por primera vez desde 1928, Mallo celebró la vibrante vida moderna que se le iba forjando por delante, dejando atrás la España negra. Y, en paralelo, nunca dejó de plantearse cuestiones existenciales y de orden científico y cósmico, a veces con unas imágenes que recuerdan a las de la sueca Hilma af Klint. "Teníamos una deuda histórica con Maruja Mallo", afirma el director del Reina Sofía, Manuel Segade, quien coproduce la muestra. "Es un orgullo reivindicarla –añade–. No es una rara de su época, sino que hizo la mayor aportación a la producción del imaginario visual de la Generación del 27. Fue una artista fundamental de las vanguardias y fue reconocida en los años 30 por su generación, aunque el ambiente era misógino".
Máscara y compás es la exposición más ambiciosa de Maruja Mallo: incluye más de 120 obras, de las que 90 son pinturas. Es una cifra muy significativa porque representa cerca de un 80% de su legado (un polémico catálogo razonado le atribuye sólo 147 pinturas). Como curiosidad, dos de las pinturas son del cineasta Pedro Almodóvar, que es un admirador hasta el punto de que puso el apellido de Mallo al cineasta inspirado en él mismo que interpreta a Antonio Banderas en Dolor y gloria. "Cuando ves una obra aislada, puede parecerte anecdótica, y es sólo cuando empiezas a ver más que entiendes que la obra de Maruja Mallo tiene mucha complejidad y mucho misterio", explica la comisaria de la muestra, Patricia Molins, miembro del equipo de exposiciones temporales del museo madrileño. "Mallo es la más singular, la más heterogénea y la más fascinante de la vanguardia española", añade la directora de exposiciones y de la colección del Centro Botín, Bárbara Rodríguez.
Un debut triunfante
La primera exposición de Mallo en 1928, con la serie de verbenas, fue apadrinada por el filósofo Ortega y Gasset y significó un lanzamiento fulgurante. "Estos cuadros fueron una sorpresa –dice Molins–. Ella concebía al artista como un intelectual que debía responder a las necesidades de la nación en un momento de crisis, como es el fin de la dictadura de Primo de Rivera y la llegada de la República. Hubo un montón de cambios estructurales en España, y ella creyó que también tenía que responder;
En esos mismos años Mallo tuvo una convulsa relación con Rafael Alberti. Tras una ruptura, la reanudaron porque el poeta andaluz había leído a un titular que decía que Mallo había tenido un accidente de tráfico y que Mauricio Roësset, el amigo de Mallo que conducía el coche, creyendo que lo había matado, se había suicidado. Por último, Alberti abandonó Mallo definitivamente y se marchó a Mallorca con Maria Teresa León.
Las pinturas surrealistas de Mallo, entre ellas Esqueleto y Tierra y heces, son de las más desgarradoras: "En lo que ella está realmente interesada es en su capacidad destructiva del surrealismo. Mallo considera que hay que limpiar el mundo de las cosas caducadas que Dalí, Lorca y sus compañeros de la Residencia de Estudiantes llamaban Los putrefactos para crear un orden nuevo", dice Molins. "Los cuadros responden al grado cero de la vida, que son la tierra baldía, los esqueletos, las huellas humanas, el hombre que está presente a través de sus huellas y no el hombre como ser vivo", explica Molins. religión, como mundos completamente caducos, con los que es necesario terminar. Y esto coincide con la crisis prerrepublicana y la crisis personal que sufrió después de separarse de Alberti".
Cuando estalló la Guerra Civil, Mallo, que se había involucrado en la causa republicana, era una de las artistas más admiradas del Estado. Pudo salir del Estado para dar unas conferencias en Buenos Aires gracias a la intervención de la poeta Gabriela Mistral, y se quedó en Argentina hasta 1962. "Decir el nombre de Maruja Mallo en 1942 era algo peligroso, y es una prueba el hecho de que Jiménez Caballero, que fue el ideólogo de ganado la guerra en el campo de batalla y que no podían hacer lo que hacían "Lorquita y Marujita" y perderla en el campo de la cultura", recuerda Molins.
Entre los primeros trabajos que Mallo realizó en Argentina está la serie La sorpresa del pan, fruto del impacto que le produjo un grupo de mujeres que pedía pan en la manifestación del 1 de Mayo. "Lo que hace durante estos años no podemos llamarlo propaganda, porque ella nunca fue política en el sentido de formar parte de un partido, o de hacer una propaganda directa, como sí hicieron Alberti y mucha otra gente; sino que hace una defensa y un homenaje del trabajador dentro de una demostración de fe en un mundo armónico después de la guerra", dice Molins. "Ella siempre trabajó con la idea de superar la diversidad, los géneros, las clases", subraya. Esto último puede verse en una retahíla de pinturas protagonizadas por unas plantas y unos personajes híbridos entre humanos, plantas y animales, el femenino y la naturaleza. "En ese momento se creía que el futuro de una humanidad progresista y perfeccionada se basaba en la hibridación absoluta", apunta Molins.
El regreso del exilio
Aunque empezó a pensar en regresar a España a finales de los años 40, Mallo no volvió hasta 1962. "Yo creo que tenía un poco de miedo, porque Ramón Gómez de la Serna había vuelto pensando en quedarse, y había vuelto a Argentina. Los exiliados de España tuvieron el día en que ellos habían seguido la actualidad ellos no existían. No los estudiábamos en la escuela del exilio, es decir, no existían", explica la comisaria.
Mallo permaneció en activo hasta los años 80, cuando los integrantes de la Movida Madrileña la adoptaron como una de sus musas. Precisamente, el recorrido termina con el vídeo de la entrevista que le hizo Paloma Chamorro en una de las ediciones el programa Imágenes. "No iba pintada como una puerta; para ella maquillarse era como plastificarse, convertirse en una estatua", advierte Molins. Después de Santander, la exposición podrá verse en el Museo Reina Sofía a partir del 7 de octubre.