BarcelonaCantar la canción que a menudo tararea en la ducha o la que siempre se pone en Spotify y que le acompañe la voz aterciopelada y clara de Maria Arnal –bueno, una versión sintética indistinguible de la auténtica–. Huele la reconstrucción de la fragancia de una flor hawaiana extinguida hace más de un siglo. Jugar a expresar estados de ánimo con el cuerpo a petición de una instalación interactiva y adivinar los que escenifica en una pantalla. La exposición IA: Inteligencia Artificial, que ha inaugurado este martes el Centro de Cultura Contemporánea de Barcelona (CCCB) y que podrá visitarse hasta el 17 de marzo, demuestra las posibilidades que ya tiene hoy en día esta tecnología. Y lo hace invitando a los visitantes a jugar, interactuar y relacionarse directamente con distintos tipos de IA. Pero va más allá.
La última gran apuesta del CCCB, en colaboración con el Barcelona Supercomputing Center (BSC), es una renovación de la exposición que hizo hace cuatro años el Barbican Centre de Londres, pero añade todas las reflexiones que abre la reciente eclosión de la inteligencia artificial generativa con herramientas como ChatGPT, Dall-E, Midjourney y Google Bard. Además, aborda qué perspectivas se abren a partir de ahora. Y no sólo las que deslumbran con ecos de ciencia ficción, sino también las que pueden llevarnos a distopías asfixiantes. No se descuida los sesgos que ya incorporan estas tecnologías a raíz de la información con la que las entrenamos. La videopropuesta de Carme Puche, por ejemplo, delata la existencia de sesgos racistas y machistas en uno de los actuales modelos de generación de imágenes más conocidos, Stable Diffusion: demuestra que por defecto se imagina a un médico como un hombre blanco.
"Técnicamente, la inteligencia artificial es hoy racista porque le hemos inoculado nuestro racismo", afirma el escritor, músico e investigador Lluís Nacenta, comisario de la exposición. La muestra permite reflexionar y entender por qué la IA es cómo es, si puede acabar tomando nuestro trabajo o si podemos perder su control, pero la respuesta, avisa, debe ser "colectiva, articulada culturalmente". "Porque la inteligencia artificial es un juego de espejos que todo el rato nos devuelve nuestra imagen y, por tanto, todas las preguntas que nos hacemos sobre la IA también son preguntas sobre nosotros", ha añadido el comisario a la rueda de prensa de presentación de la muestra. Por eso el objetivo de la exposición es divulgar, pero también "generar debate público", explica la directora del CCCB, Judit Carrera. La exposición incluye una sala con toda la documentación relacionada con el proyecto legislativo europeo para regular la IA, el primero del mundo de este tipo, y un programa de talleres, debates y ponencias.
Entre la veintena de instalaciones que incluye la muestra también hay una basada en el disco Mezzanine, de Massive Attack, en la que ha colaborado el músico Robert Del Naja, uno de los miembros del grupo británico. Consta de un spray con un millón de copias de Mezzanine codificadas en secuencias de ADN y una instalación interactiva en la que la música acompaña al visitante, si la baila. La música, de hecho, salpica toda la muestra, y la propuesta de Maria Arnal invita a los visitantes a unirse: permite que graben veinte segundos de su voz para añadirlos a un corazón sintético para una futura canción.
La exposición del CCCB aborda los orígenes de las herramientas que han abocado a la creación de la inteligencia artificial tal y como la conocemos ahora. Desde las primeras calculadoras y algoritmos hasta una máquina Bombe, el aparato diseñado por el matemático Alan Turing –considerado el padre de la informática moderna– que utilizaron los británicos para descifrar las comunicaciones alemanas cifradas con aparatos Enigma durante la Segunda Guerra Mundial . Tampoco olvida a Deep Blue, la primera computadora que ganó el campeón del mundo de ajedrez Garri Kaspárov en un juego lento en 1996, y AlphaGo, el primer programa informático que, todavía no hace una década, fue capaz de ganar un campeón mundial del juego chino go.
Entre la veintena de instalaciones que incluye la muestra hay una dedicada a la supercomputación, que permite procesar la gran cantidad de datos imprescindibles para entrenar los modelos de la actual inteligencia artificial generativa. Explica algunas de las investigaciones en las que colabora el superordenador catalán MareNostrum 5, capaz de realizar 314.000 billones de operaciones por segundo, en campos como la medicina personalizada y las tecnologías del lenguaje. "La supercomputación ha sido clave para el desarrollo de la inteligencia artificial, porque no se ha llegado de golpe, llevaba años trabajando", recuerda el investigador del BSC y catedrático de la UPC Jordi Torres, asesor científico de la exposición. Añade que las redes neuronales que utilizan las IA generativas actuales ya se conocían en los años ochenta. La cuestión, según Torres, es "decidir entre todos hacia dónde queremos ir" con estas tecnologías, "porque ahora lo están haciendo unos pocos". "Y podemos hacerlo", asegura.