Arte

¿Todavía estamos a tiempo de agradar a los extraterrestres?

La Dom Art Residence reúne a una docena de artistas para hacer tomar conciencia al público de las crisis del mundo actual

Uno de los personajes bordados del artista taiwanés Ting-Tong Chang en el DOM Art Residence de Barcelona
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BarcelonaLa astrofísica Lisa Kaltenegger, directora de instituto Carl Sagan, expresaba hace un año y medio en el ARA el deseo de que haya vida extraterrestre: "El universo está lleno de planetas y espero que haya muchos donde pueda haber vida", afirmaba. Precisamente, Carl Sagan presidió el comité que seleccionó, junto con la NASA, los contenidos de los dos discos de oro que acompañaban a cada una de las dos sondas Voyager lanzadas en 1977. Los discos contienen sonidos e imágenes representativos de la vida en la Tierra , por si alguna forma de vida inteligente los encuentra y sabe desfajarlos, nos conozca. Sin embargo, para un filósofo como Slavoj Žižek, el afán autodestructivo de la humanidad hace que los extraterrestres, si existen, y donde quiera que estén, no tengan ningún interés por nada de lo que ocurre en la Tierra.

Sin embargo, ¿los artistas pueden hacer algo para revertir esta situación? "Nuestro hábito de autodestruirnos es tan grave y persistente que hace que no les resultemos nada interesantes. Nos dirigimos hacia una crisis fatal", advierte la gestora cultural Genia Pronyakina, una de las impulsoras de la DOM Art Residence, establecida en el número 39 de la calle Sant Pere més Alt de Barcelona hasta el 31 de octubre, que será cuando cambiarán las obras expuestas actualmente por las nuevas. Se trata de la segunda edición del proyecto después de la de Sitges del año pasado. Participan una docena de artistas, seleccionados entre 800 aspirantes. Ahora seis de ellos están inmersos en un nuevo trabajo, al tiempo que muestran una obra anterior, y en un par de semanas la otra mitad de los participantes les tomará el relevo.

"Más que la provocación de llamar la atención a los extraterrestres, al final el tema es plantear diferentes escenarios de futuro, y cómo podemos cambiarlo para ser merecedores de su interés, aunque el objetivo no es ponernos en contacto sino reflexionar", dice Pronyakina. "Para evitar las catástrofes, no solo necesitamos pensar en el futuro, sino aprender del pasado", dice otra de las organizadoras, Natalia Rubina.

Las impulsoras de la DOM Art Residence, Natalia Rubina y Genia Pronyakina.

Algunos de los artistas participantes denuncian diferentes aspectos de la realidad, como es el caso de la estadounidense Yuhanxiao (Maggie) Ma con la industria farmacéutica. Por un lado, expone las esculturas de unos conejos de Indias que tienen la cabeza humana, con los rasgos de la gente de países donde es más barato realizar experimentos con personas, como India y Rumanía. Y, por otro, ahora está creando unos widgets electrónicos interactivos expuestos como si fueran especímenes naturales en unos botes. "Tenemos una relación paradójica con la tecnología, especialmente en la industria farmacéutica: primero creábamos medicamentos para curarnos de las enfermedades, pero muchas veces las empresas quieren aprovecharse de la gente, y crean medicamentos para hacer dinero", advierte Yuhanxiao (Maggie ) Ma. La fusión entre la parte natural y la parte tecnológica también está presente en los trabajos del austríaco Peter Moosgaard, una especie de joyas de plata inspiradas en artilugios como los marcapasos, audífonos y los implantes. "Son como implantes poéticos", afirma Moosgaard.

La obra del sueco Thomas Marcusson destila mala baba: se ha inspirado en el dadaísmo para hacer un juego con el que se pueden crear más de 160.000 rostros monstruosos hechos con unas pantallas en las que se pueden ver detalles de los rostros de los líderes del G-20. "Se trata de jugar con el poder político. Para mucha gente, los políticos son monstruos, y el resultado es como una suerte de Frankenstein", dice. Ahora está terminando en un juego naval basado en la interpretación de mensajes encriptados en códigos numéricos. "Habrá diez naves distintas, como las de España, Reino Unido y Taiwán, para que se enfrenten entre ellas", explica Marcusson. Y el taiwanés Ting-Tong Chang está trabajando en nuevos bordados, ahora protagonizados por unos personajes ficticios que beben al mismo tiempo de la tradición textil asiática y de la hispánica. "En los rostros se combinan los animales presentes en las ciudades, como las palomas, y los rasgos faciales", dice Ting-Tong Chang.

Otro de los objetivos del proyecto es acercar el arte contemporáneo al gran público. "Un problema del mundo del arte es que el arte contemporáneo es percibido como algo frío y alejado de la gente corriente, y que sólo puede entenderlo gente con conocimientos filosóficos. Nosotros intentamos demostrar que no es así", concluyen Pronyakina y Rubina.

Vista del taller de la DOM Art Residence de Barcelona.
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