Nina: “Los artistas jóvenes no saben muy bien cómo quieren sonar”
Actriz, cantante y logopeda
BarcelonaAhora que a los diarios vamos llenos de jóvenes estrellas de la música, hemos querido ir a buscar el contrapunto de una artista con cuarenta años de oficio en la música, el teatro, la radio, la televisión y la pedagogía para hablar de los caminos del éxito. Porque, además, Anna Maria Agustí Flores, Nina, (Barcelona, 1966) es de aquellas persones autoexigentes que siempre ha reflexionado sobre el trabajo y los instrumentos que hay que tener afinados por destacar profesionalmente. Tanto es así que Nina es graduada en logopedia por la UAB, profesora de pilates, entrenadora y rehabilitadora de voz en su academia, entre otras cosas. Y no habla desde la nostalgia de un tiempo que fue el suyo: en unos meses protagonizará en Madrid el musical Los puentes de Madison, una oportunidad profesional que ya no se esperaba, pero que la ha pillado en forma. Y después de Los puentes de Madison, quienes sabe si una jubilación activa en Mallorca.
Este año, con el éxito de Chanel en Eurovisión, le han vuelto a pitar los oídos.
Yo misma me he encontrado con que he seguido mucho Eurovisión, lo que habitualmente no hago, porque conozco mucho a Chanel. Trabajamos juntas durante tres años en Mamma mia! Aparte, sé como es, de trabajadora y de profesional, y me puedo imaginar todo el trabajo que había detrás. Y la polémica con Rigoberta Bandini las dos la llevaron de una manera muy inteligente. Me he alegrado del éxito de Chanel porque viene del teatro musical y doy fe de lo que ella dijo: en el teatro musical hay mucho talento, hay muchas Chanels, pero están allí, en el teatro, y allí se quedan.
¿Por qué?
Porque hay muy poca industria musical para tanto talento. En el caso de Chanel, no recuerdo que ningún país haya llevado nunca un espectáculo a Eurovisión que deja claro que su máximo referente es Beyoncé. Después, ha habido gente que se le ha echado encima por salir vestida como ha salido, pero, curiosamente, ella también se refleja en los valores que defiende Beyoncé, de salir al escenario vestidas como lo hacen y de reivindicarse. Bueno, es otra manera de entender el feminismo. Yo no me he sentido nunca feminista de estas, digamos, militantes, que dicen que para triunfar no se tiene que enseñar... En cualquier caso, he enseñado mi voz.
Tú fuiste a Eurovisión en 1989. Después, ¿qué importancia ha tenido para ti?
Tenía 23 años y lo recuerdo con mucha ternura. Recuerdo sobre todo cantar con aquella orquestraza. Evidentemente, si hubiera ganado, tendría un recuerdo mucho más potente. Quiero decir que en Eurovisión, si no ganas, no pasa nada más que aquello. Para mí fue un pequeño paso más y se quedó allí. Bueno, y el hecho de trabajar con Juan Carlos Calderón; eso sí que fue una experiencia gratificante.
A los jóvenes artistas que ahora despuntan en un concurso, ¿qué futuro les espera?
Lo tienen complicado. Por un lado, tienen muchos recursos a su alcance, empezando por las redes. Y no están tanto en manos de la industria discográfica. Si ellos quieren, pueden controlar más su carrera. Pero, a la vez, la sociedad en la que vivimos ahora, con esta inmediatez de la era digital, hace que los jóvenes artistas tengan mucha prisa y que todo lo quieran ahora mismo. Si ya nos pasa a los más mayores, imagínate a ellos. Esta generación ha tenido acceso a un banco inagotable de músicas, de sueños y de cantantes, con lo cual no solo tienen la preparación en las escuelas, sino que, además, han tenido acceso a todo este repertorio sonoro. Y te vienen niñas de 12 años que dices: “¿Cómo puedes cantar con esta madurez?” Cantan con mucho gusto, con mucha musicalidad.
¿Talento es buena voz o capacidad de aprenderse las canciones e interpretarlas bien?
Materia prima, la voz. Y la percepción, la capacidad de discriminación auditiva. O sea, que tú les das un arpegio complejo y los buenos sí que lo pescan al momento, o cualquier escalera, cualquier vocalización. La voz es un instrumento de base vocal auditiva, sin audición no hay voz. Y en el canto, sin esta capacidad de percepción y de discriminación muy trabajada, el talento que puedes tener en la voz no se desarrolla. Entonces, lo tienen casi todo, pero...
¿Qué les falla?
La mayoría saben que hay un camino que tienen que seguir, pero no saben mucho cómo definirse, qué tipo de artista son, a qué público se quieren dirigir, cómo quieren sonar. Esto nos pasa a todos cuando empezamos, pero hace falta preguntarles: ¿tú cómo quieres sonar y de qué quieres hablar? ¿Compones? ¿Y qué letras escribes? ¿De qué te interesa hablar? ¿Cómo te quieres vestir? ¿Cómo te quieres presentar? Son un montón de preguntas que quizás todavía no se han hecho y que también se tienen que hacer.
Rosalía lo tenía muy claro.
Sí, y tanto. Ella ya era una chica talentosa cuando acabó la Esmuc, sí, pero los medios todavía no le habían hecho mucho caso, hasta que Jordi Bertran la escucha un día, la entrevista, yo que la escucho y en 2017 digo: “¿Quién es esta mujer que habla así con 21 años?” Y me voy a Spotify, busco su disco y después de un año saca El mal querer. Claro, a mí no me extrañó. Rosalía seguramente estuvo con las personas indicadas en el lugar indicado, pero ella ya tenía aquel talento y sabía qué quería ser. Después está el factor suerte. Hay mucha gente que trabaja y quizás no llega.
¿En manos de quién se tendrían que poner para dar sentido a todo lo que llevan dentro?
En manos de alguien que les haga preguntas. Mira, nosotros en la escuela hemos impulsado un recorrido con cuatro asignaturas: voz, cuerpo, música e interpretación. Esto les ayuda a responderse quiénes son como artistas.
Tú hace veinte años hiciste Operación Triunfo. Ahora TV3 está haciendo Eufòria. ¿Te gusta lo que ves?
Me parece que ha tardado mucho a venir. Y, de hecho, me parece que tendría que haber un Eufòria de músicos, uno de técnicos de sonido, de luz, de todas las artes escénicas, de todos los profesionales que hacen una tarea sin los cuales no podríamos hacer lo que hacemos. No lo digo en broma, estaría muy bien que hubiera un Eufòria solo de instrumentistas. Ya sabemos que un concurso en la tele es solo un escaparate, que después tiene que haber mucho trabajo, pero encuentro que es importante que la televisión haga este trabajo de altavoz del talento joven.
¿Cuál es la mejor observación que puede hacer un miembro de un jurado?
Es muy difícil hacer de jurado y, según cómo, es desagradable. Yo el otro día me lo pasé muy bien porque no teníamos que valorar nada técnico y era cantar todas las virtudes y esto siempre es bonito. Yo en las clases de canto nunca utilizo el adverbio no. Y después digo: “Pero fíjate: esto, esto y esto”. Siempre en positivo, porque la voz es un instrumento muy frágil y trabajar con la voz es desnudarse. Y tú tienes allí a un adolescente con toda la ilusión y tienes una responsabilidad. Y a veces les digo: “Tú sabes mucho más de tu voz que yo y el trabajo que tienes que hacer es desarrollar un criterio con tu voz; no esperes que yo te lo explique todo”.
¿Esto que dices tú de “Tu voz, tu éxito” vale para todo el mundo?
Yo lo creo. En las relaciones humanas, lograríamos más el éxito que perseguimos si trabajáramos más el mensaje desde el punto de vista de la voz. Con la voz se pueden hacer muchas cosas, lo que pasa es que no nos enseñan a trabajarla. Nuestro sistema educativo no se caracteriza, precisamente, por la oralidad. Nos hacen presentar poco, en la escuela, nos hacen leer poco en voz alta. En general, ¿eh? Y esto es un déficit enorme que nosotros como logopedas también detectamos cada vez más, que la juventud tiene problemas para expresarse oralmente. Y nuestro éxito personal y profesional también depende de la voz, porque las palabras son importantes, pero el apoyo acústico de las palabras es la voz. Y la voz otorga matices semánticos que las palabras por sí solas aisladas del sonido no tienen. Yo te puedo decir: “Te quiero”, o te puedo decir: “¡Te quiero!” ¡Y no sé si en esta segunda te quiero mucho!
¿La voz se puede entrenar?
La voz es musculatura y se entrena. Hablar es una acción motriz compleja que requiere sistemas que tienen que estar muy bien combinados; por ejemplo, la respiración. Y hay gente que habla como si fuera por una pendiente en bici y pedaleara tan deprisa que al final se le saliera la cadena. Quizás tiene que ver con lo que decíamos antes de la inmediatez. Yo noto que las personas, en general, hablamos mucho más rápido desde hace un tiempo. ¡Tan sabroso que es hablar poco a poco! Yo soy una persona muy tímida y trabajar la voz me ha dado mucha seguridad, y he llegado a disfrutar mucho hablando, y a encontrar muchos matices para decir las cosas. Y es lo que tendríamos que hacer cuando hablamos, disfrutar, no pasarlo mal.
Después del exitazo de Mamma mia!, en noviembre empezará en Madrid Los puentes de Madison.
Es un regalo de la vida, porque ahora tengo 55 años y a los 44 tuve una intervención quirúrgica; nada grave, pero importante si estás encima de un escenario. En aquel momento, me dije que, si no estaba bien, me plantearía dejar los escenarios. Y secretamente iba diciendo adiós. Y cuando vino la pandemia pensé “Ya está, se han acabado los escenarios”. Son 55 años, la voz de las mujeres es muy diferente de la voz de los hombres. Cuando llegas a la menopausia, se acusa; este cambio hormonal tan fuerte envejece la voz. Además, como lo sufrí de manera prematura, pensaba que perdía la voz. Haber estudiado logopedia me sirvió para entender que no tenía que hacer nada más que cuidarme. Y, de repente, me propusieron si quería hacer Los puentes de Madison. Y ha llegado el momento.
¿Y como te encontrará la voz?
Espero que bien, porque es una partitura superexigente, seguramente es el reto más grande que haya hecho nunca. Porque cantar Mamma mia!, cantar ABBA, no tiene ninguna dificultad. Cantar esta partitura de Robert Brown sí que la tiene. La parte de él es música muy country, está escrita con una parte central de la tesitura del hombre. Y la de ella está escrita para ser cantada no sé si por una soprano, pero por una mezzo, seguro. Se entenderá muy fácil: la voz es como un coche y tiene marchas, que son los diferentes registros del rango vocal. Yo, por el trabajo que he hecho, siempre he ido con primera, con segunda, con tercera. La cuarta y la quinta no las he tenido que utilizar nunca. Y ahora me tengo que entrenar para que el coche vaya con cuarta y quinta.