Danza

"Las broncas no me dan miedo"

La bailarina Tamara Rojo se despide de los escenarios y del English National Ballet en el Liceu

Tamara Rojo, que dirige el English National Ballet, este martes al Liceo
03/05/2022
3 min

BarcelonaNo ha subido a un escenario desde hace un año y medio, en enero de 2020, para celebrar los 70 años del English National Ballet (ENB), compañía que dirige desde hace una década. En octubre se retirará definitivamente de los escenarios interpretando en París a Giselle de Akram Khan. “Estoy preparada. He bailado más de lo que podría haber soñado, en todos los teatros del mundo. Pero creo que hay gente nueva llena de talento que tiene que tener su momento. Un cargo público es un honor del cual no se puede abusar”, decía esta tarde Tamara Rojo. Y antes de poner el punto final a una carrera de oro –que empezó de la mano de Víctor Ullate, debutó hace 25 años como bailarina principal en el mismo English National Ballet y fue doce años prima ballerina en el Royal National Ballet– le quedan todavía dos citas imperdibles: Nueva York y Barcelona.

El Gran TeatrE del Liceu –el segundo teatro donde actuó al hacerse profesional, después de la Zarzuela de Madrid– será el escenario de su despedida escénica en el Estado. Actuará junto a su pareja, el bailarín Isaac Hernández, en dos de las cinco funciones que la ENB ofrecerá de miércoles a sábado de una relectura revolucionaria de Giselle, obra del coreógrafo Akram Khan, icono de la danza mundial gracias a su particular lenguaje contemporáneo mezclado con la danza tradicional india khatak.

Estrenada en 2016, esta Giselle habrá sido el triunfo más espectacular de los diez años en los que Rojo ha dirigido el ENB, que deja en diciembre para dirigir el San Francisco Ballet. Y además, es un símbolo de su visión de “cómo tiene que ser un ballet hoy en día y una compañía de danza”: “Tienes que ser capaz de interpretar un clásico en su más alto nivel técnico y artístico y además abrir las puertas a los creadores actuales”, afirma.

'Bailar en la oscuridad'

Tamara Rojo decidió actualizar Giselle después de ver la película Bailar en la oscuridad de Lars Von Trier. “Es obvio que Björk es Giselle. Es la historia de una persona en unas circunstancias muy difíciles que es capaz de ver la belleza en todo. Giselle es el amor, la ilusión, el ver e inspirar en los otros la alegría de vivir, cantar y bailar y, en el caso de la película, por un motivo más sublime, que es el futuro del hijo”, explica, defendiendo la idea de que la inocencia no se pierde por ser madre.    

Rojo fue madre hace un año, cuando tenía 46 años, con Hernández, que es 16 años más joven que ella. La relación que les ha llevado a las revistas del corazón dio pie a algunas críticas anónimas en la prensa inglesa provenientes de dentro de la compañía que apuntaban a favoritismos. Ella respondió con franqueza y el hecho no parece haber enturbiado nada su mandato, muy elogiado en Inglaterra. “Creo que he hecho una labor transformadora. Dejo un catálogo de nuevas creaciones, una nueva sede, un gran repertorio de bailarines en buen momento internacional, con giras para los próximos cinco años y solidez económica”, enumeraba.  

Parte de su legado será el atrevimiento de tocar un título de la talla de Giselle. A Akram Khan, que ya había colaborado con el ENB en Dust (un programa para conmemorar la Primera Guerra Mundial), le pareció buena idea: “Pero me dijo que no sabía quién era Giselle, y me encantó”, dice Rojo, sonriendo. Esta carencia de bagaje en la danza clásica del coreógrafo bengalí les sirvió para empezar el trabajo dramatúrgico desde cero, sin ninguna idea preconcebida o tradicional, replanteando “el verdadero significado de la obra, sin el contexto romántico”: “¿Quién es Giselle? ¿Tiene que ser pobre o rica? ¿Tiene que morir? ¿Qué partes se pueden perder porque son decorado y cuáles son esenciales?”, se preguntaron.

Al final situaron esta historia de amor y traición en una fábrica con trabajadores inmigrantes. Cuenta con música de Vincenzo Lamagna (a partir de la original de Adolphe Adam), dirección musical de Gavin Sutherland y vestuario de Tim Yip (que trabaja en el cine con Ang Lee). Cuando se estrenó en el Teatro Real de Madrid, en 2019, hubo gritos enfurecidos. “Las broncas no me dan miedo. El público tiene que ser libre de expresar lo que siente. Quizás no en medio de un silencio –apunta la bailarina–. Todas las figuras a las que admiro, Diáguilev, Nureyev, Nijinska, Nijinski, Rambert, ellos o sus obras han sido abucheados. Me parece un gran honor, la verdad”, decía.

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