El debut de Kristen Stewart como directora es la sorpresa del Festival de Cannes
La actriz convertida en directora presenta en el festival 'The chronology of water', con una extraordinaria Imogen Poots
Enviado especial al Festival de CannesCon sólo treinta y cinco años Kristen Stewart ya ha sido muchas cosas: ídolo adolescente mainstream, icono indie rebelde adorado por la cinefilia, referente LGBTI del cine actual... Pero a partir de este Festival de Cannes debemos añadir una nueva categoría: directora con talento, sensibilidad y atrevimiento. The chronology of water, su debut como cineasta, se proyectó el viernes por la noche en la sección paralela Una Certa Mirada. "¡Vamos al grano y miramos la maldita película!", exclamó Stewart para dar paso a la proyección. La ansiedad por compartirla era natural. Desde el 2017 que Stewart está preparando la película, cuando leyó las memorias de Lidia Yuknavitch sobre su infancia marcada por los abusos sexuales y psicológicos de un padre tiránico del que escapó por caer en una espiral autodestructiva de abuso de sustancias, sexo desesperado y relaciones tóxicas.
Inspirándose en la prosa fragmentada y poética del libro de Yuknavitch, la película de Stewart opta por una narración no lineal de la acción, sobre todo en el montaje caleidoscópico de imágenes y sonidos de los primeros minutos, a medio camino entre la lírica visual de Terrence Malick, el cine de Stan Brakhage y los primeros filmes de Josephine Decker. Sin terminar de renunciar a él, Stewart modula este estilo a medida que nos sumergimos en la historia de Lidia, a la que encarna, desde la adolescencia a la treintena larga, una Imogen Poots de un espectáculo apasionantes de esta edición del festival, que debería servir para consagrar a la actriz estadounidense.
El material de partida no era fácil: los traumas del pasado son una losa sobre la identidad de Lidia, que no encuentra la paz ni en los triunfos deportivos como nadadora ni en los novios comprensivos, como el que interpreta a Earl Cave, hijo de Nick Cave, al que maltrata por su falta de agresividad. La relación de Lidia con el sexo es complicada, por así decirlo, ya que se masturba furiosamente pensando en los abusos que sufrió y experimenta con el sadomasoquismo de la mano de una dominatrix encarnada por Kim Gordon, de Sonic Youth. La película abraza el dolor y la confusión de la vida tan compleja de Yuknavitch, que acaba encontrando la mesa de salvación en la literatura. Stewart lo cuenta todo con audacia narrativa y empatía por los personajes, y el resultado es magnífico.
No se puede lo mismo de uno de los títulos más esperados de la competición oficial, Die, my love, que también indaga en los problemas de salud mental, en este caso a través del descenso en el pozo de la depresión de una madre temprana devorada por el aburrimiento de los días largos sin nada que hacer y la frustración sexual. El regreso de la directora Lynne Ramsay a Cannes después deEn realidad, nunca fuiste aquí (2017) tiene ambición pero no acaba de sacar el zumo de las dos estrellas protagonistas, Jennifer Lawrence y Robert Pattinson. El tono enrarecido y áspero de la historia y la falta de tensión narrativa dilapidan los esfuerzos de una Lawrence entregada a la causa de representar la experiencia femenina de la alienación. La antipatía de los protagonistas y la falta de interés de las fugas oníricas que apunta Ramsay ponen difícil al espectador conectar con una historia de desamor sin calidez ni emoción.
Linklater homenajea a Godard y la Nouvelle Vague
También en competición oficial, Richard Linklater ha elevado el nivel con la magnífica Nouvelle Vague, luminoso homenaje a Jean-Luc Godard y la generación irrepetible de Cahiers du Cinema que cambió la historia del cine. La película recrea el rodaje deAl final de la escapada y consigue el pequeño milagro de ser razonablemente rigurosa en la reconstrucción de los hechos y al mismo tiempo traviesa y divertida. En formato 1:37 y en blanco y negro, Linklater copia las formas pero no se limita a hacer un pastiche, sino que captura también el espíritu de los protagonistas y de la época, especialmente el genio arrogante de Godard, que está caracterizado con la insolencia deenfant terrible que se le supone pero también un afilado sentido del humor y del compañerismo con los compañeros de Cahiers.
A diferencia de Michel Hazanavicius, que en Mal genio (2017) no supo retratar con humor a Godard sin ridiculizarlo, Linklater encuentra el punto justo de comedia y respeto que necesita la película a través de unos diálogos chispeantes punteados por los aforismos marca de la casa de Godard y de las muchas situaciones absurdas que provocaban los métodos y el talante disrupto. Además, sin perder nunca su espíritu juguetón, Nouvelle Vague ofrece una lección magistral sobre aquella revolución cinematográfica. Nouvelle Vague es la segunda gran película que firma este 2025 Richard Linklater, que ya maravilló a la Berlinale con Blue moon, algo que, de momento, le señala como el director más en forma del año.