Cine

"La censura cinematográfica en China busca el aislamiento emocional de los individuos".

Wang Bing estrena en el Festival de Locarno la segunda entrega de la trilogía 'Youth', sobre los efectos del modelo económico chino en la juventud del país

El director chino Wang Bing en Locarno
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Enviada especial a Locarno"Si no tienes derechos, ¿qué sentido tiene el dinero?", reflexiona uno de los múltiples protagonistas de Youth (Hard times), la extensa (casi cuatro horas) segunda parte de la trilogía que Wang Bing ha dedicado a registrar las repercusiones de la explotación laboral en los jóvenes chinos, cuya primera entrega, Youth (Spring) se estrenó en el Festival de Cannes 2023, mientras que la tercera, Youth (Homecoming) se podrá ver en la próxima edición de la Biennale de Venecia.

Nombre clave del cine contemporáneo, Wang no tenía en mente rodar una trilogía cuando desembarcó en Zhili, una ciudad del este de China conocida como el principal centro de producción de ropa infantil del mundo. Aquí llegan cada año miles de jóvenes de las provincias rurales cercanas a la búsqueda del trabajo que no encuentran en sus lugares de origen. Esto les convierte en potencial mano de obra barata que los incontables talleres textiles del área explotan sin miramientos.

Fotograma de 'Youth (Hard times)'

Cuando empezó a rodar la experiencia de estos trabajadores, Wang Bing se dio cuenta de que no le bastaría con el metraje convencional de una película para recoger la dimensión colectiva de las consecuencias de un modelo económico brutal, y decidió convertir el proyecto en una trilogía de unas diez horas de duración. Un metraje que tampoco es raro en la filmografía de un director que se dio a conocer con la monumental, en todos los sentidos, West of the tracks (2002), un gran fresco sobre el cambio de paradigma económico en el gigante asiático que también ponía de manifiesto las posibilidades de rodar en digital con el objetivo de combinar una aproximación a la vez colectiva e individual a las grandes transformaciones socioeconómicas.

Si West of the Tracks se centraba en el proceso de desmantelamiento de las grandes industrias estatales en China en el cambio de milenio, la trilogía Youth se sumerge en las consecuencias del nuevo modelo de producción subcontratada y ultraliberal que impera ahora, en el que no se protegen los derechos laborales de los trabajadores. Youth retrata a Zhili como una ciudad conformada por acumulaciones de talleres textiles combinados con dormitorios colectivos, un tejido urbano en el que no hay lugar ni tiempo para los espacios de socialización o la formación de hogares, por lo que la vida de los residentes queda absorbida por la jornada laboral.

Fotograma de 'Youth (Hard times)'

En esta segunda parte se ponen de manifiesto de forma más concreta las protestas o pequeños conatos de rebelión de unos obreros que ven cómo la policía se pone siempre en el lado de los explotadores. Las dificultades de organización colectiva de estos ciudadanos conectan con la función de la censura en el país, tal y como la ve el director. En la presentación del filme en Locarno, Wang Bing ha insistido en que su posicionamiento es más estético y emocional que político, porque su principal compromiso radica en la que para él es la naturaleza última del documental, el registro de la realidad más inmediata a través de las personas que lo habitan y sus emociones. Sin embargo, hace tiempo que Wang ha desistido de intentar desarrollar sus filmes con la aprobación del gobierno chino. Para él, el hecho de que títulos como Youth estén censurados en China tiene que ver con impedir que los ciudadanos puedan llegar a identificarse, conectar su mundo interior con las experiencias de otras personas. "Se trata de aislar las emociones de los individuos del resto, lo que acabará comportando problemas importantes".

De los trabajadores chinos a los vendimiadores portugueses

Wang Bing, que ya ganó un Leopardo de Oro en Locarno por la conmovedora Mrs. Barro (2017), ha compartido jornada con Fogo do vento, el primer largometraje de Marta Mateus, coproducido por otro viejo conocido del certamen, Pedro Costa. En plena vendimia en Alentejo, una joven se corta la mano y el color rojo de la sangre atrae la furia de un toro. La amenaza de la bestia obliga a los vendimiadores a subirse a los robles cercanos, donde permanecen medio olvidados por el resto del mundo. Suspendidos entre el cielo y la tierra, los campesinos comparten recuerdos de su trabajo y su vida, en una invocación de la historia reciente de Portugal que va cobrando vida en el paisaje.

La conexión entre ésta opera prima y el cine del director de Vitalina Valera es inevitable. Mateus invoca a unos referentes compartidos, la obra de Straub-Huillet, en la forma de trabajar con un grupo de intérpretes no profesionales de la comarca. Pero la directora construye una fábula más luminosa y colectiva con un indiscutible sabor rural que se inscribe en una siempre bienvenida voluntad de explorar formas más poéticas y al mismo tiempo populares de representación de la clase obrera.

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