Una comedia negra más bien gris con Joaquín Phoenix y Pedro Pascal

Si a alguien, a media proyección de esta película, le viene a la cabeza el pensamiento intrusivo de que si, en lugar de Eddington, el pueblo que aparece se llamara Springfield y, en vez de un filme, esto fuera un episodio deLos Simpson todo ello tendría más gracia, poco habría que rebatir. Porque como comedia negra sobre los comportamientos de los ciudadanos rasos estadounidenses en situaciones concretas, Eddington justea. Y, cuidado, porque todavía sería una analogía benévola. Si en lugar de la perspectiva de la sátira se quiere valorar la nueva película de Ari Aster como alegoría de Estados Unidos a partir de los sucesos que tienen lugar en el microcosmos de un pueblo pequeño, tal y como ha hecho, por ejemplo, John Sayles en repetidas ocasiones (Lone star, La tierra prometida, Silver City…), entonces la comparación sería sangrienta.

No sale muy bien, Ari Aster, ese director tan prometedor de filmes de terror (Hereditary, Midsommar), en este registro de cronista misántropo y socarrón de las tensiones sociales en Estados Unidos. Le falta foco. Parte de una tesis clara, eso sí: en períodos de incertidumbre, como los meses duros de la cóvid-19 en los que tiene lugar la acción del filme, la sociedad se estresa, y es entonces cuando la desorientación, el miedo y la angustia engendran discursos de odio y comportamientos violentos. De ese polvo vienen estos lodos, parece querer advertirnos al director de Nueva York. Pero ocurre que en esta panorámica sobre la estupidez humana, Aster no discrimina. Lo mezcla y lo ridiculiza todo: QAnon y antifa, Black Lives Matter y los antivacunas, MAGA y las redes sociales, las fake news y la desobediencia civil. Un posicionamiento sin posicionamiento que podría tener su qué si no fuera porque el filme se alarga, se vuelve excesivo y nunca encuentra su centro de gravedad. Entre tanta dispersión, dos o tres chistes bien echados o algunas explosiones de violencia sorprendentes no son suficientes para hacer redondo.