Crítica de cine

'Gru 4. Mi villano favorito': vuelve el reinado de los minions

Nueva entrega de la franquicia animada más exitosa de todos los tiempos

2 min
Una imagen de 'Gruo 4. Mi villano favorito'.
  • Dirección: Chris Renaud y Patrick Delage. Guion: Ken Daurio y Mike White
  • 95 minutos. Estados Unidos (2024). Animación

Uno de los rasgos que tienen en común los villanos más memorables que ha dado la cultura popular es su capacidad para volver a hacer fechorías incluso cuando todo el mundo les cree derrotados. Tiene cierta lógica, pues, que el personaje de Gru estrene ahora su cuarta película, aunque el concepto que le daba sentido –escoger como protagonista no a un héroe con valores positivos, sino a un siniestro megalómano con planes tan pérfidos como, por ejemplo, robar la Luna– se agotó en la entrega fundacional del 2010. Al final del filme, el genio del mal al que da voz y acento eslavo Steve Carell en la versión original ya se había ablandado hasta el punto de adoptar tres niñas huérfanas, pero eso no fue óbice para seguir estirando el chicle a base de secuelas, dos derivados protagonizados por los torpes esbirros de Gru, los minions (unas criaturas tan amarillas y ubicuas como los petisos carambanales que infestan las viñetas de Superlópez), y varias fugas transmedia que incluyen videojuegos y atracciones en parques temáticos. Ya puede decir misa la cinefilia y pregonar que la posteridad estará del lado Pixar y Studio Ghibli, que las cifras nos dicen que la saga creada por el estudio Illumination es la franquicia animada más exitosa de todos los tiempos.

Si me las quisiera dar de crítico ingenioso, podría decir que las películas de Gru hace ya tiempo que son más malas que su protagonista, pero lo cierto es que tienen una nada despreciable incombustibilidad. De hecho, el principal problema de Gru 4: mi villano favorito no es el agotamiento, sino un exceso de ideas que dispersa su foco. En teoría, el motor de esta entrega es el bebé que vuelve a poner a prueba las dotes paternales del exmalvado, y con el que empezará a formar un vínculo a través de un robo. Pero, además, también hacen su entrada en escena un rival afrancesado medio humano medio cucaracha, una enfant terrible que aspira a convertirse en leyenda maquiavélica e incluso un grupo de minions mutantes. Un superávit de estímulos que no llegan a distraernos del principal problema de la franquicia: el carisma más bien escaso del personaje central, siempre a punto de ser eclipsado por la primera novedad que se cruce en su camino o, sobre todo, por los sus fieles minions, que hace tiempo que encontraron la fórmula alquímica de la comicidad eterna en el slapstick y en el soberbio y babélico trabajo vocal de Pierre Coffin.

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