La invocación familiar del fantasma de Marcello Mastroianni

Pese al peso que le supone la fama de sus padres, Chiara Mastroianni se ha hecho un nombre en el cine francés y europeo de la mano de directores como Christopher Honoré, con quien también colabora en esta propuesta insólita, una comedia familiar y metaficcional en honor a Marcello Mastroianni. La película parte de una angustia específica de lo que ahora llaman nepo babies, las dificultades de la protagonista para que le reconozcan una identidad propia, lejos de la sombra de sus progenitores. En el filme, Chiara decide conjurar el fantasma de su padre mimetizándolo: aprovecha su semejanza para vestirse, actuar y hablar como él, sobre todo como lo recordamos en sus colaboraciones míticas con Federico Fellini en La dolce vita y 8 ½. Una metamorfosis muy efectiva que le permite explorar el vínculo con los espectros familiares y el eco de Marcello todavía en la memoria popular.

Honoré plantea este juego de espejos como una comedia de enredos hecha en familia donde no faltan antiguas parejas de Chiara como Benjamin Biolay y Melvin Poupaud, o viejos conocidos como la directora Nicole Garcia y el actor Fabrice Luchini. Marcello mío encuentra sus mejores momentos cuando la madre de Chiara y expareja de Mastroianni, Catherine Deneuve, entra de lleno en la propuesta y desvela emociones íntimas respecto a su relación (sobre el hecho, por ejemplo, de que Marcello fuera un mujeriego) o en la casa donde vivieron juntos; o cuando se llega a invocar el recuerdo del actor a través de personas que le conocieron o trabajar en él, como Stefania Sandrelli o Valeria Ciangottini, la actriz que encarnaba al adolescente del fin de La dulce vita. Pero los responsables de Marcello mío no siempre calibran hasta qué punto su entretenimiento familiar tiene interés para la audiencia o se queda en algunos momentos en un ejercicio endogámico sin mayor vuelo.