Oriol Bohigas
y Ferran Mascarell
01/12/2021
3 min

Has vivido casi un siglo. Has aportado mucho talento, muchísima inteligencia y una incontestable cantidad de empuje transformador. Has vivido con intensidad. Los que te hemos conocido sabemos que has vivido una vida de aquellas que vale la pena vivir. Has hecho aportaciones geniales a la arquitectura y todavía más al urbanismo. Has contribuido a hacer de Barcelona la gran ciudad que hoy es. En gran medida, la ciudad te debe el haberse reconocido a sí misma, haber percibido la capacidad de transformarse, de modernizarse, de ser un referente. Hiciste de la Escola d'Arquitectura de Barcelona un faro internacional.

También la cultura te debe muchas cosas. En primer lugar, la convicción de que una sociedad culta es una sociedad más justa, también más prospera o, por qué no, también más divertida. La política te debe la convicción de una idea sublime: la democracia tiene que ser más democrática. Y los que te conocimos te debemos la certeza de que hay que vivirla sin pararse para nada. Y, todavía más, que las convicciones hay que lucharlas hasta el final. Catalunya te debe la certidumbre de que con inteligencia y muchas ganas se puede tener un país infinitamente más avanzado y moderno del que tenemos.

Creo que nadie como tú, al menos en nuestro país, ha entrelazado con tanta convicción los principios de vieja modernidad novecentista con la modernidad de la segunda parte del siglo XX. En tu cabeza ha estado siempre la ciudad como un todo. Espacio privado y espacio público, instituciones públicas y privadas, urbanismo, cultura y civismo. Proyecto y detalle. Buen gusto. Por eso has presidido e impulsado museos y bibliotecas, escuelas y editoriales, por eso has escrito y teorizado. Fuiste el primero en reclamar manifestaciones a favor de las bibliotecas y la cultura. Has creído que la cultura, las bibliotecas y las grandes instituciones culturales son andamios imprescindibles para sostener una sociedad culta. Por eso tu implicación en el diseño urbano de la Barcelona de los ochenta y en la plasmación de los Juegos Olímpicos del 92.

Has propuesto, has contrapropuesto, pero por encima de todo has definido tendencias. Has hecho avanzar al país. Siempre digo que para hacer política hay que pensar, porque sin pensamiento –sin pensamiento pensado– no hay buen proyecto. Y sin proyecto no hay ciudad cualitativa, la ciudad que nos hace sentir parte de algo que va más allá de cada cual. Sintetizaste como nadie el sentido de la renovación de Barcelona en una frase sublime: recuperar el centro y dignificar la periferia. Y así se hizo. Dijiste que había que hacer bibliotecas cuando muchos decían que ya no tocaba. Y las hicimos. Te pusiste al frente de proyectos aparentemente imposibles, como una editorial en catalán, y contigo al frente fue un éxito. Cuando todo el mundo se marchaba de Ciutat Vella tú volviste a la plaza Reial. A vivir. A hacer ciudad con el ejemplo de vivir en medio. Si alguien, en nuestro país, condensa la modernidad ilustrada, eres tú. Desde la razón, desde la inteligencia, desde la ortodoxia más heterodoxa.

He tenido la suerte de compartir contigo trabajo en la concejalía de Cultura del Ayuntamiento y me honora haber sido tu vicepresidente en el Ateneu Barcelonès. Te vi trabajar de presidente de la Fundación Miró. Te recuerdo confraternizando con la querida y difícil Gae Aulenti y sus ideas no siempre posibles sobre el MNAC. He tenido la suerte de leer tus deliciosos dietarios y toda tu teoría urbanística y cultural. Me viene a la cabeza aquel magnífico Gràcies i desgràcies culturals de Barcelona y te escucho en aquel emotivo pregón en el Ateneu reivindicando la libertad, la igualdad y la fraternidad. Te tengo presente en centenares de conversaciones con verbo afilado, inteligente y alentador. Te veo escuchando música en tu casa con la mirada perdida en vete a saber qué nueva diablura intelectual. Has sido un buenísimo polemista. Siempre incisivo, pero también dispuesto a recular cuando los argumentos te convencían. Tu capacidad conceptual nos ha agrandado a todos.

En un país políticamente normalizado habrías podido ser un buen presidente o un buen alcalde de Barcelona. Aquí no. El sistema institucional provoca fugas de talento político en todas las direcciones imaginables. Pero, con todo, no dudo de que si la cultura es aquella totalidad compleja que incluye conocimientos, creencias, arte, moral, derecho, costumbres y todas las otras capacidades y hábitos que el hombre adquiere como miembro de una sociedad, tú eres uno de los hombres más cultos y creativos que he conocido. Muchas gracias, Oriol. 

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