Arquitectura

“Hemos pasado de la arquitectura del hardware a la del software”

La estructura saludable del edificio Slow, de BailoRull Arquitectura, cambia el paisaje de Sant Cugat del Vallès

El edific Slow, del estudio Bailo Rull Arquitectura, desde la cubierta ajardinada de la segunda planta
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Sant Cugat del VallèsLos arquitectos tienen cada vez más retos sobre la mesa. Desde hace años luchan para ser más verdes, porque el sector de la construcción es el responsable del 38% de las emisiones de dióxido de carbono; y la pandemia del covid les ha traído un desafío sin precedentes: hacer edificios que también sean el máximo de saludables. Es el caso del pionero edificio de oficinas Slow, en Sant Cugat del Vallès, del estudio BailoRull Arquitectura, formado por Manel Bailo y Rosa Rull, con el asesoramiento de la consultora especializada en espacios saludables H.A.U.S. Healthy Buildings. Se trata de una torre sobria forrada de metal y vidrio que se ha convertido en un hito urbano en un nuevo acceso a la ciudad. “La eficiencia energética monopolizó el discurso sobre la sostenibilidad, basada en el discurso de gastar más, pero después recuperar la inversión”, afirma el director de H.A.U.S. Healthy Buildings, Ricard Santamaria. “La diferencia entre la preocupación por el cambio climático con la del covid es que seguimos viendo el cambio climático muy lejos y el covid nos ha puesto en alerta porque mata, y mata rápido; a diferencia de otras enfermedades que se generan en espacios cerrados”, añade.

El edificio Slow, del estudio BailoRull Arquitectura
Panorámica con el edificio Slow, del estudio BailoRull Arquitectura

“Hemos pasado de la arquitectura del hardware a la del software”, dice el arquitecto Manuel Bailo para resumir como los widgets instalados en todo el edificio para controlar la calidad del aire, minimizar los campos eléctricos y magnéticos de la instalación eléctrica y tratar el agua, entre otras, se han sumado a medidas más tradicionales como tener en cuenta la orientación del edificio, las características de las fachadas según la radiación solar que reciben, la instalación de una planta fotovoltaica en la cubierta y de otra cubierta verde con especies autóctonas y que necesitan poca agua.

El proyecto del edificio Slow se remonta a hace unos diez años y es fruto del diálogo de los arquitectos y la promotora, la inmobiliaria Marcove, con el Ayuntamiento de Sant Cugat del Vallès, porque el edificio pudiera ganar altura respecto a sus vecinos y contribuir a poner las bases del futuro urbanismo de la zona, entre los usos industriales y los terciarios, y generar un interior de isla privado, pero de uso público. El edificio Slow tiene 15.000 metros cuadrados distribuidos en ocho plantas. “Cuando empezamos el proyecto planteamos que en lugar de hacer un edificio de oficinas como los industriales que ya había, lo levantaríamos”, dice Bailo. Esto permitió ganar en fachada y conseguir más iluminación y ventilación. Y en la fachada sur hay una galería de 1,70 metros de anchura que permite que los trabajadores de las oficinas tengan un espacio exterior.

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