Los herederos de los dibujantes de Bruguera reclaman su legado
Miles de páginas originales de cómics clásicos están ahora en manos de Prensa Ibérica. Hijos y nietos de los autores piden la devolución de este patrimonio cultural
BarcelonaEl mayo pasado empezaron los trabajos de derribo de la antigua rotativa del Grupo Zeta en Parets del Vallès, que antes había sido la imprenta principal de la Editorial Bruguera. La noticia no pasó desapercibida para algunos estudiosos del cómic, pero no por el significado histórico del edificio sino porque en un sótano de la nave se conservaba uno de los tesoros más importantes de la historia del cómic: miles y miles de originales de los dibujantes de Bruguera. Páginas de Mortadelo y Filemón, Las Hermanas Gilda, El Repórter Tribulete, Zipi y Zape, Doña Urraca, Carpanta, 13 Rue del Percebe... La lista es tan grande como los centenares de revistas y series que Bruguera publicó a partir de 1945 y hasta su quiebra, en 1986.
¿Dónde están estos originales ahora? ¿Y por qué estaban en Parets y no en manos de los autores o sus herederos? Es más fácil responder a la segunda pregunta: en Bruguera los autores no tenían derecho a conservar sus trabajos. Según explica el historiador Antoni Guiral en Los tebeos de nuestra infancia, la empresa les hacía firmar un contrato en el que constaba siempre como creador de los personajes Francisco Bruguera, que los cedía para que los dibujantes hicieran las historietas, que también eran propiedad del amo. La mayoría de los autores, claro, no recuperaron nunca ningún original.
Destruir antes de que devolver
Fue el caso de Jorge, alias del dibujante Miquel Bernet, creador de la serie Doña Urraca y uno de los grandes nombres de la primera etapa de Bruguera. Su hijo es otro gran dibujante, Jordi Bernet, conocido por obras como Torpedo 1936 y Clara de Noche. “Mi padre murió en 1960 y yo, con 15 años, lo sustituí un par de años dibujando Doña Urraca –recuerda–. Entonces ya reclamaba los originales, los míos y los de mi padre, pero no me hacían ni caso. Años después, un trabajador de Bruguera me trajo una pila de originales de mi padre partidos por la mitad. Los había visto en la papelera y los había cogido pensando en mí. Se ve que a menudo tiraban originales antiguos para hacer sitio a los nuevos”.
Indignado por el hecho de que la empresa prefiriera destruir las obras a devolverlas a los autores, Bernet escribió una carta a Rafael González, el director editorial, que a pesar de negar los hechos le envió uno sobre con algunos originales de Jorge. Fueron los únicos que recuperó la familia. “Los otros dibujos que tengo de mi padre se los compré a un tío que los había robado de los almacenes de Bruguera –explica–. Era una cosa que pasaba mucho durante los últimos años, cuando la empresa ya no pagaba a los trabajadores. Yo compré unos 80 originales y me costó un dineral”.
Otros herederos conservan muchos menos originales. De Vázquez, uno de los autores más importantes, prolíficos y representativos de Bruguera, su hijo Manolo solo conserva uno de la etapa de Bruguera, y se lo regaló el actor Santiago Segura, protagonista de la película El gran Vázquez. Otro hijo de Vázquez, Carlos, también tiene solo un original de su padre. Y Carme Rafart, hija de otro maestro de Bruguera, Raf, también tiene un solo original antiguo de su padre, el dibujo enmarcado de Sir Tim O'Theo que muestra en la fotografía que ilustra este artículo. “Es de la exposición de mi padre que hicieron en 1992 en el Salón del Cómic –explica–. Cuando la desmontaron, se lo regalaron a mi madre, que no tenía ninguno. También tengo algunas caricaturas y cosas que hizo después en El Jueves; ahí sí devolvían los originales”. Guim Cifré, nieto de Guillem Cifré, explica que para ver un original de la serie más popular de su abuelo, El Repórter Tribulete, tuvo que ir al museo de Larraz, en Aragón, donde se expone una página. “En la familia tenemos una decena de portadas de mi abuelo y unas 15 o 20 páginas, pero ninguna del Repórter Tribulete. Hoy no se podría hacer una muestra del personaje porque no hay originales para exponer: la obra de mi abuelo ha desaparecido”.
Trabajadores arrepentidos
La pista de los originales de Bruguera no es difícil de seguir. En1986 el Grupo Zeta compró la editorial con todos sus personajes y su fondo, incluido el famoso archivo de originales. La nueva editorial se llamó Ediciones B. La responsable del archivo era Julia Galán, que había trabajado en Bruguera como secretaria de Rafael González. “Yo era consciente de que algunos originales se destruían y de que otros se recortaban para remontarlos. Yo lo vi y me suponía una cargo de conciencia”, recuerda. Durante la época de Grupo Zeta, ella misma devolvió algunos materiales a los autores o a sus herederos. “Lo hacía cuando la gente me lo pedía o sentía que tenía que hacerlo, pero siempre de estranquis. Me sabe muy mal toda la gente que podría tener un recuerdo de su padre o abuelo y no lo tiene”, dice.
También simpatizaba con la reclamación de los autores el editor Ricardo Artola, que de 2007 a 2011 fue director editorial de Ediciones B. “Cuando trabajas en un lugar te debes a su línea empresarial, pero ahora puedo decir que la reivindicación de los autores está justificada. Aquello era prácticamente un secuestro, pero amparado por la ley”. Artola cree que el Grupo Zeta no supo estar a la altura de la situación. “Se tendría que haber hecho una devolución a los autores o las instituciones, pero yo no tenía la fuerza para decidirlo –dice Artola–. En cambio, lo que hacíamos era dar largas a los herederos; así, la gente se aburría y se cansaba. Yo me sentía muy incómodo con ese papel, la verdad”.
Uno de los receptores de las largas de Ediciones B fue Jordi Bernet. “Hablé con todos los directores de la editorial y no sirvió de nada –dice–. El último, Ernest Folch, un tipo muy simpático que me recibió con los brazos abiertos y me dijo que devolver los originales era prioritario para la empresa pero que tenía que tener paciencia porque el señor del almacén no conocía el archivo y primero tenían que seleccionar y escanear las páginas. El tiempo fue pasando y no volví a saber nada de él”. El ARA ha contactado con Ernest Folch, pero el actual editor de Navona ha preferido no participar en este reportaje.
El caso de Ibáñez y Jan
Uno de los pocos autores que durante la etapa de Ediciones B recuperó una parte importante de sus originales de Bruguera fue Jan, creador de Superlópez, que se acaba de despedir del personaje. “Los recuperé gracias al apoyo de Julia Galán y Miquel Pellicer, el director de revistas infantiles de Ediciones B”, subraya el dibujante, al que devolvieron los originales de los primeros álbumes de Superlópez publicados en la colección Olé!, así como los de algunas revistas antiguas de Bruguera. “Pero no todo”, matiza, y señala que de los originales de su otra gran serie de Bruguera, Pulgarcito, recuperó “solo una pequeña parte”. Hay mucho material antiguo que no le devolvieron nunca, pero reconoce que es un tema que no le quita el sueño. “Lo que me interesaba más eran los álbumes, porque las anteriores revistas de Bruguera me imponían una línea editorial que yo detestaba y solo aceptaba porque había vuelto de Cuba sin un duro y con mujer y dos niños”.
El otro gran autor de Ediciones B, Francisco Ibáñez, ha comentado en público varias veces que, a pesar de que lo horrorizaba que se destruyeran originales, él no tiene un interés especial en recuperar sus materiales más antiguos. Julia Galán tiene una anécdota que lo ilustra perfectamente: “El Salón del Cómic hizo una exposición sobre Ibáñez que incluía unos originales de El sulfato atómico, el primero gran álbum de Mortadelo, y, en lugar de devolver las páginas al archivo, se las hice llegar a Ibáñez. Le dije que me parecía que era un material muy importante, que si no las tenía quizás algún día sus hijas tendrían que comprarlas a un coleccionista. E Ibáñez me dijo: "¿Y ahora qué hago con esto, si no me cabe en ningún sitio?”
La lucha de los Escobar
Una actitud muy diferente tiene Sergi Escobar, nieto del creador de Zipi y Zape. De todos los herederos él es uno de los que más se ha enfrentado a Ediciones B por el legado de su abuelo y, de hecho, hace unos años consiguió que la familia recuperara la propiedad intelectual de Zipi y Zape y Carpanta. “En 2012 se hizo la película Zipi y Zape y mi padre y mi tía cedieron los derechos por una cifra irrisoria. Cuando los nietos nos enteramos hicimos una reunión y contratamos a un abogado. Enviamos un burofax diciendo que no renovábamos el contrato editorial y pedimos la propiedad de las marcas y la devolución de los originales. Al principio se rieron de nosotros y nos dijeron que si íbamos a juicio tendríamos problemas para demostrar que Escobar era el padre de Zipi y Zape, que ellos podían demostrar que el creador era el señor Bruguera”.
Contra todo pronóstico, la familia Escobar acabó ganando al Grupo Zeta, que necesitaba como fuera el permiso de los herederos para sacar adelante una segunda película de Zipi y Zape que ya estaba en producción. “Firmamos un nuevo acuerdo editorial con mejoras generales y de royalties y recuperamos las marcas de los personajes y los originales desde 1987, pero no hubo manera de conseguir los de la época de Bruguera, se cerraron en banda como si le fuera la vida. Y para no tener que ir a juicio, acabamos aceptando”, dice Escobar, que aún así sigue reclamando los originales de su abuelo y, hace unos años, incluso se presentó a la rotativa de Parets con la abogada y un notario exigiendo verlos. “Habíamos pedido mil veces ir porque teníamos derecho a hacer uso de ello pero no nos hacían caso, así que fuimos al grano. No nos dejaron entrar, pero al cabo de una semana sí. Me prepararon una mesa con algunos sobres de originales pero yo exigí ver el almacén donde estaba el archivo. Y a regañadientes nos dejaron entrar un rato. Lo tenían más o menos ordenado, ensobrado y en cajas grandes. Había una caja enorme de Escobar, otra de Mortadelo y muchos estantes con miles de sobres”.
Carles Santamaria, ex director del Salón del Cómic, también frecuentó el famoso almacén de Parets en 2004 mientras preparaba con Jaume Vidal la exposición del CCCB La factoria Bruguera. “Aquello era el Fort Knox del cómic pero pudimos ir cada viernes durante seis meses y revisamos entre 5.000 y 6.000 originales –recuerda Santamaria–. Había mucho material de los 60, pero de los 40 y los 50 faltaba mucha cosa. Durante la quiebra de Bruguera por ahí pasó mucha gente y arrasaron”. Santamaria opina que las condiciones de conservación en Parets “no eran óptimas, pero sí dignas”. Los originales, apunta, “no estaban clasificados ni ordenados, pero sí agrupados en archivadores”.
El archivo vuelve a cambiar de manos
La pregunta del millón es quién tiene ahora los originales, en qué estado y dónde. Cuando el grupo Penguin Random House adquirió Ediciones B en 2017 muchos supusieron que el archivo de originales estaba incluido en la compra. Algunos autores y herederos incluso se dirigieron a Penguin Random House para reclamar los originales de Bruguera, pero la empresa no los tenía: se habían quedado en el Grupo Zeta. Según fuentes de Penguin Random House, no fue una petición suya; el Grupo Zeta no los puso nunca encima de la mesa y, por lo tanto, no formaban parte de la venta. Lo que sí adquirieron con la compra de Ediciones B fue un archivo con centenares de publicaciones de Bruguera, un fondo que Penguin Random House está valorando ceder a la Biblioteca Nacional de Catalunya, muy interesada en el patrimonio de Bruguera.
El actual propietario del archivo de originales de Bruguera, en realidad, es Prensa Ibérica, el grupo editorial que en 2019 adquirió el Grupo Zeta. Fue entonces cuando Pepe Serra, director del Museu Nacional d'Art de Catalunya (MNAC), se reunió con un directivo de Prensa Ibérica para trasladarle el interés del museo en los originales. “La Generalitat tiene un plan de cómic y una comisión que está trabajando en el relato del cómic catalán y en la compra de colecciones, y se identificó el archivo de Bruguera como un patrimonio muy valioso para explicar la historia del cómic –dice Serra–. Yo hablé dos horas con un directivo de Prensa Ibérica y le expliqué que no reclamábamos nada, solo nos ofrecíamos desinteresadamente, como museo público, a conservar, proteger y difundir este fondo. Él tomó nota y dijo que lo mirarían, pero de momento la respuesta ha sido el silencio”. Sergi Escobar también asegura haber hablado con personal de Prensa Ibérica interesándose por los originales de su abuelo: "La última vez que hablé con ellos me dijeron que los originales están ahora en un almacén de documentación en Manresa o Vic”. Las fuentes de Prensa Ibérica consultadas por el ARA no han precisado la actual localización de los originales y no tenían constancia de que se hubieran producido contactos con ningún heredero o con el MNAC.
Los herederos de los autores de Bruguera con los que ha hablado el ARA no ven mal la posibilidad de una mediación de la Generalitat con Prensa Ibérica. “No es que tengamos un enorme interés por poseer los originales para enriquecernos con ellos, no se trata de esto –subraya Guim Cifré–. Pero creo que tendríamos que saber dónde están estos originales y cuántos hay”. “Y si hubiera una donación la tendríamos que hacer nosotros, no Prensa Ibérica”, añade Jordi Bernet: “Queremos recuperar lo que es nuestro, y después ya veremos lo que hacemos”. Para Carme Rafart, en cambio, la prioridad es que se reconozca el trabajo de su padre: “Su obra no tendría que estar encerrada en unas catacumbas”. Algunos de los herederos que aparecen en la fotografía de este reportaje ya se conocían pero otros no. Del encuentro con el ARA sale el compromiso de mantener el contacto y un grupo de WhatsApp: Família Bruguera. Pero la pelota está ahora en el tejado de Prensa Ibérica.