Expolio nazi

El arte robado por los nazis que ya no volverá a sus propietarios

Una abogada reivindica un tribunal y una legislación internacional para resolver decenas de miles de casos pendientes

Soldados estadounidenses con obras que habían sido expoliadas por los dirigentes nazis.
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BarcelonaEs bastante difícil poner una cifra en el saqueo nazi. El museo V&A de Londres conserva la única copia conocida del inventario que elaboró Goebbels del arte incautado por el régimen nazi en instituciones públicas de Alemania, principalmente durante los años 1937 y 1938. El informe del ministro de propaganda del Reich incluye más de 16.000 obras, pero si la lista se amplía a los datos de los que se tienen en otros países y se tienen en otros países Center for Art Law, con el Nazi‑Looted Art Restitution Project, o la Claims Conference, en colaboración con el United States Holocausto Memorial Museum, la cifra supera las 650.000 obras de arte que o bien fueron robadas o compradas a muy bajo precio bajo presión.

Los nazis arrasaron todo lo que pudieron en Francia, Polonia, Países Bajos, Austria... Robert B. Storey, uno de los fiscales estadounidenses de los juicios contra los principales criminales de guerra en Nuremberg, afirmó que el expolio del Tercer Reich equivalía a todos los tesoros del Metro, Louvre de París y la Galería Tretiakov de Moscú. Se calcula, por ejemplo, que Polonia perdió prácticamente el 70% de su patrimonio artístico.

Los herederos de las víctimas del saqueo no lo han tenido nada fácil para recuperar lo que les fue rapiñado. Se calcula que existen más de 200.000 obras de arte que todavía no están en manos de sus legítimos propietarios. "Hay problemas jurídicos insalvables en la mayoría de las legislaciones creadas para poder devolver los bienes culturales a sus legítimos propietarios", señala Sonia María Fernández López (Verín, Ourense, 1975), procuradora, profesora de derecho internacional en la Universidad de Barcelona y autora de la tesis La restitución de obras de arte y bienes culturales saqueados en conflictos armados. Especial referencia al arte incautado en el período nazi. Fernández cree que es necesaria una legislación y un tribunal internacional que trabajen en estos casos.

Termina el tiempo

Entre otros problemas, Fernández señala que, en ocasiones, las reclamaciones no están bien fundamentadas. Otra dificultad es la expiración de las leyes sobre restitución. Por ejemplo, en el caso de Estados Unidos, a partir del 1 de enero de 2027 ya no se podrá aplicar la ley sobre la recuperación de arte expropiado del Holocausto de 2016 (HEAR, en sus siglas en inglés), que establece un plazo de seis años para presentar reclamaciones sobre arte robado o vendido forzadamente durante la era de 3 de diciembre 1945). La cuenta atrás de los seis años comienza en el momento en que la persona afectada averigua la ubicación de la obra y tiene toda la documentación necesaria para poder iniciar una reclamación. Por ejemplo, si un heredero descubre en 2025 que una pintura familiar está expuesta en un museo estadounidense, tiene hasta 2031 para reclamar, basándose en el plazo de la ley HEAR. Si no se descubre hasta 2028, en principio no podrá utilizarla, y deberá recurrir a otras leyes ordinarias, por lo que la reclamación será mucho más complicada.

Hay también interpretaciones diferentes en relación a lo que se entiende por usurpación y lo que se supone que es una compra de buena fe. Según el país, variará quien se considera que es el legítimo propietario. "En el caso de Estados Unidos suelen prevalecer los derechos de los propietarios originales y en el caso de Europa se ha tendido a dar la razón a los propietarios actuales esgrimiendo que no hubo usurpación sino que las obras se adquirieron de buena fe por terceros, con lo que se protege a los museos, que son propietarios de muchas de estas obras", explica Ferná. A menudo, han quedado en evidencia las dificultades de reconciliar la buena fe con la injusticia histórica. Uno de los últimos casos más controvertidos, en este sentido, fue el de los herederos de la coleccionista Lilly Cassirer contra el Museo Thyssen de Madrid. Cassirer tuvo que malvender Rue Saint-Honoré por la tarde. Efecto de la lluvia, de Camille Pissarro (1830-1897), para poder huir de Alemania. En 1976 el cuadro lo compró el barón Thyssen-Bornemisza por 360.000 dólares a un marchante de Nueva York. Actualmente, tiene un valor de 38 millones de euros y los tribunales dieron la razón al Museo Thyssen, apoyado por la Abogacía del Estado y el ministerio de Cultura. De hecho, muchas políticas y tribunales han primado los derechos de quienes han comprado estas obras de "buena fe". Además, el paso del tiempo y el hecho de que se vayan desvaneciendo las pruebas lo complican aún más a los reclamantes.

El poder de los estados

Otro obstáculo para las familias es que los tribunales de un estado no pueden juzgar a otro estado sin su consentimiento. La inmunidad de un estado extranjero ha sido alegada en distintos litigios sobre arte robado por los nazis. Existen convenios internacionales, como los Principios de Washington sobre Arte Confiscado por los Nazis (Washington DC, diciembre de 1998), acuerdo que en su preámbulo ya deja claro que no tiene carácter vinculante y, por tanto, nadie está obligado a cumplirlo, o la Declaración de Terezín. "Estado español ha firmado estos dos tratados, pero después no ha hecho caso, como se demostró con el caso del Pissarro del Thyssen. Es un ejemplo más de que estos convenios son simplemente declaraciones de intenciones y diplomacia, una cuestión de quedar bien, pero que al final no se aplica", afirma Santos M. Mateos Rusillo, el historiadorEl Noé del patrimonio artístico catalán (Editorial Base, 2022). "Es muy triste que las familias tengan que contratar abogados e iniciar litigios que se alargan a lo largo de los años. Tienen que vivir un calvario y es como un doble castigo", afirma Mateos, quien recuerda que en España también ha pasado con las obras de arte expoliadas por los franquistas. "Además, mucha gente no tiene recursos para abrir estos litigios", añade.

Museo de Pontevedra
La devolució de les obres a l'estat polonès

En octubre de 2022 el Museo de Pontevedra entregó al estado polaco un díptico medieval del siglo XV, atribuido al pintor neerlandés Dieric Bouts. En concreto, se trataba de una Dolorosa y uno Ecce homo que originalmente integraban la colección de la princesa Czartoryski. Esta familia aristócrata polaca tenía su propio museo con más de dos mil obras, pero se las llevaron los nazis cuando ocuparon el castillo de Gołuchów. No se sabe qué recorrido hicieron las obras, pero en 1981 eran propiedad del empresario español José Fernández López, y la Diputación de Pontevedra las compró en 1994. El Museo de Pontevedra recibió una reclamación de los herederos de la familia Czartoryski. Por último, y siguiendo el proceso que marca la ley del 2017, que indica la restitución de bienes culturales que salgan de forma ilícita de un miembro de la Unión Europea, devolvió las obras al estado polaco.

Museo de Pasadena (California)
"Adam i Eva" de Lucas Cranach el Vell

En 1931 el marchante neerlandés Jacques Goudstikker compró Adán y Eva de Lucas Cranach el Viejo. Goudstikker murió en 1940 mientras huía de los nazis y toda su vasta colección pasó a manos de Hermann Göring. Los aliados recuperaron buena parte de las obras y las entregaron al estado neerlandés, que vendió Adán y Eva en 1966 a George Stroganoff-Scherbatoff, que en 1971 la vendió en el Museo Norton Simon de Pasadena, en California. Décadas después, en 2007, Marei von Saher, la joven de Goudstikker, demandó al museo californiano. El museo alegó que había comprado la obra lícitamente en el estado neerlandés. Los tribunales estadounidenses reconocieron que todo el expolio nazi era una atrocidad moral, pero consideraron que carecían de suficiente autoridad para invalidar una acción del estado neerlandés.

Museo Metropolitano de California
L'Actor de Picasso

Pablo Picasso pintó El actor hacia 1904 y la compró el coleccionista Paul Leffmann, quien en 1938, cuando huyó con su esposa de la Alemania nazi, la vendió a los galeristas Hugo Perls y Paul Rosenberg. En 1941 Thelma Chrysler Foy la compró y en 1952 la dio en el Metropolitan Museum de Nueva York. En el 2016 la bisnieta de los Leffmann, Laurel Zuckerman, reclamó la devolución de la obra o una compensación alegando que sus bisabuelos la habían tenido que vender bajo coacción. Sin embargo, los tribunales dieron la razón al museo con dos argumentos: consideraron que no hubo coacción ni amenazas específicas y que había pasado demasiado tiempo.

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