Morirse de hambre en un psiquiátrico: la dramática situación durante la Guerra Civil
Las cartas de los internos constatan la situación de hambre que se vivió en los centros de Sant Boi y Sant Andreu, donde murieron miles de personas en tres años
Barcelona"Muy respetable señor. Perdone que le moleste, pero las circunstancias que atravesamos son tan críticas, que me dirijo a usted para pedirle que haga cuando le sea posible, para que nos den más comida, y para que cuezan bien las legumbres. A veces nos dan una comida que me duele de tan crudo que está", escribía en una larga carta Josepa B. el 1 de enero de 1939. Josepa, que llevaba 23 años interna en el Instituto Mental de la Santa Cruz, en Barcelona —conocido popularmente como el Mental de Sant Andreu—, quería casarse con otro interno, Pere C. Pedía una habitación para ambos y trabajo para poder comer como empleado. "Yo no tengo mucha fuerza, pero podría limpiar la barbería, porque Peret [el interno con el que quería casarse], después de afeitar y cortar el pelo, todavía se ve obligado a hacer la limpieza. Trabaja mucho más que los otros empleados, tan delgado que está, él que era gordo. Estremos y Borrás, que el 7 de octubre de 1937 fue nombrado administrador del centro por el departamento de Gobernación y Asistencia Social. La carta forma parte de un conjunto de documentación que dio en octubre pasado la limpia de Estremos, Anna Estrems, en el Archivo Histórico del Hospital de la Santa Cruz y San Pablo. Es la primera vez que podemos leer la voz de quienes estuvieron internados en el psiquiátrico en aquella época.
Hace un año, l'ARA empezó a investigar qué había pasado en el psiquiátrico de Sant Boi y en el Instituto Mental de Sant Andreu, porque los datos de mortalidad durante la Guerra Civil son escalofriantes y superan con creces los de cualquier cárcel o campo de concentración franquista. Entre julio de 1936 y diciembre de 1939 murieron 3.160 hombres y mujeres en Sant Boi. Tan sólo en octubre de 1938 se registraron 298 defunciones en Sant Boi. Es decir, una media de casi diez muertes diarias. Este centro no era el único que vivía en una situación dramática. Entre el 18 de julio de 1936 y finales de 1939, en el Instituto Mental de Sant Andreu murieron 751 personas. En julio de 1936, el centro alojaba a 440 mujeres y 339 hombres (779 pacientes). Sin embargo, no quiere decir que murieran prácticamente todos los internos, porque continuaron ingresando personas durante los tres años de guerra.
No hay ningún testigo que pueda explicar qué pasó en los centros durante la Guerra Civil, pero sí quedan las cartas y los documentos. En Sant Boi, hacia finales de 1938, se dispararon los casos de enterocolitis, que es la inflamación del colon y de los intestinos por el estado de la comida y las condiciones higiénicas. Otra causa de muerte que se repite, y que aumenta hacia la segunda mitad de 1938, son los distintos tipos de caquexias, relacionadas a menudo con la inanición. Aparece también "desnutrición", "carencia" y "síndrome avitanímico". Los enfermos debían de ser la última de las prioridades de la administración y no llegaban los recursos.
Denuncias a trabajadores
Josepa quería ser considerada una trabajadora para poder entrar en la cocina y acceder a la comida. No pudo casarse con Pedro porque murió en junio de 1939, seis meses después de haber escrito la carta.
Es difícil que alguien escuchara a hombres y mujeres que, a veces, hacía muchos años que vivían aislados en estos centros. Sin embargo, gestores y directores, por la documentación que se ha guardado, se esforzaban por que las cosas fueran un poco mejor. Hubo trabajadores que se desvivían por ellos, pero también hay denuncias por robar comida. El 23 de junio de 1938, en el Instituto Psiquiátrico de Sant Andreu, hay una que firman varios internos: "Antes de servir la comida a los enfermos tienen la costumbre de separar un plato para ellos", asegura la denuncia. "Una prueba de la mala fe empleada era que en lugar de usar platos grandes para las legumbres, les servían, contrariamente a la costumbre, en platos pequeños de los que se usan para entrantes para así disimular la poca cantidad servida", añaden los denunciantes. Los trabajadores se defendían diciendo que sólo comían si sobraba y que, en ningún caso, se llevaban a casa.
Incluso en mayo de 1938 hubo la denuncia a una trabajadora del Instituto Mental de Sant Andreu por llevarse un pañuelo: "Si bien es verdad que una vez estando en la sección novena, a causa del frío que hacía, se llevó un pañuelo al salir del establecimiento, eso también lo hacían otros empleados, y ella lo devolvió al día siguiente mismo", se defendía la trabajadora. En Sant Boi, otra trabajadora fue denunciada en marzo de 1938 por haber cogido un poco de pan para darlo al nieto.
La expulsión de enfermeras
Sin embargo, los responsables intentaban salir adelante. En junio de 1938, el médico director del psiquiátrico de mujeres de Sant Boi pedía el traslado de 49 enfermeras, enfermeras en prácticas, asistentes, asistentes sociales... No las quería en la institución: " Se debe tener en cuenta que aproximadamente el 50% de las enfermas asiladas sufren la enfermedad mental llamada esquizofrénica en su frase crónica, que se caracteriza por una tendencia al aislamiento. En la mayor parte de las ocasiones son incapaces de demostrar interés por los acontecimientos que no se producen en su entorno, no quejándose si no comen. otros dos grandes grupos: las enfermas idiotas o imbéciles profundas y otras, las viejas o no, que están completamente demenciadas. Todas estas y otras, necesitan especiales. atenciones que ellas generalmente nunca piden, por eso el personal que rodea a las enfermas psíquicas, además de ser inteligente, debe reunir una serie de condiciones especiales: paciencia, serenidad, perseverancia, capacidad de trabajo, espíritu de sacrificio, vocación. .. aparte de cualidades físicas imprescindibles". El responsable del psiquiátrico de Sant Boi añadía que era más importante la calidad que la cantidad, y que ninguna de las 49 reunía los requisitos para hacer bien el trabajo.
La situación en estos centros debió de ser bastante desesperante. En mayo de 1938, el director del Instituto Mental de Sant Andreu, Òscar Torras, escribió: "La vida intramanicomial se hace cada día más angustiosa, por exceso de número de enfermos, y esta sobrepoblación se debe principalmente a las dificultades que encuentra la dirección médica por parte de los parientes de los enfermos a reintegrarlos a su ambiente familiar alegando, en su resistencia, la poca confianza en su curación, y por tanto el miedo al retorno de las reacciones morbosas que obligaban a recluirlos. Las dificultades actuales de la vida familiar y social acaban de agravar el problema, hasta el punto de que nos encontramos ahora, muy a menudo , con la que la única motivación del internamiento de un enfermo y el mayor obstáculo que se opone a su salida es la incomodidad de cuidarle y mantenerlo. Ha llegado a tal extremo esta norma que, en estos últimos tiempos, han ingresado algunos enfermos con la sola tara mental de tener una edad avanzada, y con la mala condición social de no poder ganarse la vida y necesitar el sostenimiento de los demás".
La falta de recursos y una superpoblación pueden ser, pues, dos de los motivos por los que hubo una mortalidad tan estremecedora en estos dos centros donde había una población extremadamente vulnerable que difícilmente podía hacer oír su voz.