¡Bang, bang, Enric Casasses!
Compartir el mismo universo literario infantil con Enric Casasses me ha hecho sentir más cerca
BarcelonaCuando, de pequeña, leía El pequeño Nicolás, una de las cosas que más me gustaban eran los nombres de sus amigos. De hecho, cuando me quedé embarazada de mi hijo, rápidamente los repasé, por si alguno me servía, pero me pareció que mi deseo de homenajear Sempé (y Goscinny, también, pero sobre todo Sempé) sería una penitencia para él. No eran nombres especialmente comunes, diría que ni siquiera en Francia. Estaban Eudes, Clotaire, Agnan (¡que era un auténtico balón! No sé por qué, eso siempre lo recuerdo) o Maixent, que aún ahora no sé cómo pronunciarse. También estaba Joachim, que era un poco preferido porque mi padre y uno de mis hermanos se llaman, y me llamaba la atención el exotismo de escribirlo con "ch". Pero el nombre que más me gustaba, sin duda, era el del mejor amigo de Nicolás, Alceste. Le recuerdo como un niño tranquilo y bastante gordo, al que ponían a menudo de portero porque, por su volumen, hacía más difícil marcar. Le gustaba mucho comer, en el patio siempre llevaba una buena merienda que le dejaba las manos grasas. Yo le envidiaba especialmente los "pain ave chocolate", que había probado alguna vez en Francia, cuando los veranos atravesábamos la frontera para ir de compras a un supermercado francés, una de mis tradiciones familiares preferidas. En aquella época, en Barcelona, como mucho podías aspirar a comprarte una napolitana de chocolate que no se había acercado a la mantequilla ni por casualidad. también le guste mucha comida, sino porque su nombre también me fascinaba cuando me encontraba, de pequeña, Joe, William, el nombre de los otros tres, ¿de acuerdo? En cualquier caso, la curiosidad del nombre hacía que le tuviera una simpatía especial. Y mira que era bobo, pero también era más divertido. Luke" (Si veis los dibujos, como yo, estarán cantando), más rápido que su sombra. Hoy he podido volver a ese universo gracias alEnric Casasses. Hace poco me perdí una nueva edición de un ciclo espléndido que hacen en la librería La Central, que se llama "Los libros que me han influido". Ya han pasado Albert Serra, Enrique Vila-Matas, Sergi Pàmies, Victoria Cirlot, Eduardo Mendoza y Patrick Radden Keefe. Me encanta la idea de las sesiones, que permiten seguir las afinidades y trayectorias lectoras de escritores y creadores admirados, pero todavía no he podido ir. A ver si consigo estar en la próxima, la de Nora Catelli, que comienza a mediados de octubre. Por suerte, la librería saca a posteriori un listado de los libros mencionados por cada participante, y acaban de publicar los de la sesión de Enric Casasses. Encontrará Víctor Catalán, Clarice Lispector, Max Jacob, Francesc Pujols, Marina Tsvetàieva o Antonin Artaud, pero también Mamá Dalton, de la colección de Lucky Luke de Morris y Goscinny. ¡Qué ilusión que me ha hecho! Es una tontería, pero compartir el mismo universo literario infantil que Casasses, me ha hecho sentir más cerca. También me ha hecho pensar, una vez más, en la importancia de los libros que leemos de pequeños, en la impronta que nos dejan. Y, claro, qué maravilla que un gran poeta como él ponga de lado una literatura más elevada con una tan popular como los cómics de Lucky Luke. ¡Bang, Bang, Enric Casasses!