El combate de escribir en catalán: 'rigidez' contra 'naturalidad'
La valiosa correspondencia entre Joan Coromines y Joan Sales, recuperada ahora por Club Editor, muestra la preocupación por cómo expresarse literariamente con eficacia y cómo conectar con los lectores, debate que resuena en la literatura que se escribe actualmente
Barcelona"Habría que saber de una vez si el catalán aspira a ser una lengua viva, usual, normal, una lengua de todos, o bien si por el contrario aspira a ser la lengua sagrada de una minoría de iniciados", escribía el 20 de marzo de 1959 el editor y escritor Joan Sales (Barcelona, 1912-1983) al lingüista Joan Coromines (Barcelona, 1905-Pineda de Mar, 1997). "Si es esto último, créanme, no vale la pena –añadía Sales–. Dejemos [el catalán] de una vez por todas a manos de los pedantes, que disfruten ellos con ellos. Es tristísimo que el espíritu de pedantería es haya apoderado tantas veces de nuestra literatura".
Coromines respondía a Sales poco después desde Chicago, donde impartía clases en la universidad, enmendando algunas de las opciones que el autor y editor había escogido para dotar de mayor verosimilitud Incerta gloria (la primera versión se había publicado a finales de 1956). "En general os diré que el tono deliberadamente impurista deIncerta gloria seguía en cierto modo en este libro donde, entre otras cosas, se trataba de pintar un ambiente de fuerte barriga-mezcla lingüística –escribía–. Pero en otra novela debería mirarse un poco más". Coromines ponía en duda que el escritor catalán tuviera que utilizar "todo lo que está vivo y tiene un curso más o menos amplio en el hablar barcelonés", y que a veces pareciera que le era "olímpicamente diferente" servirse de castellanismos, entre otras muchas expresiones que él nunca escribiría porque le sonaban "forasteras", brindar una ocasión, armar discusión, no está mal o sudoroso.
Contra "la dictadura de los filólogos"
En su carta, Sales se quejaba de "la actual dictadura de los filólogos" y admitía que "las generaciones de catalanes menores de 35 años" ya no se sentían identificados con el catalán escrito. Coromines se mostraba de acuerdo "hasta cierto punto": la lengua literaria, si bien es "sobre todo el escritor quien la hace, por todas partes los filólogos, o al menos ciertos filólogos con capacidad crítica y literaria, hay col ·laborado muy principal y esencialmente". "Castellanismo o no, ¿el escritor debe usar indiferentemente y con una equidad perfecta todo aquello que sea moneda corriente y lenguaje eficiente?", se pedía también el lingüista.
Coromines y Sales discutieron sobre lengua durante casi cuatro décadas, desde 1946 –en la que apenas se podía publicar ningún libro en catalán a causa del régimen franquista– hasta 1983, año de la muerte del autor de 'Incerta gloria. Club Editor vuelve a poner al alcance de los lectores el volumen que las recoge, Cartas 1946-1983. En busca del catalán usual, con un prólogo nuevo que firman la editora Maria Bohigas (limpia de Sales) y, por parte de la Fundación Coromines, Josep Ferrer y Joan Pujadas.
"Incluye 125 cartas, y tanto por el volumen como por el contenido podemos afirmar que es uno de los epistolarios más importantes del siglo XX de la literatura catalana", afirma Pujadas. "La gente de la República se marcaba grandes objetivos: sus estándares eran de alta calidad cultural", continúa Josep Ferrer, antes de recordar dos de los grandes proyectos de Coromines, Diccionario etimológico y complementario de la lengua catalana (1980-1991) y elOnomasticon Cataloniae (1989-1997). En este último, para recoger los nombres de lugares de los Països Catalans "el autor tuvo que realizar cientos de excursiones y entrevistas durante décadas". Nacido en 1912, siete años después de que el lingüista, Joan Sales no se quedaba corto: "Antes de la guerra se había preocupado de dominar su lengua, conocía bien la obra de Pompeu Fabra y trabajó de profesor de catalán en las Enseñanzas Técnicos de la Generalitat –recuerda Maria Bohigas–. La guerra hizo un soldado, y después un exiliado aprendió el oficio de linotipista y corrector". Poco después de regresar a Cataluña trabajó en la editorial Ariel, antes de fundar en 1955, junto con Xavier Benguerel y Joan Oliver, El Club de los Novelistas, primero vinculada a Aymá, después como colección de Club Editor.
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Joan Coromines
"Coromines era sin lugar a dudas el lingüista mejor preparado de su generación y de las precedentes, y lo seguiría siendo durante mucho tiempo después de la guerra", se puede leer en el prólogo de En busca del catalán usual '. Las discrepancias sobre el modelo de lengua a utilizar en una novela y sobre el valor de los filólogos fueron constantes, con Joan Sales. Coromines estaba a favor de la "levísima violencia" de poder hacer decir a un personaje 'bien' en lugar de 'bueno' o 'entierro' en lugar de 'entierro'.
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Joan Sales
"Es tristísimo que el espíritu de pedantería se haya apoderado tantas veces de nuestra literatura", se quejaba Joan Sales. Editor y autor de la novela 'Incerta gloria, Sales bregó durante toda su trayectoria -escribiendo y publicando libros- para servir una lengua que fuera lo más correcta posible, pero, al mismo tiempo, estuviera cerca de la lengua “viva , usual, normal” de los catalanes. Estaba convencido de que, en caso de que la lengua literaria se distanciara demasiado de lo habitual, las nuevas generaciones se sentirían demasiado lejos de los libros para leerlos.
Inmovilismo 'versus' eficacia
"Corominas y Sales tenían posiciones sensiblemente diferentes en varias cuestiones, pero compartían lo esencial, un vínculo muy fuerte con el país y la imposibilidad de desertar –continúa Bohigas–. También la constatación de que no vale la pena levantar ese país si no es con ambición". Ambos trabajaron juntos en varias ocasiones: la pareja formada por Sales y Núria Folch se dedicaron a recoger topónimos durante tres veranos para el proyecto delOnomasticon; más adelante, el editor impulsó el libro de Coromines Ocios y conversaciones de un filólogo (1971) y también corrigió los primeros volúmenes del Diccionario etimológico. "La colaboración entre ambos fue constante, y la discrepancia sistemática", añade Carles Duarte, quien también tuvo una relación profesional y de amistad con Coromines a partir de 1979, y fue uno de los artífices del Diccionario etimológico. "En la época en que se escribían había tensiones notables sobre qué modelo de lengua debía utilizarse –continúa Duarte–. Si tuviéramos que hacer una gradación en la rigidez, en un extremo encontraríamos la posición del Institut d'Estudis Catalans, ejemplificada en Ramon Aramon, y en el otro Joan Sales. A medio camino de uno y otro encontraríamos a Joan Coromines".
El nombre del filólogo Ramon Aramon i Serra (Barcelona, 1907–2000) es uno de los más criticados en la correspondencia entre Coromines y Sales, sobre todo por el segundo. "Aramon y Coromines fueron discípulos de Fabra a la vez –recuerda Duarte–. Después de la guerra, Coromines se marchó del país y Aramon se quedó. El criterio normativo de Aramon era muy rígido, pero hay que entenderlo en una situación tan adversa como la que vivía la lengua. En circunstancias tan duras, sólo ese inmovilismo da la certeza de que las cosas no se tumbarán del todo". Sales defendía un modelo más cerca de los hablantes. "La suya es una obsesión lúcida por construir una lengua eficaz, que suene natural", dice Bohigas. En este punto, Josep Ferrer recuerda la importancia de la adaptación a los registros de la lengua que utilizan los autores: "La jerga tiene fecha de caducidad, y sólo hay que echar un vistazo a los diálogos de algunas novelas negras de época. Hay que tener en cuenta también que la ultracorrección también caduca".
Cuando discutían sobre qué modelo de lengua novelística de antes de la guerra salvarían, Joan Sales mencionaba la propuesta de Víctor Català a Soledad. Con ese "poema en prosa" conseguía huir de las constricciones del realismo valiéndose de un catalán arraigado en el habla de L'Escala, que la autora conocía de primera mano. Más de un siglo después, Irene Solà optó por una estrategia similar a Canto yo y la montaña baila (2020) y Te di ojos y miraste las tinieblas (2023). Solà sortea las limitaciones de la lengua contemporánea para poder ser más creativa. "Estamos en un momento de crispación por la pureza lingüística –admite Maria Bohigas–. Ahora la postura más rígida de Aramon no la encontramos en un sitio como el Institut d'Estudis Catalans, sino en las redes sociales". Si una figura como la de Aramon era "un obstáculo y al mismo tiempo un puntal de la lengua" –en palabras de la editora–, la "intransigencia" de algunos lectores actuales "obstruye la reflexión seria sobre cómo escribir en catalán ahora" .
CINCO FRAGMENTOS GOLENTES DE LA CORRESPONDENCIA
Carta de Corominas en Sales (5 de octubre de 1958)
"A usted ya mí lo que verdaderamente nos preocupa es la dificultad que presenta la ortografía catalana para el aprendizaje, no de nosotros, que venceríamos fácilmente dificultades mucho mayores (...) sino para el aprendizaje de gente de mucha menos capacidad lingüística, como la que le debe leer".
Carta de Salas en Coromines (9 de enero de 1959)
"Debemos seguir la batalla, por mucho que ahora nos encontremos como aquel que combate no ya con una espingarda contra un máuser, como decía Unamuno, sino con una honda contra un tanque. Va nuestro honor. Os diré en confianza que me encontraba mucho más a gusto entre el 36 y el 39 en una batalla material que ahora en esta de moral y literaria, que no tiene compensación alguna".
Carta de Salas en Coromines (20 de marzo de 1959)
"Los pedantes estilo Aramon que nos hacen la vida imposible a los que quisiéramos escribir en catalán con la misma naturalidad que un castellano escribe en castellano o un francés en francés, son los mejores aliados que podía soñar nuestro peor enemigo. Y eso tanto del punto de vista de quien debe escribir como de quien debe leer".
Carta de Corominas en Sales (22 de septiembre de 1959)
"¿Hay que poder escribir rápidamente? Bien. ¿De esma? No estoy conforme. ¿Toda otra cosa es ruinosa? Claro que lo es: ser catalán es ruinoso. Os diré más: ser hoy un hombre consciente y como es ruinoso" .
Carta de Joan Sales a Joan Coromines (12 de abril de 1967)
“Es urgentísimo que combatáis, con su autoridad –que afortunadamente todo el mundo reconoce–, esta tendencia a convertir el catalán en una lengua de maniáticos, tendencia que si triunfara comportaría el fracaso de toda la obra de la Renaixença y singularmente la de Pompeu Fabra , ya que haría del catalán una lengua inviable, totalmente inservible”.