Literatura

El crimen del cajero automático de Sant Gervasi, explicado desde una perspectiva radicalmente nueva

'Hiperrabia', de Ferran Grau, inventa una lengua viva ya ratos incomprensible para dar voz a un grupo de 'skinheads' en la Barcelona de hace dos décadas

Imágenes de la cámara del cajero automático de la calle Guillem Tell
28/02/2024
3 min
  • Ferran Grau
  • Ángulo Editorial
  • 164 páginas / 18 euros

¡Qué prodigio, qué habilidad, qué reto escribir un libro como éste! Inventarse un dialecto, una lengua viva ya ratos incomprensible, una lengua que ilumina un mundo nuevo contra todas las voces que cantan el fin del catalán, la muerte de la lengua de la calle, la imposibilidad de escribir un relato sobre las capas bajas de la sociedad que sea "realista" en catalán. ¡Basta de pesimismo! Sin hacer ruido, sin pedir permiso, he aquí que Ferran Grau ha escrito un libro que quedará. Hay muchas novelas cada año, pero hay pocas que ofrezcan una perspectiva tan radicalmente nueva como esta.

Qué es Hiperrabia? Pues unas cuantas cosas: de entrada, un homenaje a La naranja mecánica de Anthony Burgess, la novela que inspiró a Kubrick para una de sus obras de arte, la película que está grabada a fuego en muchas retinas: Alex y sus amigos, los drogos, vestidos de blanco riguroso y bebiendo leche, repartiendo hostias a diestro y siniestro por un Londres distópico e hiperviolento. Pero también es la libre elaboración literaria de uno de los crímenes que ha quedado en la memoria de los barceloneses: el del cajero automático de la calle Guillem Tell, en el barrio de Sant Gervasi, donde una mujer sin techo murió quemada por las llamas que tres chicos del barrio encendieron un poco porque sí. O quizá por muchos motivos. Éste es, sin duda, el motorcito que se puso en marcha dentro del cerebro de Ferran Grau hace ya varios años, cuando, por motivos profesionales, tuvo contacto con los responsables de los hechos. Incapaz de quitárselo de la cabeza, y con la lectura de la traducción que Jordi Arbonès había hecho del texto de Burgess como faro iluminador, Grau no ha parado hasta que se ha inventado un habla como Burgess se inventó el nadado para dar voz al grupo de skinheads que pululaban por las calles de la Barcelona de hace dos décadas con ganas de hacer daño a alguien: a un pobre, a un migrante, a una mujer que dormía entre cartones. A quien fuera que representara una alteridad que era necesario anular, vejar, humillar en una especie de ceremonia macabra de autoafirmación adolescente.

Un habla sofisticada y juguetona

¡Y qué habla de que se ha inventado Ferran Grau! Qué más sofisticada y juguetona, creada a imagen y semejanza de la novela inglesa: hay palabras inventadas que suenan como piedras, algunas hacen reír, algunas son pura poesía. Eslipar es dormir, rahat es droga, loviturar, golpear. Que a nadie le dé miedo adentrarse: la comprensión lectora es exigente, pero el libro cuenta con un glosario. Y la narración es tan eléctrica y tan sutil, ya la vez es la pura y transparente retransmisión de los hechos, que el impulso por saber más cosas de Ludo, Chapa y Uri supera todas las dificultades.

La voz es la de Ludo, todo está explicado en primera persona, y uno de los méritos del autor es conseguir que casi nos identifiquemos con este hijo (de puta) de un matrimonio de clase media-alta, sin ninguna característica especial. Nunca se le presenta como víctima, es un verdugo, pero sí que es alguien a quien el sistema no es capaz de reinsertar ni curar ni redimir. La evolución que experimenta el personaje está descrita de forma milimétrica, elegante, precisa. Hay un arco moral y no siempre está curvado hacia la dirección más obvia: pasada la experiencia de la cárcel, Ludo es alguien arrepentido, pero también es alguien sin futuro. La parte final de la novela, la más difícil de todas, es donde la opción lingüística, el experimento de laboratorio que no se limita a la invención de léxico, sino que también recurre a una serie de canciones populares y de referentes culturales y televisivos catalanes, funciona de la forma más sutil y abrumadora, huyendo de justificaciones psicologistas, sociológicas o políticas. Es una novela que se lo juega todo a una carta, la del lenguaje, como única herramienta para explicar lo inexplicable, y sale victoriosa.

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