Un crimen salvaje fruto del racismo
'Alborotos de julio' de Erskine Caldwell inaugura la nueva colección Misisipi de L'Agulla Dorada
- Traducción de Imma Falcó
- La Aguja Dorada
- 183 páginas.
En traducción de Imma Falcó para la colección Misisipi de la editorial L'Agulla Dorada –una recopilación de las obras más emblemáticas de la literatura del sur de Estados Unidos desde la Guerra Civil norteamericana– se publica en catalán la novela Disturbios de julio, de Erskine Caldwell (Moreland, Georgia, 1903 - Paradise Valley, Arizona, 1987), el libro que abre sus puertas a la nueva colección. Se trata de un relato escrito en 1940, entre la comedia y la tragedia con la que Caldwell retrata el furor y la locura de una comunidad que, cegada por los prejuicios raciales, no vacila a la hora de cometer un crimen salvaje. El autor se documenta en primera persona: a principios de los años 30, los de la Gran Depresión, Caldwell emprende un viaje por las poblaciones rurales de Georgia, donde conoce las vidas miserables de los campesinos del sur.
A finales de un verano, en el sur de Estados Unidos, concretamente en el condado de Julie, empieza a circular el rumor de que un chico negro, Sonny Clark, que trabaja en la plantación de Bob Watson, ha violado a una chica blanca, Katy Barlow. En poco tiempo, las terribles fuerzas de la opinión pública y la conveniencia política aguijonean los temores y frustraciones de una pequeña comunidad del sur hasta convertirlos en una turba unánime y agresiva. Caldwell muestra el linchamiento de Sonny Clark a través de muchas miradas. Sin embargo, reserva algunos de los pasajes más impactantes para los pocos que realmente tuvieron la vida de Clark en sus manos y la dejaron pasar: personas como el sheriff Jeff McCurtain, que no hizo nada por dispersar la turba sino que se 'desvincula y se va unos días a pescar por miedo a perder las elecciones; Harvey Glenn, que encontró a Clark escondido y le denunció; y Katy Barlow, que retiró su falsa acusación de violación sólo después de la muerte de Clark.
Odio racial que no desaparece
Disturbios de julio es un relato convincente de maldad colectiva con un estilo de prosa simple, sincopado, despreocupado y efectivo que mantiene su vigencia, tanto temática como formal: el asesinato sin sentido de hombres negros sigue siendo uno de los hechos más lamentables de la vida de Estados Unidos. Antes se llamaba segregación; ahora tiene un nombre aún más feo: odio. Sacrifican a negros de la misma manera, por el mero hecho de ser negros. Hay muchos Sonny Clark. También destaca el lenguaje de los personajes, que se comunican con unos diálogos sencillos y repetitivos, con una prosa que a veces nos remite al jazz y al blues de los negros.
Una de las claves del libro, uno de los mensajes poderosos que Caldwell infiltra sin presionar, es que la historia no trata de los pocos que hacen el mal sino de los muchos que no lo detienen. Los blancos pobres, frustrados, quieren un pretexto para matar. Los terratenientes ricos son interesados y tienen miedo: saben que si linchan a Sonny empezará una ola de furia y los negros huirán del condado, dejándolos sin recolectores cuando el algodón madure a finales de julio –de ahí el título y uno pequeño homenaje a uno de los trabajos que desempeñó Caldwell–. El autor, un experto en crear atmósferas de tensión y violencia potencial, hace una crítica mordaz contra el sistema social americano, describiendo los dramas de la miseria, la ignorancia y los contrastes raciales con un realismo crudo y potente: un grito hacia un mundo absolutamente siniestro que no se ha lavado la cara desde los años 40 del pasado siglo.