La flagrante contradicción del funeral de Charlie Kirk con la Biblia
BarcelonaEn el libro del Éxodo, XX, que junto con el Levítico es el más lleno de normas, rituales y mandamientos de la Biblia, se leen unas cuantas cosas de mucha brutalidad, propias de este dios vengativo que es Yahvé, y otras, más pacíficas, que valen para casi todas las religiones mono.
Quien más quien menos conoce las 10 leyes de Moisés, o decálogo, dictadas por Dios al profeta en el Sinaí, que constituyen el fundamento de las creencias de judíos, cristianos y musulmanes. Como sabe todo el mundo, una de estas leyes dice con claridad, según la Vulgatade san Jerónimo, "Non asumas nomen Dominio Dei tui in vanum", "No tomes el nombre de Dios en vano", o "a la ligera". Y otro dice: "Non habebis deos alienis coram me", "No tendrás otro dios fuera de mí".
Dejaremos aparte el hecho de que, desde hace mucho tiempo, en Estados Unidos el dios más celebrado no es el que se encuentra en la Biblia, sino el que reside en Wall Street o en la cámara blindada del Tesoro. Pero diremos, eso sí, que el funeral celebrado hace pocos días por Charlie Kirk contradijo de forma flagrante, ostensible, el primero de los preceptos mencionados, en los que la Iglesia evangelista cree tanto como la católica. Celebrar la muerte de un creyente sin mácula –así dijeron, y estuvo a punto de ser beatificado, si no canonizado en la pagana– a base de música estridente y secular –mira que en la historia hay réquiems bonitos, piadosos o dramáticos, como los de Mozart, Fauré o Verdi–, con todo de vano, Verde–, con todo de va de la manera escandalosa de que nunca se haya visto tomarse la muerte y el nombre de Dios a la ligera.
Un eclesiástico que habló tenía atribuciones suficientes para ello; pero todo el grupo, interminable, de oradores –muchos de los cuales nunca deben asistir a los oficios de su religión– se llenó la boca de la palabra "God"-"Dios"– como si tal cosa. Se sintió decenas, quizá más de un centenar de veces. Un día se le encontrarán cara a cara –creen, ¿verdad?–, y entonces ya veremos qué les ocurre a todos los participantes de aquel funeral blasfemo y psicodélico, celebrado ad maiorem Trumpi gloriam.