Crítica literaria

Una gran novela sobre la amenaza del populismo y el nacionalismo

'El refugio del tiempo', de Gueorgui Gospodínov, se pregunta qué derecho tenemos a utilizar el tiempo como escapatoria de la vida moderna

2 min
Sofía, en Bulgaria, rodeada de niebla y contaminación.
  • Gueorgui Gospodínov
  • Ediciones del Periscopio
  • Traducción de Marc Casals
  • 350 páginas / 22,90 euros

Premio Booker internacional 2023, El refugio del tiempo, última novela de Gueorgui Gospodínov (Iambol, Bulgaria, 1968) presenta la historia distópica y siniestra de Gaustí, un psiquiatra que abre una clínica en Zúrico para tratar a los enfermos de Alzheimer –que sea esta enfermedad no es casualidad– con un método experimental. Esta clínica tiene una particularidad casi museística: cada planta del edificio reproduce al detalle una década del siglo anterior, en la que cada paciente ha quedado atascado, para que los internos sientan confianza, puedan reconocer los espacios y sean capaces de activar recuerdos. El conflicto estalla en breve cuando muchos ciudadanos acuden al centro de salud para huir del propio presente. Y Gospodínov hace saltar así la pregunta clave de toda la novela: ¿qué derecho tenemos a utilizar el tiempo como refugio, como escapatoria de la vida moderna? Los cronorefugios ¿nos salvarán del futuro incierto?

En paralelo, en El refugio del tiempo leemos una reflexión metaliteraria basada en el género narrativo de la distopía, que, según el autor, se ha convertido en realidad en vez de seguir formando parte de una ficción futurista. En este sentido, es a través de las guerras como el pasado vuelve al presente y genera esa diáspora humana universal. Y quien dice distopía, dice documental, ya que la realidad, en muchos casos, ha superado la ficción de forma fulminante en los últimos tiempos. La guerra de Ucrania, por ejemplo: da la impresión de que Vladímir Putin quiera llevar su país a la época de la Segunda Guerra Mundial... La tesis de Gospodínov es que el pasado alimenta el populismo –que vende memoria– y el nacionalismo –que la pervierte traficando con ella–, dos virus amenazadores que mejor sería eliminar de nuestro lexicón.

En Refugio del tiempo leemos una parodia y una caricatura de las elecciones: en todos los países europeos se celebra un referéndum para escoger una década a la que volver. Y al final de la historia esa absurdidad desemboca en el estallido de una Tercera Guerra Mundial. Por tanto, el lector entiende que los movimientos nacionalistas de hoy tratan de sustituir la memoria histórica de las personas por un pasado falso. En el caso de los búlgaros, por ejemplo, se les dan dos alternativas a la hora de votar sobre la década que quieren hacer presente: pueden elegir entre el regreso a un "socialismo real existente" dominado por los rusos antes de 1989 oa una " era dorada indefinida" caracterizada por el nacionalismo. Evidentemente, la alegoría del ser humano que idealiza el pasado está servida por Gospodínov: cada país de Europa votará por un tiempo diferente como época dorada, según las circunstancias históricas (políticas y culturales) más propicias.

El vínculo entre la memoria personal y la memoria colectiva es tratado con mucho humor y una estructura narrativa francamente compleja y cinematográfica, sin linealidad, con muchos saltos en el tiempo. Cuando el asunto sanitario de la clínica de la memoria traspasa la frontera de la salud y llega a la política, como siempre las cosas se tuercen hacia la propaganda, la ideología y el peligro. El impulso de abrazar el pasado por falta de futuro lleva al caos: no es bueno mezclar los tiempos para no terminar tocados de la seta en un sanatorio mental.

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