Historia de la novela autoeditada que se ha convertido en el último fenómeno global
Anagrama empieza a publicar en catalán la ambiciosa, insólita y deslumbrante 'El volumen del tiempo', de Solvej Balle, sobre una mujer condenada a vivir una y otra vez el mismo día para siempre
Barcelona¿Qué pasaría si un buen día nos quitáramos y el calendario no hubiera avanzado? ¿Cómo reaccionaríamos, si esta situación se repitiera una y otra vez hasta el final de nuestros días? ¿Cómo afectaría a nuestra relación con familiares, amigos y con el resto del mundo, que no están al corriente de esta anomalía temporal? Éstas son algunas de las muchas preguntas que se fue haciendo la escritora danesa Solvej Balle (Sønderjylland, 1962) cuando, a los 25 años, se le ocurrió la idea de que décadas después le ha cambiado la vida.
"Recuerdo que pensé por primera vez en 1987, y que tenía claro que sería una mujer, la que se quedaba atrapada en el tiempo. Poco más. No fue ninguna revelación. De hecho, fue necesario mucho tiempo para que esta premisa creciera dentro de mí y me decidiera a escribir lo que ahora es el inicio deEl volumen del tiempo", explica sobre un ciclo literario de siete novelas. Balle era entonces una joven licenciada en literatura y filosofía por la Universidad de Copenhague que ya había debutado como novelista con Lyrefugl [El pájaro lira, 1984]. "Nunca he tenido prisa por escribir ni publicar –asegura–. Ahora que me toca viajar por El volumen del tiempo me preguntan si es el libro más importante que he escrito y tengo mis dudas. Para mí lo importante ha sido todo el camino para llegar, durante el cual he publicado poemarios, libros de prosas muy breves, ensayos y un volumen de memorias familiares". La autora reconoce que sin este último, Frydendal (2008), el personaje de Tara Selter, la protagonista principal deEl volumen del tiempo, no se habría liberado del todo de algunos elementos autobiográficos. "A partir de entonces trabajé con una libertad absoluta", dice, sin embargo, la primera entrega del proyecto no se publicó en danés hasta el 2020, y Balle optó. por la autoedición en un sello que bautizó con el nombre de Pelagraf.
Echarse a la piscina
"Mi primer libro había aparecido en una editorial pequeña, y después cambié a una editorial mayor que al cabo de unos años acabó absorbida por la editorial más grande de Dinamarca –hace memoria–. Con El volumen del tiempo me pareció que era el momento de Echarme a la piscina y publicarla por mi cuenta". Balle no era consciente, aún, de que la historia de la librera anticuaria Tara Selter estaría dividida en siete entregas. "Como mucho pensaba en tres", reconoce. La primera parte, que recorre todo un año de la vida de Selter atrapada en el 18 de noviembre, apareció en danés en el 2020. "Envié solo seis libros a la prensa con algo de antelación –admite–. Dos días antes de que la novela llegara a librerías salió una reseña muy positiva en un diario importante".
Este fue el primer golpe de suerte de una historia ambientada en Francia y que tiene como punto de partida el viaje que Tara hace a París para asistir a una subasta de libros. La segunda noche que pasa fuera de casa se acuesta y cuando se levanta vuelve a ser 18 de noviembre. El volumen del tiempo reproduce el dietario que escribe Tara para explicarse la fractura temporal que le ha dejado atrapada. Aunque viva siempre el mismo día, las interacciones con el entorno tienen efectos: si se duele, al día siguiente su cuerpo todavía sufre la herida; si viaja, se levanta al lugar al que ha ido, no al lugar del que se ha marchado; los recursos que consume –comida, bebidas, ropa– no reaparecen en las tiendas en las que los ha comprado; el marido, Thomas, olvida una y otra vez las detalladas explicaciones de la mujer para demostrarle que vive encarcelada.
"No había ningún motivo para creer que este proyecto acabaría teniendo éxito –continúa Solvej Balle–. Soy una mujer madura que vive en el campo, apartada de los círculos intelectuales y sin influencia alguna". Hubo que Balle publicara la segunda y la tercera partes de la novela para que la autora recibiera, en el 2022, el prestigioso Premio de Literatura del Consejo Nórdico, con más de seis décadas de historia, y que anteriormente ha bendecido la obra de autores como Jon Fosse, Sofi Oksanen, Por Petterson, Kerstin Ekman y Por Olov Enquist. "La primera traducción deEl volumen del tiempo llegó hace un par de años –explica–. Mi antiguo editor, el que todavía formaba parte del pelotón donde yo había publicado, lo recomendó a un editor noruego, que decidió probar suerte con el libro". Desde entonces, el goteo de traducciones ha sido constante, y ya son 26 las lenguas en las que el proyecto se encuentra en proceso de publicación, entre ellas la francesa, la alemana, la turca, la griega, la albanesa y la inglesa: New Directions pondrá en circulación la traducción de Barbara J. Haveland, que ya ha sido nominada en el National Book Award, el próximo 19 de noviembre, fecha irónica teniendo en cuenta que el loop en la que vive la protagonista de la novela es el día antes, el 18.
Una escritora sin miedo
En catalán acaba de aparecer el volumen inicial, traducido por Maria Rosich y publicado por Anagrama, y la autora ha pasado por Barcelona para hablar de ello en el Festival 42 de géneros fantásticos. Fiel a sus principios, ha viajado desde Dinamarca en tren. "Hace mucho que no cojo aviones –afirma–. Aunque no escribo con una agenda política en la cabeza, uno de los temas que pronto fue importante en El volumen del tiempo fue la ecología. Tara se siente un monstruo porque lentamente va devorando los recursos del planeta". Ya en el transcurso de la primera parte la librera toma alguna decisión para ralentizar el consumo de recursos.
Solvej Balle no esconde que hay algunos libros y hasta y todo películas que le han ayudado a desarrollar la peculiar historia de Tara Selter. La repetición, de Soren Kierkegaard, fue clave", dice: para el filósofo danés, intentamos recuperar experiencias previas repitiéndolas, pero el resultado es casi siempre decepcionante. "En ficción, un autor importante fue Svend Åge Madsen, que juega a menudo con el tiempo y con realidades alternativas", dice. También las novelas de Samuel Beckett, La montaña mágica, de Thomas Mann, "por cómo el tiempo se expande y se contrae", y elUlysses de James Joyce, que dedica un millar de páginas a narrar un solo día. Cuando vio la película Atrapado en el tiempo (Harold Ramis, 1993), en la que un hombre del tiempo cascarrabias interpretado por Bill Murray se despertaba una y otra vez en el mismo pueblo donde había quedado bloqueado por culpa de una tormenta de nieve, Balle dudó si sacar adelante su idea . "Una gran diferencia con la película es que, allí, cuerpo y mente están separados –comenta–. Si Bill Murray sufre un accidente y muere, al día siguiente se despierta en la misma cama del día antes. En mis libros, cuerpo y mente forman parte de una misma unidad. Cuando Tara se quema con la estufa, la herida tarda días en curársele". El sentido del humor es también menos abundante que en Atrapado en el tiempo. "Aun así, no quería sonar trascendente –dice–. Tara se enfrenta a una nueva vida y hay momentos de angustia y preocupación, pero también hay divertidos". Hay un espíritu de contemplación que crece a medida que avanza la historia: aunque el mundo del 18 de noviembre siempre sea el mismo, nunca se acaban los detalles por explorar, e incluso lo inmutable –el cielo estrellado – esconde tantas sorpresas como quieran encontrarse.
Por ahora, Solvej Balle ha publicado en danés cinco de las siete partes deEl volumen del tiempo. "Estoy trabajando en la sexta, y confío en publicarla a finales del próximo año", afirma con la boca pequeña. ¿No teme que el eco internacional del proyecto altere sus planes? "He dicho que no a muchas cosas y lo seguiré haciendo –promete–. En cuanto a la historia de Tara Selter, sé cómo acaba desde hace años... y no me da miedo llegar al final".
"El tiempo existe para que las cosas no pasen todas a la vez y el espacio existe para que no todas las cosas te pasen a ti", afirmaba Susan Sontag . El proyecto novelístico de Solvej Balle es la última y magnífica variación del subgénero de los viajes en el tiempo. En el ciclo narrativo de la autora danesa, el tiempo se detiene únicamente para una sola persona en todo el mundo. Un siglo antes, Francis Scott Fitzgerald explicaba, en El curioso caso de Benjamin Button (1922), la peripecia vital de un hombre que nacía con el cuerpo de un hombre de 81 años e iba rejuveneciendo a medida que se acercaba a la muerte: se trataba de otro peculiar viaje en el tiempo sin necesidad de cambiar de época.
El ensayista James Gleick considera, en el estudio Viajar en el tiempo (Crítica, 2017), que el gran pionero en la materia fue el británico HG Wells, que debutó en 1895 con La máquina del temps (en catalán, en Siembra Libros), en la que un científico crea un artefacto con el que puede transportarse hasta el año 802.701 con la esperanza de descubrir un mundo avanzado que le permita volver a su presente con varios descubrimientos en el zurrón, pero lo que se encuentra es una realidad decadente poblada por dos especies derivadas de los humanos que no son precisamente simpáticas. Si Wells abrió el camino de la exploración temporal desde la perspectiva de la ciencia ficción –que más adelante explorarían autores como Isaac Asimov, Philip K. Dick, William Gibson y Ted Chiang– , Julio Verne lo había recurrido previamente a a través de la novela de aventuras: los personajes de Viaje en el centro de la tierra (1864) se adentran en un volcán que les permite conectar con el mundo de hace decenas de miles de años, todavía poblado por dinosaurios.
Entre los precursores de Wells, Gleick sitúa el relato de Washington Irving Rip van Winkle (1819), en el que después de una siesta un hombre se levanta 20 años después y debe adaptarse a un mundo muy cambiado. El método para cambiar de época a Un yanqui en la corte del rey Artur , de Mark Twain (1889), es un golpe en la cabeza. Marcel Proust sólo podía viajar al pasado que recreó en el ciclo En busca del tiempo perdido (1913-1927) tumbado en su cama, desde donde escribió gran parte de su obra maestra.
Cada tradición literaria tiene sus viajes en el tiempo, y en la catalana hay al menos dos canónicos. El primero es Libro de caballerías (1957), de Joan Perucho , en el que el protagonista se va en barco hasta la Edad Media para conseguir el agua de fuego y también castigar a un oficial que ha traicionado a la Corona de Aragón . "Elegir la Catalunya imperial como escenario de una novela de aventuras tomaba, fácilmente, una dimensión política", escribía Julià Guillamon en la reedición que La Magrana hizo de la novela en el 2011. El otro es La historia que Roc Pons no conocía , de Jaume Cabré (1980), en la que un chico barcelonés de finales del siglo XX vuelve a la Barcelona de 1714, en pleno asedio de la ciudad por parte de las tropas de Felipe V, y debe decidir a qué bando apoya sin recordar las lecciones de historia de la escuela.