Literatura

Kim Hye-jin: "Si te linchan en las redes sociales, pueden acabar con tu vida o bien te pueden hacer renacer"

Escritora

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La autora coreana Kim Hye Jin retratada en Barcelona

BarcelonaHaesu Im, una terapeuta de mediana edad, se dedica a escribir cartas llenas de pena y reproches a todos aquellos que ayudaron a hundirla, pero nunca logra terminarlas. Entonces sale de casa y las hace añicos antes de tirarlas a la basura. La vida estancada de esta mujer empieza a cambiar el día que toma la decisión de alimentar a un gato callejero, y esta acción le permitirá conocer a una niña de nueve años, Sei Hwang, con la que se harán amigas. Éste es el punto de partida de Soy toda oídos, segunda novela de Kim Hye-jin (Daegu, 1983), que se puede leer en castellano gracias a la traducción de Irma Zyanya Gil Yáñez y Minjeong Jeong para la editorial Las Afueras. Al igual que compañeras de generación como Cho Nam-joo y Kim Ae-ran, Kim Hye-Jin analiza los efectos del neoliberalismo económico y el individualismo extremo en la sociedad surcoreana actual.

Soy toda oídos es su novela más reciente, pero empezó a publicar hace más de una década. ¿Fueron difíciles los inicios?

— En Corea, si eres escritor significa que eres pobre. Dedicarte a la literatura no es un negocio. Mis padres intentaron que me dedicara a otra cosa, como dar clases en una escuela u opositar por ser funcionaria. No salieron adelante, porque desde pequeña que no dejé de escribir cuentos y novelas, y después estudié literatura y gané un premio literario con mi primer relato largo, Chicken run.

En 2014 debutó como novelista con Central Station. Explicaba una relación de amor entre un hombre y una mujer al margen de la sociedad. Desde entonces parece que la exploración de los márgenes sea habitual en su ficción, ¿está de acuerdo?

— Sí. Tengo predilección por la gente que vive en los márgenes de la sociedad. El centro no me interesa. En el caso de Central Station el origen fue la historia que me contó una amiga mía que hacía de voluntaria para ayudar a los sin techo que vivían –y todavía viven– cerca de esta estación de Seúl. Desde entonces la acompañé muchas veces, y fue ahí que empecé a preguntarme cómo sería vivir en la calle.

En Sobre mí hija (Las Afueras, 2022), la protagonista es una mujer que trabaja en una residencia de la tercera edad que debe acoger a su hija. Aunque es profesora universitaria, la joven no puede pagarse el alquiler.

— Esta novela nació de mi creciente preocupación por la vejez. En Corea del Sur, las familias se han ido reduciendo: antes convivían hasta tres generaciones en una misma casa, pero ahora una de cada tres personas vive sola. Es evidente que cuando nos hagamos mayores iremos a parar en residencias. Me gustaría encontrar una alternativa a ese destino.

¿Quería la novela ser un toque de alerta sobre los peligros de la soledad a partir de la relación conflictiva entre la madre y la hija? Hay un pasaje en el que escribe: "Esta chica, nacida de mí, sangre de mi sangre, es quizás la persona que siento más lejana".

— Existe un tópico que me interesaba explorar: dicen que la relación entre una madre y una hija no es la misma que entre una madre y un hijo. No tengo ninguna respuesta sobre la certeza de esta afirmación, pero a veces una madre piensa que es la que mejor conoce a su hija y se equivoca.

A los personajes de Sobre mí hija y Soy toda oídos les cuesta encontrar gente que les ayude. Pinta una sociedad muy individualista, ¿está de acuerdo?

— Cualquier persona puede tener problemas muy diversos. Es normal creer que los demás te ayudarán. Aun así, en última instancia somos nosotros mismos que deberemos superar los problemas que tenemos. La madre de Sobre mí hija se siente decepcionada con la hija e incluso se permite odiarla. Hasta que no encuentre el camino para aceptar a la chica no saldrá adelante. A la protagonista de Soy toda oídos le ocurre algo similar: ha recibido muchos ataques desde el exterior y arrastra una herida profunda dentro que sólo ella podrá curar.

Los ataques que la Haesu Im ha recibido tienen que ver con unas declaraciones que hizo en televisión sobre un actor famoso. Poco después, el actor se suicida y comienzan a aparecer artículos en contra de ella y la difaman a través de las redes sociales. ¿Se inspiró en un caso real?

— No necesito. En Corea del Sur, la cultura de la cancelación es poderosa. Hay muchos linchamientos a través de las redes sociales. La gente juzga demasiado rápido las informaciones que corren, sin verificar si son verdaderas.

Haesu Im lo pierde todo por culpa de este linchamiento: el trabajo, la pareja y los amigos. Incluso le prohíben entrar en un restaurante en el que cenaba a menudo por miedo a desprestigiar el negocio con su presencia.

— Si te linchan en las redes sociales, pueden acabar con tu vida o te pueden hacer renacer. La novela comienza en el punto más bajo de la vida de la Haesu Im. Enfrentarse a una crisis de estas características es duro, pero si tienes suerte, crecerás personalmente.

Es irónico que sea una terapeuta, habituada a resolver los problemas de los demás, quien debe enfrentarse a su propia desgracia.

— Ella, que debería distinguirse por escuchar a los demás, ha hablado más de la cuenta. El proceso de aprendizaje que explica la novela tiene que ver con dejar de decir lo que piensas y empezar a escuchar.

Haesu Im siente pena por un gato callejero que algunos vecinos odian y empieza a alimentarlo.

— Cuando ve a aquel gato indefenso y enfermo necesita salvarle porque, en el fondo, salvándolo a él es como si se salvara a sí misma.

Gracias a esta acción bondadosa hace varias amigas, entre ellas una niña de nueve años.

— A veces son las relaciones inesperadas, las que pueden salvarnos la vida. Yo no diría que entre ellas haya amistad.

Sei Hwang también sufre en secreto que algunos compañeros de clase la maltratan.

— Aunque nos protegemos con la coraza más fuerte, los problemas a menudo nacen de nuestro interior.

El contexto a veces nos lo pone más difícil. El barrio de Seúl en el que se ha instalado la Haesu Im se encuentra en proceso de gentrificación.

— También en esto parece haber tenido mala suerte. Cuando se compra la casa en la que vive le dicen que pronto se reconstruirá todo el barrio. Pero no ocurre así: reforman las casas de la acera de enfrente, pero las de la suya no. En Seúl está pasando mucho esto. Empiezan a hacer obras, pero no hay dinero suficiente para llegar hasta donde quisieran.

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