Literatura

Antònia Carré-Pons: "A medida que nos hacemos viejos, si dejamos de mirarnos en el espejo no nos damos cuenta de la edad que tenemos"

La escritora publica 'El casting', una novela en la que dos jubiladas buscan a un compañero de piso joven

Antonia Carré-Pons.
29/02/2024
4 min

BarcelonaAntonia Carré-Pons (Terrassa, 1960) se define como lectora, escritora y editora. Cuando dejó la docencia, decidió que a partir de entonces dedicaría todo su tiempo a lo que más le gusta: publicar libros –lo hace desde su editorial, Cal Carré– y también escribirlos. El casting (Club Editor, 2024) completa un díptico que explora la vejez, inaugurado con los cuentos de Cómo se desbraba la mala leche (Club Editor, 2018).

¿Qué hizo que quisieras aproximarte a la vejez desde la literatura?

— El primer contacto brutal con la vejez fue cuando mi padre tuvo un ictus a sus 78 años. Durante cinco años y medio pasamos por el hospital, por una residencia, por más ingresos y por la estancia en un sociosanitario... Me puse a escribir cuentos sobre la vejez para aprender a convivir con lo que le ocurría a mi padre . Era una combinación del trasiego del entorno familiar y de observaciones de la vida cotidiana.

¿Con la vejez de los abuelos no habías convivido?

— Yo había vivido con mis abuelos y con mi bisabuela, pero mi abuelo murió de un ataque al corazón, en un banco de una plaza. Mi abuela, la madre de mi padre, murió de cáncer cuando tenía 60 años y yo tendría 20. En aquellos momentos yo veía lo que ve todo el mundo, que hay gente vieja, que hay gente que va en silla de ruedas, pero hasta el ictus de papá no había vivido la vejez de tan cerca.

El casting está protagonizada por dos jubiladas.

— No le llamo la edad, pero debemos imaginar que tienen entre 70 y 80 años. Una de ellas es Ernestina, exactriz hipocondríaca, alocada, divertida y pasada de vueltas, una mujer sin pelos en la lengua, ingenuamente ofensiva. La otra es Paula, que había sido maestra y jugado a tenis. Es la voz de la razón, más práctica y sensata.

Viven juntas: se entienden mucho y al mismo tiempo no paran de discutir por cualquier cosa.

— Hay un momento en el que una le dice a la otra que "se conocen de memoria". Con la convivencia diaria suben por cualquier animalada.

Para no aburrirse más de la cuenta se incurren en un casting para elegir a alguien al que alquilar una habitación.

— Ni una ni otra tienen mucha vida social. La que ha sido actriz es la que sufre más de ambas: no puede soportar la decadencia física y se esconde del mundo, algo como hizo Brigitte Bardot, que cuando dejó de ser tan guapa se dedicó a defender las focas en peligro de extinción.

Una y otra están en una edad que procuran evitar mirarse en el espejo.

— A medida que nos hacemos viejos, si dejamos de mirarnos en el espejo no nos damos cuenta de la edad que tenemos. Aunque por fuera los cambios sean evidentes, es como si por dentro no nos transformáramos.

El compañero de piso que Ernestina y Paula buscan debe ser joven.

— La novela es un intento de confrontar el mundo de la vejez con el de la juventud. Un día que almorzaba con un buen amigo, el escritor Marc Cerdó, él me propuso esta idea y ya no pude dejar de pensar en ello.

Una de las particularidades de esta novela es que no existe narrador. Asistimos al diálogo entre Ernestina y Paula y, más adelante, a los interrogatorios que hacen a los participantes del casting.

— Fue un gran reto estilístico cuando me decidí a eliminar el narrador. Nunca lo había hecho antes en ningún libro mío. Era una forma de decir que la potencia de la novela se encontraba en los personajes.

¿Qué clase de jóvenes acuden a la llamada de Ernestina y Paula?

— La mayoría son jóvenes con ilusión y con ganas de que las cosas de su alrededor cambien. Está la hija de unos inmigrantes que trabaja de wedding planner, una chica que estudia medicina con mentalidad humanista, otra que se presenta con la pareja, y que me sirve para hablar del maltrato consentido, que entre los jóvenes existe bastante, a través del control de los teléfonos y las redes sociales...

¿Dirías que a Ernestina y Paula las observas con una mirada más crítica?

— Yo las quiero mucho, a ambas. Podría haber optado por hacer una novela desgarrada, pero no ha sido mi intención. De la misma forma que la vejez está menospreciada, también lo están los jóvenes, en nuestra sociedad.

A diferencia de Ernestina y Paula, cuando te prejubilaste de la docencia no te encerraste en casa.

— En lugar de eso o mirar las obras como muchos jubilados, monté una empresa, mi editorial. Publico lo que me gusta. El catálogo de Cal Carré es mi biblioteca ideal. Están Jane Austen, Fiódor Dostoyevski, Virginia Woolf, Anton P. Chéjov... y también literatura artúrica, una de mis debilidades. Los primeros libros salieron en septiembre de 2021. Estoy muy contenta por cómo les han recibido los lectores, las librerías y la prensa.

En El casting, Paula compara los modelos de persona con los diferentes tipos de jugador de tenis.

— Si eres un jugador que se limita a devolver los balones no te arriesgues, mantienes una posición cómoda en la vida. Los jugadores que suben a la red son más temerarios: pueden ganar o perder, pero siempre se la juegan.

Tú eres una jugadora que sube a la red.

— Sí. Me he arriesgado con la editorial, y también con cada libro que escribo. Ahora bien, me costó mucho autorizarme a escribir, no debuté hasta que tenía 41 años: tenía demasiado inputs académicos y era muy autoexigente. Fue a partir de Yo también quiero ser funcionaria (Proa, 2010) que empecé a publicar con cierta regularidad. Si antes de escribir piensas que lo que quieres hacer ya está dicho o escrito, nunca harás nada. Tienes que ponerte y listos. El próximo libro lo tengo claro: sólo escribiré lo que me salga del corazón.

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