¿No tienen a veces la sensación de estar atrapados por los grandes eventos? Es cuando la vida pequeña, la del "buenos días" y "¿cómo va todo?", queda ahogada por la ola de la Historia, de la que es imposible apartarse, sea una pandemia, un proceso independentista, una crisis financiera global o una guerra como la que ahora sufren en Ucrania o Oriente Próximo personas que podríamos ser nosotros. De hecho, nosotros ya sufrimos una guerra: la que provocó Franco. Una contienda cruel y cuatro décadas de dictadura. Aquellos años trágicos todavía resuenan en nuestra realidad colectiva, en los recuerdos, en la memoria, en la política de hoy.
Los grandes hechos son como una tormenta. Te encuentras en medio sin darte cuenta y no hay escapatoria. Eres un punto insignificante perdido en el oleaje de los eventos. Tu existencia cotidiana de repente se ve violentamente sacudida. Esto es lo que les ocurrió a Mercè Rodoreda y Armand Obiols (seudónimo de Joan Prat) en dos ocasiones: primero durante la Guerra Civil y después, habiendo huido al exilio, metidos en el ojo del huracán de la Segunda Guerra Mundial. Su peripecia, una tumultuosa historia de amor bajo el chasquido de las bombas, es la de tantos otros europeos. Se enamoraron en medio de una Europa que iba hacia la autodestrucción. ¿Vamos ahora de nuevo en la misma peligrosa dirección?
Eva Comas-Arnal ha convertido aquella fuga a ninguna parte en la novela Mercè i Joan, premio Proa. Es una ficción muy poco ficcionada, perfectamente ligada a la realidad más estricta y salvaje. Es nuestra historia y vete a saber si es nuestro futuro: todo dependerá de hasta dónde llegue el auge de la ultraderecha, los efectos de la deconstrucción democrática de Trump y el afán imperialista de Putin. Por el momento asistimos a un rearme militar continental en toda regla. Entramos en un período incierto. No parece que hayamos aprendido mucho de la historia trágica que sufrieron en propia piel Mercè y Joan.
A diferencia de los exiliados que optaron y pudieron marcharse a las Américas, ellos se quedaron en Francia, donde les pilló la furia nazi. Durante la invasión estaban en París. De allí hasta Limoges, en un increíble periplo a pie en medio del caos, "estuvieron veinticuatro noches seguidas sin poder tumbarse en una sola cama. Durmieron al raso, en pajares, establos, cubiertos, por el suelo en un cuartel de soldados mientras se combatía con artillería, en un tren que no avanzaba, tumbados en el pasillo y por encima de las maletas..." Se salvaron.
"Es tan triste hacer proyectos... Te pones a idear uno y enseguida viene la Historia y te lo destroza", dice Obiols, fatalista, cuando ya han conseguido huir de la zona ocupada. Pero ni mucho menos es el punto final de la aventura. Mercè acabará convirtiéndose en una hábil costurera y él lo pasará bastante peor. La Historia les siguió sacudiendo como peonzas, rodando sin destino. Ella cosiendo para sobrevivir y escribiendo para vivir. Él trabajando para el enemigo –careado día a día a una insoslayable contrariedad moral– y leyendo para no dejar de ser él. La tormenta de la guerra se funde también con la tormenta amorosa que un día les imanta y un día los repele.
El libro funciona como una novela de aventuras y de amor, a veces esquemática y llana en el latido interior de los personajes –nunca sabremos hasta qué punto se reconocerían Mercè y Joan–, siempre trepidante. La autora ha asumido el riesgo de construir la intimidad de la mayor novelista de las letras catalanas antes de ser la madura y famosa señora Rodoreda. La vemos joven, enérgica, celosa, con momentos airados, con gran fuerza de voluntad, pero también con dudas y altibajos emocionales, capaz de pasar de la euforia risueña a tener pensamientos suicidas.
Mercè emerge desde este pasado dramático con una personalidad que prefigura su potencia literaria. Joan (Armand Obiols) se diluye en un mar de indecisiones. La mujer fuerte, el intelectual malogrado. Relieve de género. La Historia, en efecto, pasó por encima de Armand Obiols, derrotado en el combate amoroso y, más oculto y subliminar, también en el combate literario. Mercè Rodoreda, más libre, entera y determinada, salió imparable, vencedora.