Literatura

Cristina Fernández Cubas: "Una noche caí en un sitio donde se me reveló toda la sabiduría del universo"

Escritora

La escritora Cristina Fernández Cubas
27/09/2025
5 min

BarcelonaEl título del nuevo libro de Cristina Fernández Cubas (Arenys de Mar, 1945) sintetiza una de las vocaciones de su literatura: mostrar lo que queda oculto, el misterio que late al margen de los relatos oficiales. Lo que no se viene (Tusquets) incluye media docena de nuevos relatos de la escritora catalana, que ha sido distinguida durante la última década con el Premio de la Crítica (2015), el Premio Nacional de narrativa (2016) y el Premio Nacional de las letras (2023). "Cuando me llamaron para notificarme este último premio creía que se habían equivocado porque ya lo tenía, pero la que se equivocaba era yo", reconoce con una sonrisa. Fernández Cubas es poco prolífica, pero no quiere que esta recopilación sea la última y ya tiene un nuevo proyecto entre manos: "Algo de ciencia ficción rara, de esas que sólo a mí me puede interesar escribir".

Lleva décadas viviendo en Barcelona, ​​pero el ambiente de Arenys de Mar –o de un pueblo que podría serlo– sigue asomando en alguno de los relatos de Lo que no se viene.

— Viví hasta los quince años. El cuento que puede hacer pensar más en Arenys es ¿De qué se habla en las fiestas? Va de una chica que entra en el instituto y explica la relación con otra chica. Las monjas de la escuela a la que yo había ido se oponían, al instituto; decían que cuando entráramos nadie nos haría caso.

¿Fue así?

— Al contrario. Cuando entré en el instituto me pareció el paraíso y la libertad. Me encantaba no tener que llevar uniforme.

Uno de los temas de la mayoría de los relatos de Lo que no se viene es la duplicidad de los personajes y también de la realidad.

— Me encanta explorar las relaciones entre dos personajes –madre e hija, hermanas, amigas– que a veces se confunden. Y desde siempre me ha atraído la parte oscura de las cosas, las sombras, lo que queda...

Hay personajes, como Bruno de Il Buco, que pasan por momentos epifánicos.

— Éste vino de un sueño. Una noche caí en un sitio donde se me reveló toda la sabiduría del universo.

¿La sensación que tuvo al despertar era de satisfacción o de angustia?

— Estaba contenta y al mismo tiempo asustada, de haber descubierto el secreto del universo entero. Lo que hice en Il Buco fue sacar algo de profundidad al asunto contando la historia desde el punto de vista de un hombre que, además, pasa por una crisis de pareja.

¿Le ha ocurrido más veces, que los sueños alimenten su literatura?

— Sí, muchas. Una vez soñé que me encontraba una señora en la calle Pelayo en Navidad. A pesar del frío espantoso que hacía, ella llevaba un traje escotado y me señalaba con el dedo. De ahí nació La mujer de verde.

¿No le dan miedo todas estas visiones, teniendo en cuenta que vive sola?

— Tengo la suerte de vivir en un piso muy luminoso. Por otra parte, lo mejor de las pesadillas es cuando te despiertas y te das cuenta de que estás bien.

El libro comienza con el relato de dos hermanas que se han hecho viejas y termina con otra mujer mayor que expresa la "necesidad de detener el tren, de poner la vida en pausa y reconstruir la película de la existencia".

— Es una sensación que he tenido. Entre La habitación de Nona y Lo que no se viene han pasado diez años porque he necesitado ordenar quién he sido, hacer balance de lo bueno que he vivido, y también de lo malo. Lo bueno no es lo contrario de lo malo: se complementan. La protagonista de este relato, Candela Viva, piensa esto.

¿Piensa que la vida va tan rápido como dice ella?

— La vida va muy deprisa y se nos escapa. Antes se utilizaba la expresión: "Paren el mundo, que quiero bajar". Yo llevo mucho tiempo dándole vueltas. Estoy aprendiendo a detener el tiempo.

¿Con relatos como éste?

— La literatura puede ser sanadora, pero no siempre ocurre.

Los personajes se preguntan a menudo por la muerte.

— Una obsesión que he tenido durante esta última década es que hay que tener las maletas listas para cuando tengas que irte hacia el más allá. He pasado por momentos de poca alegría... pero ahora estoy bien.

El título del libro, Lo que no se viene, parece una declaración de intenciones de toda su literatura.

— Lo que no se ve es lo importante. Nunca he creído únicamente en lo tangible. Pueden existir otras cosas, aunque no las vemos. El tiempo me dará la razón... o no.

¿Le costó defender el género fantástico cuando debutó con Mi hermana Elba (Tusquets, 1980)?

— Lo que me ha costado, tanto hasta el punto de que se hace pesado, es defender el género del relato. Cuando debuté me preguntaban si era el paso previo a una novela. La respuesta era y es: "No". El cuento no es un experimento, ni un cortometraje, ni un divertimento. Tiene sentido como género. Ya he escrito alguna novela, sé lo que es... Y no tiene las mismas características que el cuento.

En algunos casos, como el de Tú Juan, yo Bette, en sólo 20 páginas sintetiza y versiona una película entera como ¿Qué se ha hecho de Baby Jane? (Robert Aldrich, 1962). ¿Le gusta especialmente a usted?

— Lo he visto muchas veces. La primera, cuando era adolescente, me impactó y encantó. Más tarde se han hecho precuelas, secuelas, obras de teatro e incluso series, pero centradas en la relación entre Joan Crawford y Bette Davis, sus protagonistas. En mi cuento, las hermanas se convierten en los personajes que interpretan a Joan y Bette en la película.

La ficción las domina.

— Es un juego de espejos. A mí me pasa al revés: vivo tanto mis personajes de ficción que hablo de ellos como si estuvieran vivos.

En otro relato, La hermana china, la narradora está convencida de que siempre que está cerca de la hermana, brilla menos. Decide alejarse de esa...

— Es como la alelopatía, ese fenómeno según el cual cuando pones dos plantas juntas una embellece a la otra. Aquí es Adelfa quien embellece a Violeta. Cuando llevan tiempo separadas y se reencuentran, le parece que la otra ha envejecido, pero cuando se abrazan le vuelve a chupar la energía. Lo único que le queda a Adelfa es soñar que cocina adelfas –flores de adelfa– a la hermana. Son tan tóxicas que pueden matarte.

En ocasiones, el terror de sus cuentos es psicológico. En otras ocasiones es más clásico, como ocurre en Momonio.

— En este relato existe una invocación por parte de un grupo de amigos que estudian derecho y que son algo pretenciosos. En vez de jugar a la ouija, deciden hacer venir una gran potencia e invocan lo innumerable... Y resulta que él va y acude a la cita. Lo que más me gusta de Momonio es que la narradora que nos cuenta la historia es la única que no estuvo presente en la invocación. Es un cuento que nos advierte de la peligrosidad de algunos juegos.

Aunque también se insinúe que los efectos de la invocación habrían podido ser autosugestión.

— Hay que ser suficientemente ambiguo para no decepcionar a nadie.

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