¿De qué sirven las casas de escritores?

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La Casa Blai Bonet, en Santanyí (Mallorca).

BarcelonaEl Consejo de Mallorca ha llevado a cabo una iniciativa feliz: restaurar la casa donde vivió Blai Bonet, en Santanyí, y transformarla en una casa-museo para honrar a este escritor, uno de los grandes valores de las letras mallorquinas del siglo XX.

Francia e Inglaterra sobre todo están llenos de casas dedicadas a escritores, a veces en la misma vivienda donde vivieron, a veces en un lugar que hubiera tenido alguna relación con ellos. Sólo en Francia hay 185, que casi son más que sus escritores de gran renombre. Victor Hugo tiene una casa dedicada a Besançon; Rousseau, en Montmorency; Balzac, en la capital; Chateaubriand en Châtenay-Malabry, con 12.000 volúmenes que le pertenecieron; Flaubert tiene su casa en Caen, porque la suya de Croisset desapareció; en Illiers-Combray hay una casa Proust, e incluso un poeta maldito, Rimbaud, tiene una casa-museo a Charleville. De Voltaire se visita todo un palacio en Ferney, porque fue rico. En Catalunya hay pocas, y no es por carencia de escritores, que son legión. Hay placas en las casas en las que vivieron, y no siempre.

Pero la mayoría de las casas de escritores no sirven para mucho. A menudo no hay ni los libros que habían poseído a sus dueños o inquilinos, y la visita sólo satisface un anhelo espiritual, fetichista, de los devotos. Esto es lo que ocurre con la mínima habitación de Tübingen donde Hölderlin vivió la segunda mitad de su vida, sin sensatez: un pasavolante manifiesta su admiración y su respeto, y nada más.

Por eso saludamos con gozo la decisión del Consell de Mallorca y el pueblo de Santanyí: la casa no será propiamente un museo, sino un "centro de poesía". Además de poder ver los muebles, libros y objetos de Blai Bonet, lo que tiene un valor sentimental muy relativo, la casa será un lugar para celebrar recitales de poesía y quizás de prosa –Bonet sobresalió en los dos géneros–, un lugar de acogida para estudiosos de su obra y, lo más importante, residencia temporal para personas que, dotadas de una ayuda para comer tres veces al día –no todos los poetas lo han hecho – podrán instalarse y escribir.

Y, si en la casa de Bonet eliminan los videomapajes, mejor aún. La poesía nada tiene que ver con las nuevas tecnologías: la humanidad la ha hecho incluso cuando no existían ni el lápiz ni el papel.

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