El 'thriller' de Elisenda Solsona sobre la fertilidad
Elisenda Solsona habla en 'Mammalia' de la maternidad como anhelo y de los vínculos maternofiliales a partir de una mujer que busca su origen
- Elisenda Solsona
- Malas Hierbas
- 364 páginas / 19,90 euros
Las mujeres que nunca hemos querido ser madres difícilmente podemos entender el deseo –a menudo enfermizo– de otras por serlo. Se nos hace extrañísimo que una mujer quiera llevar a otro ser humano a este mundo tan miserable y dejar que la responsabilidad pese sobre ella hasta el final de sus días. Pero el deseo de la maternidad es una evidencia, y buena muestra de ello son, lamentablemente, los vientres de alquiler, esa barbaridad elevada a la enésima potencia prueba fehaciente de la vigencia de un patriarcado que desprecia a las mujeres y las utiliza para sus fines ilícitos.
Mamalía, la primera novela de Elisenda Solsona (Olesa de Montserrat, 1984), que ya había publicado cuentos y microcuentos, habla de la maternidad como anhelo y de los vínculos maternofiliales. Mamalía es uno thriller en el que un misterio planea hasta el desenlace. La protagonista, Cora, se lanza obsesivamente en busca de su pasado. “Yo lo único que sabía es lo que te conté, que mi padre me había adoptado cuando estaba a punto de cumplir tres años y que mi madre biológica había muerto en el momento del parto”. Una pista: el oficio de su padre, ginecólogo, ocupa aquí un sitio principal.
Estamos en un tiempo distópico, indeterminado. El cambio climático –supongamos– ha provocado la reactivación de los volcanes y llueve ceniza. Un Plan de Fertilización se ha implantado para perpetuar la especie y condena a las mujeres jóvenes a regalar sus óvulos para que sean implantados en úteros sanos y fuertes, que garanticen su viabilidad. La Cora sufre una cardiopatía. ¿Podrá ser madre, en caso de quererlo? La cardiopatía de la Cora es también un elemento decisivo. ¿Su enfermedad le ha condenado o le ha salvado de un destino trágico?
Jugar con la alternancia de los tiempos
La autora nos va dosificando la información hábilmente, jugando con la alternancia de los tiempos. Arrancamos en un pueblo de la Catalunya Nord, donde una Cora de ocho años pasa unos días de veraneo en compañía de su padre y de la pareja de éste, Sara, aficionada a la espeleología. Parece un pueblo escogido al azar en Tripadvisor, pero no lo es. En ese pueblo francés, Rià, hay algo raro: un bosque, unas cuevas, unas voces femeninas. Seguimos la trama como si fuera una novela de misterio en la que se quiere averiguar una identidad. Buscamos la identidad de la Cora, su origen.
En compañía de Joana, la amiga-pareja que lleva tatuada la respuesta a sus dudas, Cora persiste en busca de una explicación que, en la página 300, da un giro sorprendente y deriva en una fantasía que rompe la verosimilitud de la novela. Algunos creerán que la sorpresa eleva el relato. A mí no me ha convencido, encuentro el desenlace algo demasiado atrevido. Una maestra de la intriga, Patricia Highsmith, diagnosticó en Suspenso uno de los errores en la redacción de una trama: “El escritor no ha puesto los cimientos por lo que debe suceder cuando el relato esté más avanzado”. Sin embargo, la imaginación de Solsona es fértil, y meritoria la capacidad de construir una novela no lineal, así como la creación de personajes heridos o directamente naufragados.