Hacía tiempo que no leía un libro tan conmovedor como 'Los pájaros', de Tarjei Vesaas
Club Editor publica una de las novelas más destacadas del autor noruego, centrada en la vida de dos hermanos

'Los pájaros'
- Tarjei Vesaas
- Club Editor
- Traducción de Carolina Moreno Tena
- 288 páginas / 22,95 euros
¡Qué libro tan bello, con ecos de mito clásico y de parábola bíblica! ¡Y qué sencillez tan honda en todas sus partes! Sólo tres personajes (dos hermanos que viven solos y un recién llegado a su casa), siempre en el mismo lugar (un lugar de horizontes amplios, junto a un lago, con bosques cerca). Hege, la hermana, pronto cumplirá cuarenta años y ya empieza a contar canas. Se dedica a tejer: hace jerséis, que después vende. Su hermano, Mattis, que todo el mundo le conoce como el Talos porque es un chico diferente, es tres años más joven que Hege y no tiene oficio ni beneficio. Eso sí, sus preguntas a menudo muestran las grietas más profundas en la mentalidad conservadora de su hermana. Lo tienen por un tonto rematado, pero, sin ser consciente de ello, tesorea una especie de sabiduría casi profética, desconcertante. Cerca de dónde viven, hay dos árboles gemelos, dos temblores: Mattis siempre ha considerado que representaban a los dos hermanos.
Una mañana, uno de los temblores aparece calcinado por un rayo, y el joven se atribuye porque presiente que aquello es un mal augurio, aunque no sabe a quién de los dos hace referencia: si a su hermana oa él (sufre si prefigura la propia muerte, pero también si anuncia la de Hege, porque él). Un poco antes de eso, una noche, ha oído ruido de alas sobre la casa, y, al salir al raso, ve que una becada hace una suerte de vuelo que él atribuye a lo que suele preceder el apareamiento. Y también ve una señal –en este caso, de bienaventuranza–: "En el seno de Mattis todo era canto: eran la becada y él".
Una candidez que nos llega al corazón
La gran consecución de la historia es este personaje del Talós, un espíritu más iluminado que obtuso. Vive en una realidad que no acaba de coincidir con la de Hege ni con la del resto de habitantes del pueblo: una realidad respaldada a una dimensión mágica ya una expectativa simbólica. Su candidez nos llega al corazón: le aterra que su hermana le abandone, porque todo el mundo le ha hecho creer que es, en efecto, un taloso. Lo último que desea, pues, es cambio en su rutina diaria. Duerme, desde siempre, sobre un escaño de madera, que, bajo la tapa, conserva unos dibujos y unos arañazos que había hecho de pequeño. Mattis tiene pánico en las tormentas y, en especial, en los rayos. Pero todo parece cambiar esta noche del descubrimiento del pájaro: "Las alas de la becada estaban en el cielo, en el aire tibio de la noche, pero también tocaron el corazón de Mattis" (hay pasajes de la obra en la que me parecía que el protagonista, uno si es no es visionario, salía de unos versos de Màrius Torres). Diríais que el narrador nos advierte en todo momento que debemos ser muy conscientes de todo lo que viven los dos hermanos: que su mirada paleta complementa la de la mujer, se esfuerza por hacerla, paradójicamente, más compleja. Porque, al fin y al cabo, todo lo que ocurre lo provoca Mattis, El Talòs.
Y aunque el muchacho vive con el terror constante del fuego de los rayos, hay un momento que está a punto de ahogarse en una barquita mal calafatada. Sin embargo, esto le permitirá conocer a dos chicas que le tratan como si fuera normal. Y, un poco más adelante, tendrá el pensamiento de hacerse barquero, para ayudar a quien tenga que atravesar el lago, de una orilla a otra. Aspira a bogar recto. La mirada pura del joven es la de un poeta admirado: "Qué lástima que la estela se deshaga tan rápido, las rayas deberían quedar dibujadas en el agua días y días". También había manifestado ese deseo de permanencia respecto a las rayas que describían, en el aire, las alas de la becada (que acabará haciendo, por cierto, un mal fin). Este oficio imposible de barquero (no hay nadie que tenga necesidad de contratar sus servicios) servirá para que conozca a un leñador discreto, que encarnará el tercer papel protagonista de la historia, cuya llegada amenaza con turbar la vida calmada de Mattis. Y aquí comienza una parte decisiva de la novela. Odiseo tenía que cargar un remo tierra adentro. Mattis abrazará a dos... el lector ya conocerá en qué circunstancias.
¡Hacía tiempo que no leía un texto tan conmovedor! Al fin y al cabo, una historia sobre el miedo a la muerte, sobre los miedos a la existencia. Las frases son cortas, de una calidad eminentemente lírica, y los párrafos breves. Hay mucho diálogo, aspecto muy remarcable porque el lenguaje elíptico y elusivo de Mattis parece mucho más deudor del símbolo que de la estricta referencia. Las reiteraciones tienen un peso fundamental. La traductora, Carolina Moreno, firma un magnífico epílogo. No puedo dejar de citar las palabras finales: "Es la belleza sobria pero imponente de la superficie vasta y lisa del lago, del verde uniforme de las laderas de las montañas, del cielo limpio de nubes que se rasga con un chillido que hende el aire. El chillido lo contiene". Pues bien, le ha traducido de una forma muy llegidora, y la ha convertido en palabra memorable.