Literatura

Viaje a la frontera más desconocida y peligrosa de Europa

La escritora Kapka Kassabova ha recorrido cientos de kilómetros entre Bulgaria, Grecia y Turquía para contar las historias de algunos de sus habitantes, explorar los traumas del pasado e incluso arriesgar su vida

Una imagen de la frontera entre Bulgaria y Grecia, en la década de los 80
09/11/2025
5 min

BarcelonaCuando era apenas una niña, Kapka Kassabova (Sofía, 1973) veraneaba con su familia en un pueblo del sur de Bulgaria aparentemente idílico llamado Michurin durante la época soviética (actualmente, Tsarevo). "Me podía considerar una privilegiada, porque con los padres, que eran científicos, íbamos de vacaciones, mientras que muchos de los niños que conocía dedicaban el verano a trabajar en los campos de tabaco", recuerda ahora, coincidiendo con la publicación de la primera traducción catalana de un libro suyo, Frontera (Comanegra, 2025; traducción de Ariadna Pous), que presentó en el festival Kosmopolis del CCCB. "En aquellos momentos yo no podía saber que, en los pueblos de la llamada Riviera Roja, de cada dos camareros, uno trabajaba al servicio de la Seguridad del Estado búlgara, y que había también multitud de agentes del KGB y de la Stasi vigilando en secreto a los veraneantes de la Alemania del Este: algunos de ellos la iban por el bosque y en la boca iban para en bosque una nueva vida lejos del comunismo", explica.

La niña que un día fue Kassabova desconocía que los vigilantes de la frontera podían llegar a matar a algunos de estos fugitivos, pero notaba "el miedo ambiental" de vivir en un régimen que privaba a sus habitantes de algunos de los derechos fundamentales. "Había mucho silencio, y las criaturas son muy sensibles a lo que no se dice –continúa–. Uno de los temas a los que nadie hacía nunca referencia era la frontera, que en búlgaro se llama granita. La frontera era un tabú, una especie de vacío que incluso era inexistente para las familias que veraneábamos cerca. Y eso que era extensa y vivía gente que tenían que convivir con la vigilancia constante, al igual que ha pasado durante décadas en la Franja de Gaza". Muchos años después de la caída del comunismo, Kassabova se decidió a escribir un libro sobre esta tierra de nadie, recorriendo los cientos de kilómetros de frontera, que van desde el mar Negro hasta Mac leyendas conviven con la traumática herencia histórica y que pasa por países como Bulgaria, Turquía y Grecia.

Uno de los paisajes de montaña de 'frontera' de Kapka Kassabova.

Vivir en una cárcel al aire libre

"Durante mucho tiempo, mi país fue una enorme cárcel al aire libre", explica. Con Frontera, publicado en inglés en 2017, Kapka Kassabova inauguró un cuarteto de libros ambientados en los Balcanes, que la autora ha cerrado recientemente con Anima: a wild pastoral (Jonathan Cape, 2024). Ha sido necesario que pasaran décadas para que Kassabova necesitara reencontrarse con esta "frontera desconocida y peligrosa". "A principios de los noventa Bulgaria caía a pedazos: tras la caída del régimen todo se detuvo y el estado lo controlaba todo –recuerda–. Los padres estaban desesperados y les pareció que lo único que podía hacer la familia era irse". Fueron a parar a la otra punta del mundo, en Nueva Zelanda, para trabajar en la universidad. "Antes de instalarnos ya tenía una idea en la cabeza sobre cómo debía ser esa isla, porque uno de los libros que más me han influido y maravillado desde pequeña ha sido el atlas del mundo –sigue—. Me decepcionó encontrarme a tantos descendientes de europeos blancos, en Nueva Zelanda. Pero esperaba muchos más maoríes".

Mientras aún estudiaba, Kassabova debutó como poeta con All roads lead to the sea (Auckland University Press, 1997). Desde entonces ha publicado una docena de títulos más, siempre escritos en inglés, aunque sea la cuarta lengua que aprendió: "Mi lengua materna es el búlgaro, estudié en la escuela francesa en Sofía y, antes del inglés, aprendí ruso", comenta.

Aunque sus padres sigan viviendo en Nueva Zelanda, Kapka Kassabova regresó a Europa en el 2005. Lleva dos décadas viviendo en las Highlands escocesas, escenario de su próximo libro, Borrowed land, que se podrá leer el próximo año en inglés. "Mi misión vital era escribir el cuarteto balcánico, que comienza con Frontera –admite–. Tenía que volver al lugar de donde vienen mis ancestros y convivir con todas las sombras de la frontera. La frontera es un mundo subterráneo. Es un descenso en el Hades".

Una de las mujeres casi centenarias que vive en Strandja.

Unas montañas llenas de oro

A partir de conversaciones con algunos de los habitantes de la zona fronteriza entre Bulgaria, Turquía, Grecia y Macedonia, la autora rescata episodios históricos poco o nada recordados que se leen con una sorpresa creciente, como ocurre con el capítulo dedicado al yacimiento donde, en la década de los ochenta, la hija del jefe de estado del país y ministra encontrar la tumba recubierta de oro de la diosa egipcia Bastet. La historia involucra a videntes, cazadores de tesoros, accidentes y muertes misteriosas. "No es el único tesoro que hay en las montañas de la Strandja o las Ródopas, y la gente que vive es consciente de ello –dice Kassabova–. El oro que hay bajo tierra viene de los tiempos de la civilización tracia y de imperios como el bizantino, el romano y el otomano. Hay mucha gente que todavía busca a estos".

En el libro, la persecución del oro es literal ya la vez simbólica, porque Kassabova sabe dar valor a las historias de los habitantes de la frontera que va encontrando. Le sirven, por ejemplo, para explicar la persecución de miles de disidentes durante las décadas de socialismo, pero también para recordar "los fantasmas que todavía se pueden percibir", asegura, dentro de las fortificaciones abandonadas de la línea Metaxás –que debía proteger a los griegos de una posible invasión búlgara entre el 19 y el 19 de 300.000 búlgaros de confesión musulmana hacia Turquía a principios de la década de los noventa. "Este éxodo fue la antesala del genocidio perpetrado durante las guerras balcánicas", recuerda.

"Me gusta viajar a la periferia ya los márgenes y encontrar historias –continúa la autora–. Lo que queda olvidado de los relatos principales me parece lo más interesante. Pasando temporadas en las montañas y bosques de la Strandja y las Ródopas me di cuenta de que son lugares aún habidos por los huir, por los gritos de los soldados que enloquecían dentro de las fortificaciones y por los jóvenes que tenían que vigilar la frontera.

En uno de sus viajes, Kapka Kassabova coincidió con uno de los antiguos vigilantes contratados por el departamento de Seguridad del Estado. "En los buenos tiempos, teníamos nuestros métodos para la gente como usted", le amenazó. Y le recomendaba, poco después: "No vaya merodeando y hurgando viejas tumbas, querida. A nadie le interesa eso". Sin embargo, no fue ese hombre quien puso en peligro la vida de la escritora, sino un hombre griego, Ziko, que la llevó en coche hasta un pueblo fantasma en la cima de una montaña. Allí arriba sólo estaban ellos dos y un grupo "de esbirros desconocidos" que habían llegado en BMW y que Kassabova temía que quisieran agredirla o incluso borrarla del mapa. "Creía que me habían parado una trampa, y huí corriendo a través del bosque –reconstruye años después–. Fue mientras me escapaba de esa amenaza invisible que encontré a tres personas junto a un río llenando una barca con barras de pan. La mujer se llamaba Marta. Los hombres, por imposible que pueda". Quien quiera averiguar el final de esta historia tendrá que leer Frontera.

En otro capítulo del libro, el propio Ziko, que ha "hecho contrabando con todo tipo de productos, desde frutos del bosque hasta ametralladoras", revela a Kapka Kassabova cómo vivir muchos años: "El secreto es tener tres corazones. Uno para amar a la gente. Otro para quererse a uno mismo. Y un tercero para amar las montañas". El único problema es que en las montañas de la frontera la locura está más presente que el amor.

La escritora búlgara Kapka Kassabova durante una entrevista en el CCCB de Barcelona.
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