Por qué Leonardo DiCaprio cambia tanto de novia y son todas iguales

Liv Strömquist reflexiona sobre las relaciones sentimentales en la era del narcisismo extremo en el ensayo en viñetas 'No siento nada'

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Pàgina de 'No siento nada', de Liv Strömquist

Barcelona2014, gala de los Globos de Oro. La cómica Tina Fey presenta una de las estrellas de la noche: “Y ahora, como una vagina de supermodelo, damos una cálida bienvenida a Leonardo DiCaprio”. El chiste era tan crudo como incisivo. El currículum sentimental del actor es casi como un catálogo de Victoria's Secret: Gisele Bündchen, Bar Refaeli, Anne Vyalitsyna, Erin Heatherton, Toni Garrn, Kelly Rohrbach, Nina Agdal... A todas les quedan muy bien los bañadores, tienen menos de 25 años y un pelo largo y rubio. Ir encadenando relaciones con supermodelos prácticamente iguales es motivo de risa para algunos y de envidia para otros, pero para Liv Strömquist fue el punto de partida del ensayo en viñetas No siento nada (Reservoir Books, 2021), que explora la manera en la que el capitalismo tardío está cambiando nuestra manera de querer y reduciendo la duración de las relaciones. El objetivo del cómic no es disculpar a DiCaprio por ser un mujeriego con ideas fijas en cuanto a las mujeres, sino entender la amenaza que representa la era del narcisismo extremo sobre nuestra capacidad para enamorarnos de alguien.

Strömquist no cree que dejemos de enamorarnos de un día para el otro, pero sostiene que en nuestra cultura individualista, enamorarse de otra persona es cada vez un acto más a contracorriente. “Enamorarse requiere abandonarse a uno mismo y poner el foco en el otro, pero en los últimos 15 años la sociedad occidental está poniendo el foco en el yo –dice Strömquist–. Y el individualismo, en cierto sentido, entra en conflicto con el acto de enamorarse”. Todo ello es, dice, un efecto secundario del gran objetivo del capitalismo: aumentar los beneficios. “Para hacer crecer el rendimiento necesitas clientes insatisfechos que necesiten cosas nuevas –dice la autora–. Y las relaciones se acaban adaptando a la lógica del querer más y mejor, sobre todo gracias a las aplicaciones de citas, que nos hacen ver a los demás como productos y a nosotros como consumidores”.

De Kierkegaard a Beyoncé

Las disquisiciones sociológicas de Strömquist son ilustradas en No siento nada por unos dibujos sencillos y acompañadas de diversas citas de pensadores como Eva Illouz, Byung-Chul Han, Søreno Kierkegaard y Erich Fromm, un estilo que sería un poco crudo si no fuera por el dinamismo de la autora con los textos y el diseño de página, las anécdotas históricas y los referentes de cultura pop que aliñan los discursos teóricos y un sentido del humor irreverente y brillante. Es un lenguaje que ha trabajado antes en el libro El fruto prohibido, en el que trazaba una fascinante historia cultural de la vulva, o Los sentimientos del príncipe Carlos, su primer ensayo sobre el amor. “No entiendo por qué no se escriben más libros sobre el tema, la verdad –dice–. Hace un siglo te casabas con alguien y pasabas toda la vida con él, pero ahora tenemos más relaciones, nos rompen el corazón y nos preocupa mucho más. Pero en las librerías solo hablan de amor las novelas y los manuales de autoayuda, no hay libros que reflexionen sobre cómo la sociedad construye nuestra idea del amor”.

Un factor inesperado en el asedio moderno al amor romántico que destaca la autora de No siento nada es el feminismo. A partir de la letra del tema Irreplaceable, un himno de empoderamiento femenino de Beyoncé, Strömquist postula que la idea de la pareja como un elemento fácilmente sustituible también ha debilitado nuestra capacidad para enamorarnos. "Hay muchos tipo de feminismos: el anarquista, el pacifista, el ecofeminista... Pero el único que fomenta el capitalismo es el que empodera a las mujeres para que sean empresarias autosuficientes que dominan el mundo y no necesitan a nadie porque ya tienen dinero. Pero es un feminismo que no desafía las estructuras de poder. El capitalismo se ha apropiado de un movimiento radical y utiliza sus ideas para animarnos a consumir más".

Páginas de 'No siento nada', de Liv Strömquist

Sin embargo, siguiendo con su reflexión sobre la vida amorosa de DiCaprio, Strömquist apunta también que la pauta relacional del actor se ve reforzada por el cambio cultural de una masculinidad que adopta la distancia emocional como signo de estatus superior para mantener el control sobre el vínculo sentimental. "Ser independiente y no necesitar a los demás se ha convertido en una especie de poder, como si fueras invulnerable –señala–. Si necesitas los demás, en cambio, tu estatus social cae. En Sexo en Nueva York, Samantha es la más cool porque es la más independiente. Pero no sé si la vida de la gente que necesita a los demás es peor. Es bonito querer cosas y sentir un deseo fuerte, incluso si es doloroso. Es mejor que no sentir nada".

La belleza de perder el control

Strömquist, por cierto, escribió el libro estando enamorada y cree que por eso mantiene una "mentalidad positiva" sobre el acto de enamorarse. Pero alega que la energía de enamorarse de alguien es muy similar a la de desenamorarse. "Dejar de querer a alguien es un acto muy misterioso e inesperado, un enigma tan grande como enamorarse –apunta–. De golpe cambia la manera de mirar a alguien y no sabes por qué. Es un fenómeno inexplorado y no sabemos cómo pasa, si tiene razones lógicas o es totalmente arbitrario. En el fondo está fuera de nuestro control, como la muerte, pero queremos controlarlo todo. Y no tendríamos que luchar tanto contra el acto de enamorarnos o desenamorarnos, sino aceptarlo. Además, hay una cierta belleza en perder el control".

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