Guerra Civil

Los árabes antifascistas que lucharon contra Franco

El libro 'Moros contra Franco' analiza el impacto de la Guerra Civil en el mundo árabe

Portada del diario 'Estampa' de octubre de 1936
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BarcelonaMohand Ameziane Sail era un anarquista argelino que luchó en la Primera Guerra Mundial defendiendo a Francia. Le vigilaban porque era "un agitador" anticolonialista. En 1936 vino a Cataluña para unirse a las milicias del POUM y luchar contra Franco. Bestani Belkacem, también argelino, tenía 28 años cuando acudió al frente de Aragón. Mohamed Hammis era un campesino analfabeto, y con 43 años dejó Argelia para unirse a las Brigadas Internacionales. Jean-Joseph Akl era un libanés que también combatió la Guerra Civil Española.

Najati Sidqi era un palestino, nacido en Jerusalén, que se unió al Partido Comunista mientras trabajaba en Correos. En sus memorias exuda cierta amargura por la indiferencia y el racismo de los republicanos españoles. Se ha escrito y hablado mucho sobre brigadistas llegados de Estados Unidos o Europa, pero muy poco sobre los que llegaron de Argelia, Túnez, Marruecos, Palestina, Egipto, Irak, Siria o Líbano. Conocer quiénes eran y su recorrido no es fácil, porque prácticamente no hay memoria ni en España ni en sus países de origen. Los historiadores especialistas en el mundo árabe Andreu Rosés y Marc Almodóvar han destinado trece años a recoger documentación y testigos para escribir Moros contra Franco. El antifascismo y la Guerra Civil Española en el mundo árabe (Verso).

Los historiadores Marc Almodóvar y Andreu Rosés.

Ambos autores explican cómo militantes de organizaciones y partidos de izquierdas del mundo árabe coordinaron campañas de solidaridad con la Segunda República, pasaron armas de forma clandestina, se unieron a las Brigadas Internacionales y denunciaron el uso colonialista de las unidades franquistas marroquí. "Hay muy pocos trabajos publicados y es una rendija que abre todo un campo de la memoria desconocido. Quizás numéricamente estos voluntarios no fueron relevantes, pero todo lo que simbolizan es muy importante", afirma Rosés. Muchas cosas se han dicho de la Guerra Civil, pero prácticamente siempre desde la mirada occidental. "No se ha explicado mucho desde la perspectiva de los países coloniales y era interesante hacerlo, porque estas sociedades eran plurales y diversas, y hubo mucho debate, precisamente porque había un elemento más que era el colonialismo", añade.

Los dos historiadores querían deshacer el tópico que etiqueta muchos nacionalismos árabes de fascistas. "Es una afirmación muy parcial. Es cierto que determinados nacionalismos apoyaron al fascismo, pero también lo es que hubo movimientos nacionalistas independentistas que se manifestaron antifascistas", afirma Almódovar.

Indiferencia y racismo

Ambos autores, especialistas en el mundo árabe, al inicio de la investigación querían hacer un documental. "Durante siete años tuvimos la idea de hacer un documental y buscamos familiares y la memoria personal de estos militantes. Al final lo convertimos en un libro y profundizamos en él, pero ha sido un recorrido largo porque son muchos países, cada uno con sus particularidades. Hemos tenido que consultar muchos archivos de sitios diferentes y estirar muchos hilos", dice Almodóvar. Ambos autores denuncian que, por parte de la Segunda República, había cierta indiferencia hacia estos voluntarios. Safer Abdallah era un joven argelino de 27 años que trabajaba para el servicio de prensa de las Brigadas Internacionales. Envió distintas peticiones para crear un grupo integrado por brigadistas norteafricanos. Lo argumentaba defendiendo que la mayoría de las nacionalidades se encontraban representadas en las brigadas, y que esto tenía resultados positivos tanto para los combatientes como desde el punto de vista internacional. Además, de esta forma también se facilitaría su formación política. Pedía también más acciones de propaganda en el norte de África. La única respuesta que obtuvo fue que la propuesta sería examinada y que le harían llegar las conclusiones. Najati Sidqi explica en sus memorias que un día, mientras paseaba por la Rambla de Barcelona, ​​unos milicianos le dijeron que "todos los moros están junto a Franco", mientras él les intentaba explicar que había venido a España para defender la libertad y luchar precisamente contra Franco.

Tanto Almodóvar como Rosés denuncian que el racismo impregnaba también en la prensa republicana: "Había muchos chistes en contra de los marroquíes, mientras que la prensa falangista destacaba la unión fraternal entre ambos pueblos, seguramente con un interés estratégico". En muchos artículos de la prensa republicana, por ejemplo, se retrataba la brutalidad de los regulares marroquíes en el campo de la batalla o se hablaba de su depredación y potencia sexual.

Marruecos tiene sus propias particularidades. Es seguramente uno de los países de donde salieron menos voluntarios, sobre todo si se compara con Argelia, de donde se marchó un contingente bastante importante, pero la situación que se vivía dentro del país era bastante compleja. "En Marruecos es donde se ven más claras las fisuras coloniales de la República española", afirman los autores. En el protectorado español de Marruecos, el golpe militar abrió un escenario ambivalente para el movimiento nacionalista marroquí. Por un lado, estaba la brutal represión franquista. Por otro lado, una nueva oportunidad para las peticiones nacionalistas. Las conspiraciones y los intentos de sublevar a la población contra los militares se multiplicaron. "Fracasaron una y otra vez, lo que demostró que el campo republicano, por su naturaleza colonialista, no lograba entender la realidad marroquí", explican los autores.

Las contradicciones de los judíos palestinos

Palestina, entonces bajo mandato británico, era otra realidad. La Guerra Civil coincidió con la revuelta árabe del país. La mayoría de árabes y judíos que vinieron a luchar pertenecían al Partido Comunista, y los judíos sufrían las contradicciones entre la realidad que vivían en sus barrios y las órdenes del Partido Comunista. Un ejemplo es la historia de Mordejai Milman, que murió de un disparo en la cabeza mientras su batallón intentaba hacer suyo el cementerio de Gandesa en agosto de 1938. Milman, tal y como cuentan Almodóvar y Rosés en el libro, había nacido en 1910 en Uman, una pequeña ciudad de Ucrania. Junto con su madre y sus hermanos, tuvieron que huir después de que su padre fuera víctima de los pogromos antijudíos, que en Ucrania dejaron entre 30.000 y 60.000 víctimas. La familia se instaló en Tel Aviv, donde en 1921 el 99,2% de la población era judía. Era, por tanto, una ciudad donde el proyecto sionista avanzaba con fuerza.

"En los primeros años 30 muchos judíos formaban parte del Partido Comunista, no tanto por la creencia explícita en el ideario comunista como porque eran contrarios al sionismo, consideraban que representaba las aspiraciones de la burguesía judía y era un peón más del imperialismo británico", destacan los autores. El Partido Comunista Palestino era profundamente antisionista. Muchos comunistas judíos, pues, estaban atrapados entre dos realidades y la Guerra Civil fue también una forma de poner distancia con los problemas que vivían en su país. Como Palestina, en ese momento muchos países árabes vivían momentos primordiales que decidirían su futuro. "Hemos intentado ayudar a hacer entender un poco más tanto la Guerra Civil como la realidad del mundo colonial y el papel que desempeñaron los movimientos antifascistas", señalan los autores.

Portada del diario 'Estampa'.
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