Memoria Histórica

"La memoria de las guerras carlistas ha sido descuidada"

Un estudio de la Universidad de Barcelona recupera monumentos, conmemoraciones y topónimos vinculados a la Tercera Guerra Carlista en Cataluña

Conmemoración del 10 de abril, en el monumento dedicado al brigadier Josep Cabrinetty, en Puigcerdà a inicios del siglo XX.
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Barcelona"Durante más de 50 años, poblaciones como Berga o Cervera, junto a la fiesta mayor del pueblo, rememoraban la Tercera Guerra Carlista", explica David Cao, profesor del departamento de historia y arqueología de la UB. "Las pugnas por la memoria de las conmemoraciones carlistas dentro del espacio público estuvieron muy presentes hasta la Guerra Civil; después quedaron absolutamente enterradas, porque el paisaje memorístico cambió radicalmente. Este olvido hace que se mantengan tópicos sesgados o visiones simplificadas", añade el historiador que lidera, junto con el Patronat de la V y X. el Institut Ramon Muntaner, un proyecto de investigación sobre la memoria material y simbólica que la Tercera Guerra Carlista dejó en Cataluña. Cao no considera que el carlismo fuese un movimiento anecdótico o marginal, sino que fue un fenómeno ampliamente extendido también en entornos urbanos, ya que hubo partidas armadas carlistas que actuaron en Mataró, Igualada, Terrassa o Granollers. "Las guerras carlistas no sólo son conflictos dinásticos, sino que forman parte de una dialéctica de revolución y contrarrevolución que acompaña a la construcción del mundo contemporáneo. Estudiarlas ayuda a entender la politización de las clases populares, la construcción del Estado español liberal o la creación de imaginarios colectivos con capacidad de perdurabilidad", añade.

La Tercera Guerra Carlista significó la movilización armada de veinticinco mil personas y se calcula que, en los enfrentamientos, entre 1872 y 1875, murieron al menos cinco mil personas. Es complicado poner fecha al inicio del movimiento carlista, pero un punto de inflexión fue en diciembre de 1832, cuando Fernando VII derogó la ley sálica y, de este modo, permitió que su hija Isabel pudiera sucederle en detrimento de Carlos María Isidro, el hermano del monarca. No era sólo un conflicto dinástico; el malestar de buena parte de la población había empezado mucho antes, cuando Fernando VII había subido al trono y decidió implantar un régimen absolutista. Además eran tiempos de pobreza, porque la pérdida de las colonias había provocado una crisis económica. Ni siquiera el clero estaba contento, porque las desamortizaciones habían despojado a la Iglesia de muchas de sus tierras. En la Cataluña actual hubo revueltas, como la de los Malcontents, en 1827, que acabó con sus líderes fusilados, deportados o en el exilio. Se volvieron a producir revueltas en 1833, cuando murió Fernando VII. Los partidarios de su hija, Isabel, pertenecían al blog oficialista, liberal. Los partidarios de Carlos, el bloque insurgente, los carlistas. Acabó con la derrota de los carlistas y con el líder de la región del Maestrazgo, Ramon Cabrera, conocido con el nombre de Tigre del Maestrazgo, huyendo a Francia en 1840.

Después de siete años de relativa paz, el hijo de Carlos María Isidro, Carlos VI, volvió a llamar a las armas. En septiembre de 1846, el padre Benet Tristán se levantó en Solsona y comenzó la Segunda Guerra Carlista, que se alargó hasta 1849. Muchos catalanes se unieron a la revuelta, porque España había vuelto a establecer la obligatoriedad de hacer el servicio militar lejos de casa, había impuesto importe decir, debía pagarse para entrar en las ciudades determinadas mercancías. Los carlistas ocuparon Cervera, Terrassa, Lleida y las Terres de l'Ebre, pero nuevamente acabaron derrotados en mayo de 1849. La Tercera Guerra Carlista comenzó en mayo de 1872 y los carlistas ocuparon lugares como Berga, Vic, la Seu d'Urgell u Olot. Se organizaron mejor, e incluso crearon una academia militar, pero tampoco salieron adelante. Fueron derrotados a finales de 1875 y, a partir de ese momento, el movimiento, que agrupaba a sectores social y económicamente diversos, fue perdiendo fuerza. Poco a poco, dejó de ser una opción de poder frente a otra que ya tenía.

Fiestas y conmemoraciones recuperadas en el siglo XXI

La memoria de estos enfrentamientos, pese al largo paréntesis del franquismo, se ha conservado en muy pocos casos. "Se conservan algunos monumentos, algunos cumpleaños conmemorativos y toponimia urbana, es decir, varias vías, calles, etcétera, que adoptaron nombres que remitían a estos enfrentamientos con el carlismo, y algunos todavía existen", explica Cao. El caso de Puigcerdà es muy singular porque conserva dos monumentos. Esta población sufrió dos asedios carlistas: uno en 1873 y otro en 1874. “Se conmemoró de manera continuada desde 1874 hasta 1936, y los dos monumentos son bastante ambiciosos, sobre todo para una población pirenaica como Puigcerdà, que tenía alrededor de 2.000 habitantes. dimensiones era absolutamente inédito en el contexto catalán", asegura Cao.

Uno de los monumentos se inauguró en 1880 y rinde homenaje al brigadier Josep Cabrinetty, que murió víctima de una emboscada después de haber ayudado a proteger la villa con su columna. Los anarquistas se deshicieron del monumento en agosto de 1936 y, en el 2012, se restableció. Tanto en 1880 como en 2012 se pagó la escultura con suscripción popular. El segundo monumento se inauguró en 1883, y es un obelisco de mármol dedicado a la memoria de las víctimas de los asedios carlistas. En Puigcerdà, desde un primer momento, el consistorio se implicó en la conmemoración: "Esto hizo que se convirtiera en una celebración cada vez más popular y transversal", afirma Cao. En Llaés (Ripoll), hay un monumento en memoria de setenta y cinco carabineros liberales fusilados por orden de la cabeza carlista Savalls en 1874, inaugurado en 1879. En San Juan de las Abadesas también se conserva un monumento que recuerda como el 17 de julio de 1874 los carlistas van a los carlistas. municipio, junto a la carretera de Olot. Allí, cada año, el 2 de noviembre, todavía se celebra la festividad religiosa de los Difuntos, en la que el ejército español hace un homenaje breve y solemne de poco más de cinco minutos a los soldados del ejército de Alfonso XII.

Una memoria "negligida"

Otro de los monumentos que se conserva es la cruz carlista de Collformic, en el Brull, en el punto de partida de una de las rutas más habituales para subir al Matagalls. La inscripción de la cruz es la siguiente: "Oren hermanos por las víctimas inhumanamente sacrificadas por una partida carlista en ese término de Collformich los días 10 y 11 de janer del año 1874". En Cervera, los nombres de las calles Burgos, Soria, Combate, Victoria y Rondas, que decidió el Ayuntamiento al año siguiente de la escaramuza, en 1876, todavía hoy guardan memoria de la Tercera Guerra Carlista. En esta población, hasta el año 1936 se recordaban los 48 fallecidos con los que terminó la batalla del 16 de febrero de 1875, con la Procesión del Puro. Era laica, cuyo itinerario iba del Ayuntamiento al cementerio, y en el que algunos hombres iban con el puro encendido a diferencia de las procesiones religiosas. Esta tradición fue recuperada a principios del siglo XXI. El paseo 22 de julio de Terrassa también recuerda a la Tercera Guerra Carlista y cada julio se hace una recreación de los hechos.

Cao cree que el patrimonio carlista debería documentarse, protegerse y señalizarse. "Las memorias del siglo XIX han estado bastante olvidadas, y lo que ha estado más presente son los hechos que tienen que ver con las memorias nacionales, como la Guerra de la Independencia en el caso español, por ejemplo, pero no las que tienen una relación más estrecha con las culturas políticas concretas y ciertas guerras civiles y otros episodios violentos y traumáticos –a las de la guerra –afirma–. ha sido descuidada". La literatura sí ha recordado las guerras carlistas con novelas como Las historias naturales (Ediciones 62), de Joan Perucho; Los extraños, de Raül Garrigasait (Ediciones de 1984), o La compañía nórdica (Columna), de Albert Villaró.

Monumento de Llaés
La revelación sobre la implicación del rey emérito en los hechos de Montejurra

En 1952, Carlos Hugo de Borbón entró en una batalla publicitaria con el nieto de Alfonso XIII, Juan Carlos de Borbón, por la sucesión del general Franco. Y demostró tener cierta capacidad de convocatoria. Cada mayo miles de carlistas acudían a Montejurra; en principio, para recordar a los muertos de la Guerra Civil que habían caído defendiendo el golpe de estado de Franco. Pero hubo un relevo generacional, nuevas corrientes ideológicas y un giro hacia la izquierda antifranquista que acabaron con la tolerancia que hasta entonces había tenido Franco con los carlistas. En 1974, en Montejurra, una parte de los carlistas proponían una revolución social y la sustitución del estado carlista por el estado socialista autogestionado. Sin embargo, las tendencias socialistas de Carlos Hugo no gustaban a buena parte de los carlistas, sobre todo los que seguían defendiendo valores de la pura ortodoxia carlista. Esta militancia se volcó con el hermano menor de Carlos Hugo, Sixto de Borbón-Parma. El 9 de mayo de 1976 estalló todo. Tradicionalistas y progresistas se enfrentaron ante el monasterio de Iratxe durante la ascensión en el tradicional encuentro de Montejurra. Hubo dos muertes y numerosos heridos entre los carlistas progresistas. "Aquel 1976, mi padre y mi hermana estuvieron en Montejurra; fue terrible y la Transición transmitió una versión falsa de los hechos. Todo esto de la Transición es una farsa, porque en 24 horas los fascistas no pueden convertirse en demócratas –explica Jaume Campas, que militó en el partido carlista–. añade.

El pasado mayo se hizo pública una carta póstuma de José Miguel Ruiz de Gordoa Armentia, hijo del gobernador civil de Navarra durante los hechos de Montejurra, José Luis Ruiz de Gordoa. La carta, que el hijo del gobernador dejó preparada para publicar después de su muerte, el pasado 3 de abril, desmiente la versión oficial, según la cual, todo ello fue un enfrentamiento entre carlistas y que la policía había evitado daños mayores. La carta describe que en la "operación Montejurra 76" participaron el ministerio de Gobernación de Manuel Fraga y distintos ministros. El hijo explica que fue testigo presencial de una conversación telefónica el 8 de mayo de ese año entre su padre y el rey emérito, Juan Carlos de Borbón. "El rey emérito conocía la operación, como la conocen Fraga y Adolfo Suárez", afirma el hijo.

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