Música

La consagración olímpica de Estopa

El dúo celebra los 25 años del primer disco con el apoyo incondicional de 60.000 personas en el Estadi Olímpic Lluís Companys

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  • Estadio Olímpic Lluís Companys. 10 de julio de 2024

"Los experimentos, con gaseosa", decía Jose Muñoz hace unos días en el ARA. Tanto él como su hermano David, los Estopa, explicaban que necesitaban tener los pies en el suelo, y que este suelo fuera sólido, conocido, familiar, y aún más ante el reto de tocar por primera vez en el Estadi Olímpic Lluís Companys con las entradas agotadas: 60.000 personas que habían pagado 45,71, 55,10, 61,71 o 72,71 euros. Precios populares comparados con lo que se está pagando hoy en grandes recintos. El concierto de ayer en Barcelona culminaba la primera parte de la gira con la que celebran el 25 aniversario de la publicación del primer disco, Estopa (1999), y el repertorio elegido se aviene con esta necesidad de saberse en un lugar seguro.

Mandan las canciones de ese debut (y en general las del periodo 1999-2004), que es cuando el dúo de Cornellà fijó una fórmula imbatible de rock, rumba y canción que han consolidado disco a disco con variaciones mínimas. De hecho, el disco Estopía (2024) es una especie de homenaje a esas esencias de hace 25 años. Claro quedó al principio de la actuación, cuando interpretaron una canción del último álbum, El día que tú tienes marches, justo después de dos clásicos como Tu calorro y Cacho a cacho. La nueva aprovechaba el rebufo de las antiguas y despegaba con aroma de clásico. Lo mismo ocurrió con otras piezas de Estopía, cómo La rumba del Pescaílla, ligada a El del medio de los Chichos, y sobre todo las que cantaron antes y después de las del disco ¿La calle es tuya? (2004). El gran damnificado en el repertorio de esta gira es Fuego (2019), reducido a una presencia testimonial.

La respuesta del público fue espectacular. Siempre lo es, pero todo un estadio cantando Cacho a cacho impresiona más. Seguramente también lo notaron los Estopa. “Buenas noches, Barcelona. Yo no sé si podré acabar esto...”, dijo David emocionado y, como marca la tradición, vestido como si acabara de levantarse de la siesta y recordara que tenía que ir a buscar a su hijo al colegio. “Estamos jugando en casa y no podemos ni empatar ni perder, ¡tenemos que ganar!”, exclamó a continuación para estar a la altura del entusiasmo del recibimiento. A lo largo del concierto, varios gestos y miradas entre los Muñoz sí transmitían la sensación de que era el partido más importante de sus vidas. “Este concierto no lo olvidaremos en la vida”, aventuró David antes de darlo todo, él, su hermano y toda la banda en Malabares.

Ya no me acuerdo (cantada por Jose), Hemicraneal y Sola, de tempo más relajado, apaciguaron la excitación tanto en el escenario como en la pista y en las gradas, pero solo para coger impulso para atacar La mana de tu regazo, nuevamente con el estadio convertido en el mejor karaoke posible.

El público, que llenó el Estadio Olimpico, esperando el inicio del concierto

Estopa son conservadores por naturaleza, en el sentido de que no tensan la relación con el público. Interpretan las canciones amándolas, nunca dan que pensar que están cansados de canciones que han tocado miles de veces. Por eso ni las estrujan ni las reinventan. Saben que tienen un gentío que canta cada canción de principio a final, y de ninguna manera quieren decepcionar esa fidelidad que ya es intergeneracional: solo había que ver la diversidad de edades que había en el estadio. Eso sí, han querido premiarlos con más de dos horas y media de un espectáculo rotundo, de volumen a ratos ensordecedor, con la colaboración de la cantaora Chonchi Heredia y con un despliegue audiovisual de dimensiones memorables que han trabajado con los estudios Cube.bz y Nueveojos. Entre los hallazgos escénicos, señales de tráfico móviles, animaciones con recursos gráficos e imágenes conectadas con Cornellà, un Seat Panda real y una “máquina de los deseos” que los Estopa aprovecharon para pedir que “los intransigentes y los racistas se callen”, que “se acaben todas las guerras” y que “el año próximo el Barça sea campeón”. Ah, y en la era de los vídeos verticales, unas enormes pantallas cuadradas, una decisión casi contracultural.

También involucraron a los espectadores en el show lumínico repartiéndoles pulseras de luz, una idea que los hermanos Muñoz tomaron prestada de Coldplay. El añadido obligó a retrasar 37 minutos el concierto (que estaba previsto para las 21 h), seguramente para que fuera de noche cuando tocaba activar la luz de las pulseras, que fue a las 22.10 h mientras sonaba Tragicomedia, y la cosa ya no paró. Una noche apoteósica, una vez más, pero ahora mucho más, que culminaron con bis tan previsible como efectivo. Lo abrieron con Vino tinto. Justo después hicieron una variación de Obí, Obá, cada día te quiero más dedicada al futbolista Lamine Yamal ("Lamin', Yamal, cada día te quiero más"), Ojitos rojos y Me quedaré. Y como dice el canon de Estopa, la despedida fue con la poderosa Como Camarón, la canción emblema de los hermanos Muñoz.

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