Música

Iron Maiden honran la historia del 'heavy'

50.000 personas celebran los clásicos de la banda británica en el Estadio Olímpico Lluís Companys

Eddie reencarnat en samurai y Bruce Dickinson durante el concierto de Iron Maiden al Estadio Olímpico
3 min

BarcelonaTodo lo que esperas de Iron Maiden, bien presentado, bien ejecutado y a la altura de las expectativas de un público que siempre ha apoyado a las leyendas del heavy metal y al cual no se puede insultar con autoindulgencia y paternalismo. Dame riffs, bombo y explosiones, pero sobre todo dame actitud, transmíteme la sensación que será un concierto inolvidable y defiende como es debido himnos como Hallowed by thy name, The number of the beast y Run to the hills. Y así fue ayer en el Estadio Olímpico Lluís Companys. (Seguramente también fue inolvidable el concierto que Steve Harris, bajista y fundador de Iron Maiden, ofreció el jueves en la Sala Salamandra de Hospitalet de Llobregat con la banda British Lion, su proyecto personal al margen del grupo.)

La gira Legacy of the Beast de Iron Maiden empezó en 2018 y el concierto en Barcelona, organizado por el Festival Primavera Sound y la promotora Madness Live!, tenía que ser en julio de 2020, pero la pandemia obligó a posponer los planes. Dos años después, 50.000 personas que pagaron cerca de 100 euros llenaron el estadio para celebrar que, efectivamente, Iron Maiden honran la historia del heavy y siguen siendo coherentes con el legado de la bestia que crearon a finales de los setenta. La ovación con la que recibieron el grupo a las nueve de la noche fue bastante elocuente sobre el ambiente que respiró durante toda la actuación.

A diferencia de la gira del álbum The book of souls (2015) que pasó por el Rock Fest de Santa Coloma de Gramenet en 2016, el tour Legacy of the Beast no iba vinculado a ninguna novedad discográfica, sino a un videojuego, y el repertorio era un recorrido por los clásicos de la banda, sobre todo los del periodo 1982-1984. Aun así, el grupo aprovechó la pausa pandémica para publicar en septiembre de 2021 el disco Senjutsu, tres canciones del cual las han incorporado en el directo desde el concierto en Zagreb del 22 de mayo. Las tres las tocan seguidas al principio del show, como una especie de prólogo que no altera la naturaleza de un espectáculo con casi todo aquello que ha convertido Iron Maiden en la banda más popular del heavy metal.

Este prólogo no ahorró recursos escénicos: estética japonesa medieval, la mascota Eddie reencarnada en un samurái y el cantante Bruce Dickinson, bastante cómodo en el registro menos agudo del último disco, con un moño oriental. “¡Hola, Cataluña!”, gritó antes de The writing on the wall. Delante, un público transversal en cuanto a la edad, pero uniforme en el vestir: mayoritariamente de negro. No hay que decir que la respuesta de la gente fue espectacular todo el rato, con el estadio convertido en un mar de cuernos en los momentos más intensos, sobre todo cuando el concierto se convirtió en un alud de clásicos, y hasta el final con Aces high (avión de attrezzo incluido).

Liberar a los riffs

Después de una breve pausa, unas lonas con vueltas y vitrales góticos dibujados sustituyeron la escenografía oriental. Era la hora de Revelations, de liberar a la bestia y los riffs más familiares. El sonido, como suele pasar en el estadio, fue mejorando a medida que avanzaba la noche y al final del tema las tres guitarras empezaron a escucharse bien sin que la batería y la distorsión del bajo se comieran todo el espacio. Especialmente brillante fue el final de Sing of the cross, con Dickinson subido en un tipo de altar mientras sus compañeros gestionaban solos y ritmos. Allí cantó Flight of Icarus a la vez que disparaba fuego con un lanzallamas; una imagen desmesurada que se conecta con la épica de la pieza... Iron Maiden también es esto, claro, excesos de teatralidad que aun así no afectan a la contundencia musical ni a la potencia concentrada en la segunda parte del concierto.

La iniciática Iron Maiden cerró el repertorio antes de un primero bis tan previsible como imbatible: The trooper, con Dickinson ondeando la bandera británica deshilachada, Eddie volviendo del campo de batalla y los tres guitarristas en paralelo; y Run to the hills, con la épica escocesa de The clansman en medio.

Lo que provoca la cabalgata de Run to the hills entre el público, aquella comunión indestructible, constituye una de las experiencias más prodigiosas de la música en directo y explica la grandeza de lo que significa Iron Maiden para unas cuantas generaciones. Cualquier artista pagaría millones por recibir el entusiasmo y el agradecimiento que obtuvieron ayer Iron Maiden con esta canción.

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