Kendrick Lamar y SZA, predicadores de alto voltaje en el Estadi Olímpic
Los dos artistas estadounidenses despliegan el hip-hop nada convencional del 'Grand National Tour'
Barcelona[Las fotografías de esta crónica las ha facilitado la promotora Live Nation. Son de un concierto de la gira de Kendrick Lamar y SZA, pero no del de Barcelona porque los artistas no acreditaron a fotoperiodistas.]
La pista es un mar de brazos alzados que acentúa las palabras que Kendrick Lamar recita con rabia. Desde las gradas del Estadi Olímpic Lluís Companys, el efecto es hipnótico: un embudo lleno de gente gritando con una sola voz, un gran ritual. El rapero comparte la noche con SZA, la cantante con la que está haciendo el Grand National Tour, una gira conjunta, poco convencional y que ha pasado por Barcelona este 30 de julio.
El espectáculo está dividido por bloques, con actuaciones separadas y conjuntas. Cada uno presenta su material, pero era natural hacerlo en un espectáculo conjunto: Lamar y SZA son dos figuras clave del hip-hop y el R&B de la última década y llevan años colaborando en el estudio y en directo. En escena, cada uno tiene su espacio: Lamar escupe las palabras y se desplaza desafiando. SZA es icónica y divertida, la voz dibuja las notas con libertad y el movimiento se exagera con una melena rizada que rebota en cada salto. Han encontrado la receta perfecta, con la medida justa para no desgastar al público que este miércoles ha llenado el estadio y sorprenderle constantemente.
Kendrick Lamar abre la velada dentro de un coche negro que se eleva lentamente y aparece en el centro del escenario, el mismo de la portada del disco GNX (2024). Todo se enciende cuando sale del vehículo con fuego y petardos para interpretar Wacced out murales y Squabble up. Canta solo o con una veintena de bailarines que aparecen puntualmente para empujar con fuerza cada sílaba. El sonido fluctúa ya veces traga la voz del rapero, que consigue imponerse con precisión.
SZA entra sentada sobre el mismo coche, ahora cubierto de hojas, como una aparición mitológica. Juntos cantan 30 for 30 y Lamar desaparece. Si los visuales de él eran en blanco y negro, los de ella se tiñen de color y aparecen insectos gigantes y texturas orgánicas como venidas de otro planeta. También lleva bailarines, con los que crea figuras icónicas que miran a cámara y se retransmiten por la pantalla gigante. Destaca el momento en que canta sobre una hormiga gigante desde el centro del escenario o cuando por hacer Nobody gets me se viste de mariposa. Kiss me more, uno de los temas que más ha sonado en la radio, peta fuerte y llega con el regalo de unos petardos que estallan sincronizados con la canción.
Los momentos compartidos funcionan muy bien: Doves in the wind y All the stars avanzan con sintonía, con los protagonistas cediéndose el espacio con respeto y complicidad. La escenografía es cambiante y manda la pantalla que separa los blogs y ordena el viaje. La estructura es efectiva porque las más de dos horas y media y la cincuentena de canciones pasan como si tal cosa. Es extraño que no haya músicos tocando en directo, sobre todo en momentos en que el soul o el R&B querría ser orgánico de verdad. El sonido a veces es caótico y con unos graves que agobian, pero la energía del recital logra enterrarlo: hoy la cosa no va de audición precisa, sino de catarsis colectiva. El público responde a todo, en hits cómo HUMBLO y Family tías y en el "Barcelona, aprecio su amor" de Lamar.
Not like us es catártico. Lamar es un moderno predicador y el público le es fiel. La ovación cuando termina es unánime. Los bises se hacen esperar y serán conjuntos: con un Luther que vibra increíblemente bien y uno Gloria que queda medio deshinchado. Con las palabras y las bases agotadas, Lamar y SZA entre en el coche negro que vuelve a estar en el centro del escenario para llevárselos hacia adentro y dar la ceremonia por cerrada.