La mejor despedida para recordar a Joaquín Sabina
El cantautor andaluz llena el Palau Sant Jordi de Barcelona en el primero de los dos conciertos de la última gira
- Palau Sant Jordi. 2 de octubre de 2025
"Es una maravilla cantar con vosotros", repitió en varias ocasiones Joaquín Sabina. Se trataba de eso, de cantar por última vez acompañando al cantautor de Úbeda. "Es una maravilla", insistió abrumado por la respuesta del público que llenó el Palau Sant Jordi en el primero de los dos últimos conciertos de Sabina en Barcelona (el segundo es el sábado). Entradas agotadas y todo el mundo sentado en su sitio cuando la actuación comenzó a las 21.20 h, veinte minutos más tarde del horario previsto precisamente para dar tiempo a llegar a quienes sufrieron el colapso circulatorio a causa de la manifestación que protestaba por el asalto israelí contra la flotilla que quería llegar a Gaza.
Sabina se despide a los 76 años, al menos de la vida musical en los escenarios, como hizo hace tres años Joan Manuel Serrat, maestro y colega que no quiso perderse la actuación, y a quien hizo levantar para recibir una ovación antes de dedicarle Calle melancolía. Por cierto, unos minutos antes había recordado los tiempos cuando escuchaba L'home del carrer, de Quico Pino de la Sierra; Homenatge a Teresa, de Ovidi Montllor, y Paraules d'amor, "del noi del Poble-sec".
El concierto empezó con las cartas hacia arriba. "Barcelona, hola y adiós" proyectado en las pantallas, como el videoclip de El último vals, para que quedara claro que ahora sí, que se marcha por voluntad propia, y no porque la salud o una caída le obligue a claudicar. Lágrimas de mármol y Lo niego todo, recapitulaciones crepusculares de glorias y miserias, hicieron de preludio antes de entrar en el material sensible. Sabina, sombrero y americana de color claro, las canta sentado en un taburete, con la voz cargada de reverberación, afinada pero rasgada. Saluda, asume la ovación y gestiona la emoción con serenidad y agradecimiento. Habrá rigor y poca broma a lo largo de dos horas. Solo el recuerdo del mejor Sabina: el autor de un cancionero que cuesta tanto versionar porque solo la voz de Sabina, la más joven y la de ahora, lo hace creíble de verdad.
Repertorio antológico
Enseguida deja claro que será una noche de repertorio antológico, selección bien elegida en el saco de toda la discografía. Suena Mentiras piadosas, tragicomedia que interpreta con una sonrisa, y se instala en lo mejor de su obra. "Como sabía que esta sería la última gira, abrí el baúl de las canciones antiguas medio olvidadas para recuperar alguna", dice mintiendo un poco, porque acto seguido hace Calle melancolía, "la segunda o la tercera" que compuso, dice. Es cierto que hacía años que había caído del repertorio del directo, pero en modo alguno se puede considerar medio olvidada: basta con ver cómo la canta el público. La enlaza con la rumba de rumbas 19 días y 500 noches. Son dos canciones que condensan lo mejor de Sabina, el talento lírico especialmente dotado para la melancolía, y el narrador de historias de desamor y despecho con la dosis justa de drama y cachondeo. Esta secuencia, completada con ¿Quién me ha robado en abril?, evidencia la profundidad del legado de Sabina en la canción en castellano, y el respeto por el público que está mostrando en esta gira para que la despedida sea digna de la conexión que tanta gente tiene con su cancionero.
También respeta a la banda, eficiente como siempre y esta vez con más cintura para asumir un repertorio más pausado, interpretado con menos estridencias que en giras anteriores. Presenta a los músicos a medio concierto mientras tocan Más de cien mentiras: Jaime Asúa (guitarra), Mara Barros (voz), Laura Gómez Palma (bajo), Pedro Barceló (batería), Borja Montenegro (guitarra), José Sagaste (saxo y teclados) y Antonio García de Diego (teclados, voz, guitarra y dirección musical).
"Como es la gira de despedida, he decidido cumplir algunas fantasías incumplidas. Dos, concretamente. Cuando terminaba una canción siempre pensaba cómo sonaría en la voz de una chica. Y cuando terminaba un rock, pensaba cómo sonaría en la voz de un rockero auténtico. Os dejo en la mejor de las compañías" dice Sabina, y otra vez miente un poco porque se va del escenario como ha hecho en otras giras para que Mara Barros y Jaime Asúa canten unas canciones. Dos, concretamente: Camas vacías ella, y Pacto entre caballeros él.
Bob Dylan y Chavela Vargas
Sabina vuelve con sombrero negro y camisa negra con lunares blancos, y sentado sigue regalando grandes canciones, como la dylaniana Peces de ciudad (una debilidad de este cronista), el Sabina que recoge influencias con naturalidad. Interpreta también Por el bulevar de los sueños rotos, que aprovecha para homenajear a Chavela Vargas, y la banda la toca con el ímpetu del Glory days de Bruce Springsteen, otra influencia, esta quizás menos evidente. A estas alturas de concierto, es evidente que el acontecimiento será memorable en el mejor sentido. El momento más emocionante llega casi por asombro. Sabina y Barros comparten Una canción para la Magdalena, y él arrastra el último verso como si el aliento entregara las armas. Respira. El público se levanta y lo jalea. Él se quita el sombrero y mira sin mirar. Ya lo tenemos. Piel de gallina. Ovación. Como repitió Sabina, "qué maravilla". Es comprensible que un músico no quiera dejar el escenario. No hay droga capaz de ofrecer una recompensa de esa magnitud.
Con la guitarra acústica como escudo hace Y nos dieron las diez, cuya intimidad le sienta bien, sin insistir en el cliché retórico de la nostalgia. Se va ovacionado, lógicamente. La banda pone en marcha el bis con Antonio García de Diego cantando La canción más hermosa del mundo, y Sabina vuelve con chaqueta y camiseta negra para ofrecer el tramo final con Tan joven y tan viejo, nuevamente Bob Dylan en el retrovisor, y también con un tono muy emocionante que empapa igualmente Contigo. Es el Sabina de local pequeño, pero en un recinto enorme donde resuena el estribillo cantado por el público. El final, claro, debía ser grandioso, con las guitarras eléctricas y el saxo catapultando Princesa. Dos horas para despedirse. La mejor despedida posible de Joaquín Sabina. El sábado, otra en el mismo Palau Sant Jordi, también con las entradas agotadas... Después, tres conciertos en Valencia, dos en Bilbao y seis en Madrid.