Música

La noche en la que la pista de baile del Sónar se volvió a poner en marcha

Nathy Peluso, The Blaze y Moderat cogen el relevo de C. Tangana y triunfan en el regreso del festival después de dos veranos cancelado

4 min
Moderat al Sónar por la noche 2022.

L'Hospitalet de Llobregat"Back2normal". Volvemos a la normalidad. Una celebración que algún miembro del equipo de producción introdujo de contraseña en la red wifi del Sónar. Normalidad relativa, porque lo que se vivió en la primera noche del Sónar después de dos veranos sin actividad fue de todo menos normal. En los mastodónticos pabellones de Gran Vía 2 se palpaba la emoción, la excitación y el entusiasmo de vivir, reír y bailar. Sobre todo de bailar. De aquí que el festival electrónico viviera una noche histórica y con más aglomeraciones y colas de lo que es habitual, una incomodidad que parece que se repetirá en todos los macrofestivales de este verano. Normalmente, aquí se congregaban 30.000 personas cada noche; pues este viernes parecían el doble. Y no porque haya entrado más público, que posiblemente también, sino por el hedonismo desatado del personal, consecuencia lógica de dos años sin pisar la pista de baile más querida de la ciudad. Hay una canción de Gato Pérez que habla de aquel momento de la noche en el que "todos los gatos son pardos". Esta crónica empieza entonces, al inicio de una madrugada que nos recordó cómo éramos antes de todo este lío.

En el Sónar siempre suena un beat retronante. No a todo el mundo le importaba que en el escenario Pub se estuviera celebrando uno de los conciertos más esperados del festival, porque mucha gente bailaba en el Club con D Johnston, un pincha discos clásico de la ciudad, que lucía una camiseta del grupo Slint mientras sonaba ecléctico y virtuoso. A pocos metros, euforia con Conducta, reputadísimo DJ y productor inglés, que hacía una sesión de UK garage con remezclas inesperadas y celebradísimas, como la de California girls de Katy Perry a treinta mil revoluciones. Aquí todo el mundo encuentra su espacio siempre que quiera mover un poco las caderas.

Poder argentino

Pero a aquella hora la noticia era Nathy Peluso, que repetía en el festival después de protagonizar el concierto inaugural del jueves. Hacía casi un año que no actuaba en Barcelona, donde es adorada con el estatus que merece hoy en día: es una de las artistas más en forma del panorama latino. La cantante argentina sigue estirando el chicle de la gira Calambre, en marcha desde principios del año pasado y que tantas alegrías le ha dado. Con una banda excelente –y llena de músicos catalanes–, Peluso fue el torrente de energía y potencia habitual: en solo cuatro canciones ya había enseñado buena parte de sus virtudes, porque la suya es una propuesta poliédrica en la que suenan seguidas Celebré, Sana sana, Buenos Aires y Puro veneno. Como si sonara un mixtape de música negra y latina. Pop, rap, R&B, salsa. Peluso va picando de aquí y de allí con acierto, mostrándose poderosa, desafiante y absoluta reina del escenario.

El suyo fue un concierto algo más corto del habitual, adecuándose al formado festival. Como siempre, sexualizada, enseñando tanga y bailando más que sinuosamente con el micro, Peluso tuvo momentos de alta brillantez, como con Mafiosa o la canción resultado de la sesión con Bizarrap, clave en su carrera y que marca parte de su ideología como artista. Por lo que dice y por cómo lo dice: "I'm a nasty girl, fantastic. Este culo es natural, no plastic". Y tal como llegó se marchó, dejando para el recuerdo una figura mesiánica, haciendo jugar su silueta a contraluz con los audiovisuales, saltando a la cuerda y despidiéndose con Camilo Sesto. Su Vivir así es morir de amor quizás no es la mejor versión que se ha hecho nunca, pero sirve para despedirse con un karaoke.

Madrugada electrónica

De la exuberancia de Peluso se pasó a la sofisticación de Moderat, uno de los platos principales del menú. Mucha expectación con el trío alemán, motivada por los cinco años que se han pasado sin pisar un escenario, ni de la ciudad ni de ninguno otro lugar. Especialmente queridos por el público de Barcelona (coleccionan actuaciones tanto en el Sónar como en el Primavera Sound), emergieron de la oscuridad y el humo con tres grandes pantallas para hacer un directo bastante centrado en la presentación de su último disco, More d4ta. Este nuevo trabajo, que simboliza la destrucción de la inteligencia del hombre, traza texturas oscuras en las cuales entran sinuosas rendijas de luz. Quizás todo ello se hizo un poco monótono, pero de vez en cuando fueron sacando artillería pesada, como con A new error, uno de los grandes momentos del festival.

El último gran reclamo del viernes eran los franceses The Blaze, a medio camino entre el pop electrónico y el trance. Hicieron un concierto construido a partir de sus rotundas melodías y medios tiempos que se aceleran. Un concierto armónico y lleno de detalles de orfebrería, el de los primos Guillaume y Jonathan Alric, a los cuales solo les podemos pedir más visitas (apenas era la segunda en Barcelona) y algo más de actividad. En cuanto al resto, canciones como She sonaron rotundas y preciosistas. Con The Blaze alcanzábamos el final de la jornada: no hay tiempo para descansar, nos esperan nuevas noches de gloria después de tanto de tiempo sin Sónar.

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