Música

Residente se reafirma en el Sant Jordi: un rapero a contracorriente en la era de la música enlatada

El cantante puertorriqueño inaugura la gira del disco 'Las letras ya no importan' con Sílvia Pérez Cruz como invitada sorpresa

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Residente, durante el concierto de inicio de gira en el Palau Sant Jordi de Barcelona.

BarcelonaContra todo pronóstico, las lágrimas escasearon anoche en el Palau Sant Jordi de Barcelona. René Pérez Joglar, alias Residente, abrió la gira mundial de Las letras ya no importan con un concierto inesperadamente combativo, alejado del melodrama confesional que predomina en las canciones del nuevo disco. El rapero de versos afilados, comprometido con todas las causas posibles, ganó la partida al baladista entristecido por el paso del tiempo y vencido por la amargura de la industria musical. Con un montaje visualmente exquisito, muy bien escoltado por un lado que lideraban la cantante Kianí Medina y la violonchelista Helen Newby, Residente levantó durante dos horas un espectáculo de dimensiones casi sinfónicas, remando un poco a contracorriente en un mundo, el de la música urbana, que con demasiada frecuencia basa los directos en interpretaciones enlatadas.

La inconfundible Sara Montiel cantando La violetera, proyectada desde los altavoces del estadio, sirvió de preludio de la actuación de Residente, que apareció engalanado para cantar René, una autobiografía sentimental que evoca a la juventud en la calle número 13 de la ciudad de San Juan, en Puerto Rico; sin duda, una de las grandes revelaciones de Las letras ya no importan, en el que Residente se muestra más melancólico que en los discos anteriores, pero igual de visceral. A ambos lados del escenario, sentadas en una tarima, dos chicas presidían el concierto: una se pasó toda la noche mecanografiando los versos del cantante en una máquina de escribir; la otra, haciendo ilustraciones que de vez en cuando aparecían en una gran pantalla.

La tonalidad nostálgica, de ecos líricos, viró enseguida hacia el rape sucio y gamberro de Pecador, Yo no sé pero sé y, evidentemente, la BZRP Music Sesiones #49, que publicó con el DJ argentino Bizarrap, un tema dedicado exclusivamente a criticar al colombiano J Balvin. Residente, sin embargo, se ventiló rápidamente el repertorio más enfurecido, la crítica por la crítica, que seguramente cantó a regañadientes para contentar a los 13.000 espectadores que le acompañaban en el Sant Jordi. "Ya no quiero hacer más tiraderas", cantaba en Quiero ser baladista, marcando distancia con su yo del pasado que disfrutaba tirando mierda a los colegas de oficio.

Residente en el Palau Sant Jordi.

No tardó en reconducir el concierto de nuevo, esta vez hacia los grandes éxitos de Calle 13 (el grupo con el que se dio a conocer hace veinte años con sus hermanos Eduardo e Ileana Cabra). Baile de los pobres, No hay nadie como tú y una Cumbia de los aburridos muy pegadiza precedieron Muerte en Hawai y La vuelta al mundo, dos insignias del rap melódico de aires caribeños que tanto distingue a Residente. Antes de entonar Atrévete, un himno que aún ahora suena en muchas discotecas, el rapero se proclamó a favor de "la escuela pública, gratuita y de calidad" y deseó "una humanidad en contra de las guerras y los genocidios", aludiendo a los conflictos de Gaza, Ucrania y Congo. El aguante y Guerra inundaron el estadio con una reivindicación festiva que emparenta Calle 13 con grupos como La Raíz y Ska-P. This is not America y Latinoamérica culminaron esta sección dedicada a la denuncia social, con un clamor latinoamericanista que alerta de los peligros de reducir todo un continente a la realidad estadounidense.

Ya en el último tramo del concierto, la corista Kianí Medina adquirió un protagonismo especial en El encuentro, Desencuentro (¡qué agudos de la guitarra!) y sobre todo en Que fluya, haciendo gala de una voz ácida especialmente irresistible. Con Problema cabrón y El futuro es nuestro, el rapero despidió la fiesta para volver al recogimiento inicial. Por sorpresa, aunque era esperable, apareció la catalana Sílvia Pérez Cruz en medio de la canción 313, que ya cantaban juntos en el disco. El único criticable del concierto, generalmente muy potente, es un final demasiado abrupto, en el que el cantante elogió a Pérez Cruz y desapareció de repente sin despedirse del público.

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