Música

Rosalía, ¿dónde están los músicos?

La gira del disco 'Motomami' genera un debate sobre la ausencia de instrumentistas en el escenario

BarcelonaUna de las virtudes de Rosalía es la capacidad de propiciar debates más o menos encendidos, polarizados o reflexivos. Primero fue si hacía flamenco o no. Después vino la discusión sobre la apropiación cultural a raíz de la publicación de El mal querer. Y ahora le toca el recibir a la puesta en escena, sobre todo por la ausencia de músicos al escenario durante la gira del disco Motomami.

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“¿En qué momento de la historia decidimos considerar que un espectáculo sin ningún músico es un concierto? Esto ya está inventado y tiene otro nombre: karaoke”, decía en un hilo de Twitter el periodista musical de El País Fernando Neira a propósito del paso del Motomami Tour por Madrid. Neira, aparte de pasar por alto que Rosalía es músico (y que en el show, además de cantar, toca la guitarra y el piano), obvió a Llorenç Barceló, el pianista y organista mallorquín que toca los teclados en esta gira, a pesar de que no sea visible para el público.

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La misma Rosalía respondió en Twitter cuando el debate ya se había encendido, y la tertulia todavía dura: hay quienes se rasgan la camiseta porque en el escenario del Motomami Tour no hay músicos, y otros, como el roquero Leiva, se alinean con Rosalía. “El show de Rosalía del miércoles me pareció de una belleza arrolladora. Modernidad y vanguardia bien entendida y brillantemente ejecutada [...]. El debate de la ausencia de músicos en el escenario me aburre.Supongo que no es mas que miedo a no entender lo que está sucediendo. Clásico mecanismo para no sentirte fuera. Rechazarlo.”, dijo Leiva, que siempre ha defendido el papel de los músicos en directo. “Si alguna vez tengo que volver a tocar en salas pequeñas y no me puedo permitir según qué cosas, lo primero que quitaré será cualquier cosa estética antes de prescindir de músicos”, explicaba Leiva al ARA en 2019.

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Como la ópera o al teatro musical

La pregunta más pertinente quizás no es por qué Rosalía esconde a los músicos, sino por qué ha elegido una puesta en escena determinada. Lo que ve el público de esta gira es una artista que canta y baila, ocho bailarines y un cámara; además, está el estímulo y la información visual que aportan las pantallas. Como en la ópera escenificada y en el ballet, en los que la orquesta ubicada en el foso queda fuera de la vista de los espectadores, la atención del público no se fija en la interpretación instrumental, sino en los cantantes y la dramaturgia. En el teatro musical, cuando no hay foso, los músicos incluso pueden ubicarse en una sala anexa al escenario porque, al tratarse de música amplificada, la ubicación de los músicos no altera la percepción del sonido por parte del espectador. De la puesta en escena elegida para el Motomami Tour se puede deducir que Rosalía, la diva que manda, ha considerado que la presencia visible de otros músicos no tiene ningún sentido dramatúrgico ni coreográfico. Nadie espera que en la ópera Tosca la soprano cante la aria Vissi d'arte con los músicos al lado... Sí que pasa en la versión concierto de la ópera, pero entonces los códigos son otros: el público sobre todo escucha, porque la mirada no está tan estimulada como en la ópera escenificada.

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La paradoja de la puesta en escena

La propuesta de Rosalía, con un componente coreográfico tan relevante, genera una paradoja muy curiosa: en el escenario sobre todo hay baile, pero entre el público manda la mirada. Ella baila, los espectadores la miran. Hace unas semanas, en la gran jornada de bachata, merengue y salsa del Festival Cruïlla, tanto Juan Luis Guerra como Rubén Blades cantaron rodeados de más de quince músicos: arriba no había mucho movimiento de pies, pero entre el público mandaba el baile y muchos espectadores ni siquiera miraban el escenario. En este sentido, el Motomami Tour comparte más códigos con la danza que con la música de artistas latinos que reivindica el disco, como el cantante Héctor Lavoe y el trombonista y arreglista Willie Colón.

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¿Ver a los músicos haciendo exactamente el qué?

Motomami es un disco que tiene más que ver con la manera de producir hip hop que rock o jazz. Por lo tanto, la traslación natural al directo sería la del hip hop: DJ y vocalista (y bailarín de breakdance). Ella añade coreografía, el piano en Hentai, la guitarra eléctrica en Dolerme y el teclado de Llorenç Barceló. Esta lógica la lleva en los temas de los discos anteriores, como la guitarra enlatada cuando canta De plata. Hay una coherencia formal de acuerdo con unos códigos (los del hip hop), como pasa en un concierto de Iron Maiden, en el que los códigos del heavy metal piden que se vea al guitarrista haciendo el solo que el público imita haciendo air guitar.

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Los precedentes de Kraftwerk y Léo Ferré

Un concierto de música amplificada implica un pacto de certeza: se acepta que aquello que suena es fruto de lo que se está interpretando (o manipulando) en el escenario. En las actuaciones del grupo alemán Kraftwerk veías a cuatro personas que apenas podías identificar y asumías que estaban tocando en directo. Que fuera cierto o no no modificaba la percepción del espectador. En el caso de Rosalía, también se prioriza el qué, que suenen Saoko o Malamente, por encima del cómo, que la interpretación instrumental sea en directo o grabada. La pregunta es: ¿cambia esto la percepción del público?

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La Rosalía del Motomami Tour es revolucionaria por unas cuantas cosas, pero evidentemente no por la combinación de interpretación en vivo y música grabada. En septiembre de 1980, el cantautor francés Léo Ferré dio tres conciertos en el Palau de la Música. Él cantaba y tocaba la guitarra, pero el acompañamiento orquestal era todo enlatado. La crónica de Enric Canals en El País recogía tanto la abucheada del público a principios de la actuación como el éxito del concierto. La polémica también fue amplificada por los periodistas. En la rueda de prensa le recordaron a Ferré que en un país con mucho paro los sindicatos estaban en contra del playback. “Los sindicatos son la muerte de la revolución”, dijo el cantautor. 42 años después, Rosalía, más prudente en cuestiones sociales, ha resuelto la polémica en Twitter.