Santana hace memoria en una noche eléctrica en el Palau Sant Jordi
El guitarrista mexicano aprovecha el 25 aniversario de 'Supernatural' para reivindicar también su estatus de pionero
Barcelona[Esta crónica se publica sin ninguna fotografía del concierto. El ARA no está de acuerdo con las condiciones abusivas que Santana plantea a los fotoperiodistas: el artista sólo les acredita si renuncian, gratuitamente, a todos los derechos de las fotografías. Además, obliga a los fotógrafos a entregarle copias de las fotografías]
La memoria de los dedos guía a Carlos Santana por el mástil de la guitarra eléctrica, una elegante PRS. Y la memoria del público, la mayoría con tres décadas de vida laboral, reacciona cada vez que un fraseo o ritmo anuncia un clásico. El entusiasmo de los espectadores suele ser un buen termómetro de la temperatura emocional de un concierto. En el caso de la actuación de la banda del guitarrista mexicano en el Palau Sant Jordi, frente a 11.800 personas (todo el mundo sentado), los momentos álgidos coincidieron con las versiones de Black magic woman (Fleetwood Mac) y Oye cómo va (Tito Puente), piezas que Santana llevó a su terreno hace más de cincuenta años, y la interpretación de Corazón espinado, la canción más emblemática del disco Supernatural (1999). Sin embargo, una de las ovaciones más estruendosas llegó justo antes del último tema (Smooth) con del solo de batería de Cindy Blackman (culminado con imágenes de un volcán en erupción en las pantallas). "Mi compañera, mi amante, mi esposa", recordó Santana. De la discografía posterior a Supernatural, solo recuperó la estimulante Foo foo, del álbum Shaman (2002), y Me retiro, la colaboración con el Grupo Frontera que publicó en 2005.
Como es habitual, y como ya hizo en el Festival de Cap Roig en 2016, el concierto del sábado en el Palau Sant Jordi empezó con Blackman y los percusionistas Paoli Mejías y Karl Perazzo desplegando la riqueza rítmica de Soul sacrifice, Jingo y Evil ways, la santísima trinidad del sonido afrolatino psicodélico del primer álbum de Santana, publicado en 1969. El guitarrista, de 78 años, tocado con un sombrero, mascando chicle y vestido con una sudadera estampada con imágenes de John Coltrane, estuvo a la altura de la leyenda asumiendo el paper protagonista pero cediendo relevantes líneas de diálogo a los otros músicos, sólidos, competentes y con margen para el virtuosismo. Por ejemplo, al teclista David K. Mathews en Evil ways y Everybody's everything, al bajista Benny Rietvels para que hiciera un solo más propio de los días de gloria del jazz fusión, al guitarrista Tommy Anthony para que pusiera el toque acústico a Put your lights on y, claro, a los vocalistas Ray Greene (también trombonista) y Andy Vargas, uno más entregado al soul y otro en el universo latino, y ambos maestros de ceremonias al servicio del líder.
Carlos Santana ofreció un buen concierto de una hora y tres cuartos, más aplaudido por el público cuanto más afrolatino y menos en los fragmentos más rock (como cuando hizo la versión de She's not there de The Zombies). Haciendo honor al espíritu de la era del primer Woodstock, también dedicó un par de momentos a la paz, en tiempos de amenaza de "guerra nuclear" de "Corea, China, Rusia". "Estoy convencido de que juntos podremos cambiar el destino de este planeta", dijo proponiendo "rezar" y mostrar "paz, compasión y armonía". Lo dijo antes de una notable interpretación de Samba pa ti que culminó con la imagen en las pantallas de una paloma blanca y la frase "Paz en la Tierra".