La Última

Chanel: "No soy para nada diva, vengo de un pueblo, vengo de la disciplina"

Cantante y actriz, acaba de publicar el disco 'Agua'

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Chanel Terrero Martinez, conocida artísticamente como Chanel, fotografiada en el Hotel Ibis Barcelona

Hace dos años justos que Chanel Terrero (Cuba, 1991) ganó el Benidorm Fest con la canción SloMo, superando otras favoritas como Rigoberta Bandini o las Tanxugueiras. Meses después calló bocas con su tercer lugar en el festival de Eurovisión. Los puntos que logró ese día –459– ahora los lleva tatuados en su pie derecho. Llegó a Olesa de Montserrat cuando sólo tenía cuatro años y se marchó a los dieciséis, para ser artista en Madrid, cantando y bailando en muchos musicales o actuando en series de televisión. Ahora acaba de publicar ¡Agua!, su primer disco.

Este lunes hará dos años que ganaste el Benidorm Fest. Si tuvieras que poner a un titular de estos dos últimos años de tu vida, ¿cuál sería?

— Han sido dos años de aprendizaje, concierto aquí, concierto allá. Sí, muchas cosas, muy crazy todo. Y ahora, el nuevo disco es mi mejor versión.

Ahora te pido un titular de los 32 primeros y últimos años de tu vida. ¿Cómo explicarías quién eres?

— ¿Cómo me contaría? Pues una vida de guerrera. Siento que he venido al mundo con armas. Con armadura y armas, rollo: “¿Qué es lo siguiente? Venga, vamos”. Pero dentro de esa armadura hay una niña que lo está celebrando todo.

La última canción del disco que acabas de publicar, y que le da nombre, se titula Agua. Es una balada en la que explicas cosas tuyas que quizás no salen en entrevistas. En un momento de la letra, dices que eres “rara como la lluvia en agosto”.

— ¿Qué es ser normal? Celebro que soy rara, al igual que tú y que tu equipo. Lo que sí es verdad es que los grises me cuestan mucho.

En la letra de esta última canción dices: “O cascada de agua”...

— “O mar en calma”. Total. Estoy trabajando los grises, también te lo diré. Me ha ido muy bien en blanco y negro, pero creo que con los grises sería todo más tranquilo.

Tú llegas aquí desde Cuba con cuatro años. ¿Cuál es el último recuerdo que tienes de la isla, de antes de marcharte?

— Un recuerdo muy bonito es el de ir con mis primos a la playa. Pero de pequeña iba mucho de vacaciones a Cuba, así que no sé si ese recuerdo es de antes o después de venir hacia aquí.

¿Fue un trauma para ti dejar Cuba o, a esa edad, ni te diste cuenta?

— De forma consciente, no. Pero supongo que algo dentro de mí... Al final te están sacando de tu isla. Por eso digo que soy una guerrera, porque desde el principio me encuentro en un sitio que no conozco, que resulta muy diferente y en el que se me presentan muchas oportunidades.

¿Qué es Olesa de Montserrat para ti?

— Hombre, es casa. Olesa sería el hogar y Madrid, la casa. Soy una mezcla de Cuba, de Cataluña, de Madrid, de muchas vivencias que me han acabado haciendo de esta manera, tan risueña y tan guerrera. ¿Ves? Ya estamos hablando de blancos y negros. Soy una chica con mucha ilusión, muy trabajadora, con mucho amor por dar, con mucha luz, pero al mismo tiempo también con mucho amor por recibir. Soy muy esponja, me gusta mucho aprender.

¿Cuántos años tenías la última vez que viviste en Cataluña?

— Dieciséis, con dieciséis me fui a Madrid.

Pienso que hablas un catalán muy bueno para no haber nacido aquí y haberte ido muy temprano. Y no sería la lengua materna de tu casa.

— Sí lo era. Hablábamos catalán y castellano. Si tú no practicas, las cosas se van. Cuando vengo aquí, me cuesta dos días volver a tener un discurso fluido en catalán. Entonces ya está. Yo cuento en catalán, los meses los digo en catalán, porque es como lo aprendí en el cole.

¿Tienes contadas cuántas entrevistas has realizado estas últimas semanas?

— No, llevo muchas, mejor no saberlo.

¿Hay un momento que cansan, las mismas preguntas y las mismas respuestas?

— Depende de la intención. Siempre digo que detrás de un entrevistador y de una artista no hay dioses, sino que hay personas que te están preguntando, que tienen un día malo o un día bueno, que quieren saber cosas o personalmente o para el medio para el que trabajan. Siempre hago el ejercicio de intentar tener una conversación.

Dime una pregunta que te canse.

— Es que depende de la intención... Yo ahora mismo estoy haciendo promoción del disco y si me preguntas: “Qué mal que lo pasaste en el Benidorm Fest con el hate y todo eso, ¿verdad?”. Es como: “Por qué me preguntas esto, si ya he hablado mucho de ello, hace dos años. Estoy aquí con el disco, ¿qué quieres, qué titular quieres?”. Esta pregunta me cansa, por ejemplo. Porque es como negativa.

Últimamente, y en tu caso me pasa, noto que se habla mucho del hate y de los insultos y pienso que la tuya es una historia de éxito, con mucha gente que te sigue y que te quiere.

— Ya, no sé, la verdad, supongo que es porque los chismes enganchan, pero a mí me gusta más mirar hacia adelante.

Es como si llorar vendiera más, con artistas que construyen su identidad a partir de todo lo que han resistido.

— No está mal llorar, ¿eh? Cuidado con esto. Está muy bien desahogarse y estar conectado con tus sentimientos. Lo que no está bien es revolcarse con ello.

¿Cuál es la última vez que has llorado?

— Fue un día libre que tuve, un domingo hace algo más de una semana. Cuando estoy de entrevistas, elijo energía, alegría, estar positiva y ese día libre sentía que necesitaba sacar cosas y no sabía cómo. Me puse una película para llorar, La la land, y lloré muchísimo. Preciosa.

Te han pasado cosas muy bestias: SloMo tiene 90 millones de reproducciones, pero haces el Clavaíto y ya tiene más, y ahora sacas el disco ¡Agua! y he visto que era número 1.

— Sí, número uno de ventas de disco y de vinilo. Está muy loco. Y por eso celebro las cosas. Las malas las vivo de puertas hacia adentro, pero las cosas buenas deben celebrarse y me están pasando muchas.

¿Cuál es el capricho que te has permitido con el dinero que puedas haber ganado durante estos dos últimos años?

— Muy bien, ha sido este Año Nuevo. Viajé a las islas Filipinas, con mi mejor amiga, y volví en primera clase. Ella se quedó allí, porque su familia es filipina, y yo al regresar iba sola en primera. En ese momento estaba a punto de salir el disco, e hice un vídeo escuchando las canciones allí, en el avión, y los comentarios fueron tipo: “¿Quién te habrá dado esto?” “¿A quién...?”. Y yo pensaba: "Si supieras que me lo he pagado de mi bolsillo". Nunca había ido en primera.

A partir de ahora, una estrella de la música tendrá que viajar en primera.

— Yo qué sé, que yo soy muy humilde. Fue un capricho.

Debe ser curioso el contraste entre la reina, la diva y el día a día.

— Un personaje. Toda la diva que ves en el escenario soy yo en versión diva. Pero yo, cuando estoy cara a cara, no soy nada diva. Al contrario. Vengo de la disciplina, vengo de un cuerpo de baile, vengo de un pueblo donde todo el mundo se conoce, vengo del equipo, me gusta mucho trabajar en equipo. Eso sí, soy bastante líder.

¿Te gusta más mandar que que te manden?

— Sí, qué quieres que te diga.

¿Cuál es la última vez que has entrado en Twitter?

— No tengo Twitter, me lo he borrado. No me gusta nada. Nada. Hace meses que me desinstalé la aplicación de mi teléfono. No me hace bien como ser humano. Hay muy pocos comentarios constructivos, son todos destructivos. Las personas que me dan amor ya me contactan por otras vías.

¿Cuál es la última vez que has ido al notario?

— ¿Al notario? ¿Por qué se va al notario?

No sé, para hacer testamento, si te compras una casa...

— Nunca he ido al notario.

¿Nunca te has comprado una casa?

— No, estoy invirtiendo en mi carrera.

En la última entrevista que te hice, en la radio, no sé cómo, pero te acabé removiendo el bolso en directo.

— Lo tengo allí, si quieres te lo traigo. Es más grande que el de ese día. El móvil no lo toques. Y el otro, tampoco, que tengo dos, el personal y el profesional. El resto, todo tuyo. [Va sacando los objetos] Unas gafas de sol, el DNI, la tarjeta de crédito, efectivo nunca llevo, un desodorante, muchos mecheros...

¿Significa esto que fumas?

— Sí. De vapeador también llevo. Esto es un pintalabios. ¿Quieres que te ponga? Saca esto grande. ¿Sabes lo que es? Es perfume de amapola. En la canción Clavaíto digo: “Paseo por la calle sola, mismo perfume amapola”. Siempre llevo ese perfume encima. Es mi olor desde los dieciséis años. A ver qué más... Un paraguas. Un tampón, sácalo, también. Y esto me lo han dado esta mañana, en una entrevista: una camiseta muy divertida de Sidonie que me ha regalado Marc. Ah, y un ibuprofeno. Nunca llevo medicinas, no me gustan, pero un día que tenía dolor de cabeza me dieron y aquí se ha quedado. Y el carnet de conducir...

¿Tienes coche?

— No, lo vendí hace poco. Tenía un Opel Frontera. ¿Existe, verdad? Era un 4x4 gris, gigante, que heredé, y por dentro todo estaba forrado de cebra. Un cuadro de coche, de tan llamativo que era. Pero es que no lo utilizaba.

Acabamos, Chanel. ¿Tú has pensado dónde te gustaría llegar? ¿Cuál es el objetivo último de ser artista?

— Creo que mi objetivo último, el primero y lo constante es poder dedicarme a lo que me gusta. Toco muchos palos: la interpretación, la danza, el canto y me quedan muchas cosas del arte por aprender. Lo que más me gustaría cuando fuera, espero, viejecita y me vaya de este mundo, es saber que he podido dedicarme toda la vida a lo que me gusta y a hacer cosas que me muevan. Cosas grandes, cosas más pequeñas, pero siempre que me muevan.

¿Qué hace la abuela que todos conocimos cuando ganaste el Benidorm Fest?

— Tranquila. De mi familia ya has visto que me has preguntado tres o cuatro cosas y soy bastante seca con esto. Las cosas tan personales son sagradas. Personaje público, soy yo, la artista, mis cosas privadas allí se quedan, cerraditas con llave.

¿Conoces alguna canción de El Último de la Fila?

— Seguramente sí, porque el nombre me suena mucho. ¿Tú, sí? Cántala.

“Donde estabas entonces, cuando tanto te necesité”. Insurrección, es la que te puede sonar más.

— Ah, sí, sí.

Termina tú como quieras la entrevista, las últimas palabras son tuyas.

— Me encanta estar aquí contigo, me siento bien, gracias por hacer tu trabajo con corazón. Con el mismo corazón he hecho yo este disco, para que la gente lo escuche y lo haga suyo. Está siendo un viaje espectacular y este 2024 llevaré el disco en el directo. O sea que os espero a todos ya todas en los escenarios.

Albert Om y Chanel Terrero jugando a ping-pong.
Ping-pong y perfume de amapola

La cita es en el hotel Ibis Glòries, de Barcelona, donde nos han reservado un rincón del lobby con una mesa de ping-pong, un futbolín y un par de hamacas. Jugamos a ping-pong, pero cansa rápido, no es su fuerte. Al fotógrafo Pere Virgili le avisa de que su perfil bueno es el izquierdo.

Me regala el disco, antes de empezar la conversación, y al final me rocía con su perfume de amapola que, horas después, cuando escribo estas líneas, todavía me lo noto en el cuello. En estos días de promoción, Chanel encadena una entrevista con la otra, pero tiene la virtud de hacerte sentir como si la tuya fuera la única. Se sienta y dice que, cuando se sienta cómoda, se cruzará de piernas sobre el banco. Lo hace antes de contestar a la primera pregunta y así se quedará hasta que se marche escopeteada. Tiene media hora para el almuerzo y más entrevistas.

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